En el año 2017, en medio de una estancia de investigación viví tres meses en Belgrado, Serbia. Un país muy agradable y con muchos paralelismos culturales, sobre todo por el apoyo cultural que tuvo México con el pueblo Yugoslavo en el periodo de la Guerra no declarada entre la OTAN y la extinta nación. Para los serbios y buena parte de los países bálticos, ese periodo fue amenizado, si podemos usar esa expresión en el contexto descrito, por nuestras novelas, los actores que protagonizaron las historias que llegaron allá fueron famosos. La muerte de la primera actriz Helena Rojo, el pasado 4 de febrero fue recordado por buena parte de mis amigos en aquella nación.
Compartí en aquel año muchas experiencias con ellos, de las que más frecuentamos fueron las fiestas latinas. Los ritmos latinos gustan mucho, desde la salsa, cumbias, bachatas y claro, el reguetón. Que para ellos es una forma de disfrutar de la vida después de haber vivido la angustia constante de las alertas de bombardeos. Mis amigos serbios me decían que era impresionante el ritmo que las personas mexicanas, en particular y latinas en general, para ellos es una especie de habilidad innata, que traemos genéticamente por el hecho de haber nacido en la altitud en la que vivimos. Atribuían mi habilidad en el baile a eso. Les comenté que no había tal habilidad genética, más bien era una cuestión ambiental. No aceptaron lo que les mencioné, siempre se quedó esa idea de que hay algo particular en estos países que hace que todos los lugareños bailen.
Es temporada de carnavales y hace un tiempo llevo cavilando la idea de que mis colegas tenían un punto al atribuir una habilidad a las personas latinas, para el baile. He mantenido la idea de indagar sobre el tema y seis años después tengo una idea más clara. Las culturas latinoamericanas tienen un componente de tradición importante. Hace falta ver alguna festividad social donde las personas socializan a través del baile. Acaban de pasar las fiestas decembrinas, donde suele haber bailes de pareja o en grupo; los bailes rituales, como los de las bodas o los que se efectúan en la plancha del Zócalo capitalino. Estos últimos le encantan a uno de mis amigos serbios, además de pasar varias horas disfrutando de él, le gustaría bailar con los danzantes.
Espero que aún se mantenga la buena costumbre en las escuelas de educación básica de participar en los festivales con las danzas tradicionales de cada región de México. ¿Cómo no mencionar la Guelaguetza? Muestra internacional de los bailes tradicionales de las regiones que componen el Estado de Oaxaca. Una de las entidades del país con más índices de pobreza, azotado por la gentrificación que el turismo le ha traído. Justo he visitado el carnaval de la localidad de San Pablo Macuiltianguis, un pueblo pequeño lleno de tradición. Estos días he dado respuesta a la supuesta genética del baile que nos atribuyen. En el carnaval es muy frecuente que los niños de todas las edades comiencen a participar en los bailes que se organizan en las plazas del pueblo. A edades muy tempranas los papás disfrazan a los chiquitines para que puedan entrar al ruedo a interpretar el ritmo de la música.
Las familias participan de los eventos y hay horarios para cada edad; así todas las personas que radican en el lugar disfrutan de la fiesta, el baile y las actividades. La tradición se vive de una forma más concreta en estos eventos tan peculiares, pero eso no significa que sea exclusivo de una población. En otros escritos de esta misma columna he mencionado sobre lo que enseñamos a nuestras generaciones jóvenes y tiene que ver más con acciones que cualquier otra actividad o actitud. El baile, los deportes y todas aquellas actividades sociales son fundamentales para conformar una vida social amena que puede permitirnos construir un tejido social sólido.
El carnaval es un espacio social que permite la convivencia de los participantes. Es necesario reconocer qué elementos de estas fiestas permiten la descarga de pulsiones agresivas para evitar la represión de estos deseos impulsivos. Lo escribo pensando en el marco de la “Cuna del torito serrano” un baile que se presenta en la Guelaguetza, pero que tiene arraigo en el marco de un carnaval donde se representa la fiesta taurina, pero en lugar de que se asesine a un animal, los toros son representados por un armazón de madera con petates que lo cubren para darle la forma. Éstos son cargados por una persona que se abalanza a la multitud que baila en un ruedo, donde se juega la habilidad de quien baila, al esquivar el toro; y del que pega, al manejar bien el toro.
Estas cosas que nosotros vivimos como algo común son las que permiten que las personas que nos ven desde fuera piensen que hay genes especiales en nuestro cuerpo que nos hacen hábiles para ciertas actividades. Lo que no saben es que hay actitudes aprendidas desde pequeños que nos forman sin tener conciencia de ello. Por esta razón tenemos que analizar cómo formamos a nuestras generaciones jóvenes.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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