La palabra de la derecha tiene mucho de agresividad en su discurso, su esencia radica en el castigo e imposición para obtener obediencia. Como si ellos pronunciaran palabras divinas.
El discurso que señala con dedo flamígero que como nunca antes hay inseguridad y que el país se incendia, es un castigo a los mexicanos por no haber votado por el PRI o el PAN en 2018, cuando, según ellos, había más seguridad.
Para que haya solidez en el argumento de la inseguridad debió antecederle una oleada de declaraciones sobre la imposición del miedo. Un miedo dirigido a las clases medias a las que se les quiere colocar a punto de perder lo que tienen cuando en realidad tienen muy poco. Todo esto para esconder que lo que en realidad se busca es recuperar lo mucho que les quitaron a los privilegiados y era mal habido.
La inseguridad tiene sus soluciones en sus diferentes expresiones, desde el robo de un bolso hasta el asesinato premeditado. Puede afirmarse que son actividades distantes de un mismo problema. Todos están expuestos a que le roben en la calle, pero muy poco forman parte de las víctimas de las agresiones del crimen organizado, como sucedía con los daños colaterales hace un par de sexenios.
La palabra de la derecha se vuelve cósmica, espiritual, religiosa, sagrada. Busca la perfección en el contrincante para justificar sus enormes errores, en un discurso muy similar al sermón religioso desde el púlpito. En estas elecciones, en dos ocasiones se le intentó elevar a la candidata de la oposición a las alturas de la Virgen de Guadalupe, primero una seudoescritora rosa, la colocó como una mujer que emanaba pureza, transparencia, luego el hijo de la candidata, Juan Pablo, como si fuera Juan Diego, dijo conmovido que habría que adoptarla como la madre de todos los mexicanos, en un muy desafortunado encuentro con jóvenes.
El filósofo polaco, Zygmunt Bauman, afirma: “Al individuo se le ha dado la libertad de crearse sus propios miedos, de bautizarlos privadamente a su antojo, y enfrentarlos a su modo”. Para infundir, crear, absorber, contagiarse de los miedos no hay reglamentación. Son tan libres como la fantasía de cada quien de ahí que trabajen con toda impunidad en la política contemporánea.
El miedo es contagioso, hereditario, cómplice, inducido, aceptado. Adoptado con tal libertad que sería imposible evitarlo.
Ahora, en México, la oposición, apoyada por el clero, inventa una incertidumbre falsa e la que se monta el miedo, para instalarse en un espacio de deudas que castiga y premia. El discurso de la derecha se apega a la religiosidad en sus términos más habituales y quiere regir con esas palabras al cosmos e imponer el origen del miedo. Unificar el criterio acerca del miedo ancestral y darle a la inseguridad el derecho divino de decidir quién muere y quién vive.
Mientras mayor es el miedo, más cerca el ciudadano se considera cerca de la muerte, en una agonía que se basa en un miedo impuesto, por eso, para evitar morir se hace necesario obedecer, pero obedecer a la derecha, y los mandamientos de la conducta humana está predeterminados por una derecha que se inspira en la religión, es drástica y severa, pero también bondadosa y generosa. Su discurso saturado de significados y connotaciones espirituales, solemne y adusto, contrasta con el discurso auténtico de la población, sencillo, desparpajado, humano, directo y sincero.
Hay quienes temen incluso a la sinceridad, al trato directo. Hay tanto temor en el ambiente social que prefieren dar una cara y mantener una conducta contraria, que es una característica clásica de los conservadores. El doble discurso, la doble cara, la hipocresía que esconde, por miedo, a no ser aceptados en una sociedad que finalmente desconocen y, por lo mismo desprecian, en medio de una apariencia que no corresponde a la realidad, es, en esa mentira donde el dogma social de la religión y la derecha se asienta para reproducir miedos.
Es el miedo el que rige las conductas de los ciudadanos que se dejan manipular y tienen en la inseguridad de los maleantes el tema favorito de una parte de la población de conciencia vulnerable, en un contagio de pandemia del terror creada en los laboratorios de la derecha, y difundida por la oposición, los medios y los sacerdotes desde l púlpito.
Lo que es humano le es ajeno a la derecha, para el clero la vida de la sociedad es tan terrenal como equivocada, y es obligado para los curas orientar al rebaño. El miedo obliga a algunos a aparentar lo que no son y como el miedo es superior a sus fuerzas humanas, tratan de contagiar a los demás de temores para no estar solos en el error y tratan de vivir la misma realidad.
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