Poco valdría para el análisis político discutir el melodrama por el que atravesó Samuel García en sus aspiraciones a la presidencia de la república, por lo tanto, dedicaremos estas líneas a dos aspectos que me parecen fundamentales por su trascendencia para la vida política presente y futura del país. Por un lado, la postura de Dante Delgado y su poco creíble narrativa de impulsar propuestas tendientes a dejar “atrás” la vieja política y, por otro, la fachada con la que trata de reivindicar la participación juvenil en el ámbito político.
Empecemos con las declaraciones de Dante Delgado ¿De dónde o bajo qué argumento sólido, sostiene que los diez días que duró la campaña de Samuel puso a temblar al régimen? Esta afirmación no deja de ser más que una expresión propagandística que ni siquiera logra permear más allá de las redes sociales pues lejos de beneficiar electoralmente a Movimiento Ciudadano, los enredos de Samuel sólo colocan en apuros a ese partido que ahora se ve obligado a adoptar una postura política diferente y elegir un candidato que le garantice incidir en distritos electorales federales para, por lo menos, aspirar a mantener el mismo número de diputados que tiene actualmente en el congreso de la unión. Otra más de Dante Delgado: ¿A qué fuente o ejercicio demoscópico recurre Dante para afirmar que en diez días Samuel García sacudió la conciencia de millones de jóvenes mexicanos? Queda por demás claro que la declaración del veracruzano no es más que otra estrategia propagandística que dista mucho de la realidad, pues ni sacudió la conciencia de millones de jóvenes ni mucho menos permea en la ciudadanía y en los probables electores en el 2024.
Aquí radica en esencia la simulación a la que nos referimos respecto a la falsa narrativa y oferta juvenil de Movimiento Ciudadano que parece comprender lo que realmente exigen las juventudes hoy en día, no sólo con el dinamismo que las caracteriza en un país polarizado que se enfrenta a dos modelos de nación diametralmente opuestos, sino también con el empuje que alcanza a partir de la acción colectiva que no precisamente se reduce a los partidos políticos.
Y es que por más que se insista, lejos está Samuel García de representar a los jóvenes y menos de convertirse en un modelo que la juventud interesada por la actividad política quiera seguir y no particularmente por la edad, sino porque en el fondo es partícipe de lo que rechaza Dante Delgado en su discurso, es decir, Samuel no es más que un elemento más al servicio de la vieja práctica política que inspirado en estrategias mediáticas, tiende más a construir personajes que a formar cuadros dirigentes que destaquen por su oficio político y no por sainetes como los que se vivieron en el Estado de Nuevo León la semana pasada. Samuel es un ejemplo de tantos, incluso el joven Colosio también lo es, pues si se observa de manera objetiva su actuar político, éste se identifica más con el viejo régimen y sus actores que con la juventud.
Por lo tanto, las declaraciones de Dante Delgado aún y cuando son carentes de todo sustento me parecen por demás peligrosas o, cuando menos, obligan a revisar cómo atiende la izquierda el famoso relevo generacional. De entrada en algunos casos como el de Movimiento Ciudadano se basan más en la rentabilidad electoral que en los talentos y aptitudes de los jóvenes y eso, a la larga, se traduce en un verdadero peligro para la democracia y su relación con la participación juvenil pues enredos como los de Samuel García en Nuevo León, desprestigian la labor al mismo tiempo que ponen en evidencia que detrás de un personaje nuevo (joven) está la mano de una clase política vieja y que un personaje, por más conocido que sea, puede ser sustituido en cualquier momento por otro personaje, sin que sea su capacidad de liderazgo lo que se coloque en el centro de la discusión.
Los enredos de Samuel respecto a su candidatura en buena medida fueron provocados por él mismo, y claro está, la intervención de los desorientados opositores del PRI y el PAN que no hallaron cómo minimizar la candidatura del regiomontano y que vieron desde hace un par de años a Movimiento Ciudadano como un enemigo natural que les restaría votos. Por lo tanto, dichos enredos terminaron siendo una mezcla de soberbia e ignorancia que al final del día sólo confirman una cosa: Claudia Sheinbaum será la primera mujer presidenta de México.
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