Hace unos días, Claudia Sheinbaum recibió su constancia que la acredita como Presidenta electa de los Estados Unidos Mexicanos, un certificado que la valida como la ganadora de las elecciones del pasado 2 de junio. Con esto se rompe un hito en la gobernanza nacional y, por primera vez en 200 años de historia, nuestro país tendrá una mujer al frente del poder Ejecutivo.
En ese contexto, Sheinbaum ofreció un discurso significativo en el Teatro Metropólitan de la Ciudad de México, donde celebró con la cúpula de Morena y el pueblo en general. Durante su alocución, pronunció una frase que resonó en los oídos de los presentes y provocó una ola de reflexión: “Hago una respetuosa invitación a que nombremos ¡Presidenta! Con ‘a’ porque como nos han enseñado, lo que se nombra existe y lo que no se nombra, no existe”. Esta declaración fue recibida con aplausos, especialmente entre las mujeres, aquellas que han tenido que alzar la voz en silencio y soportar injusticias simplemente por su género.
Pero, ¿cómo es que una frase aparentemente simple, como “lo que no se nombra no existe”, puede tener una carga tan poderosa? Imagina que un día llega una visita a tu casa y te ignora, ni siquiera se toma la molestia de nombrarte. ¿Cómo te sentirías? Eso es exactamente lo que ha sucedido con las mujeres a lo largo de la historia: han sido invisibilizadas, ignoradas y minimizadas.
El hecho de que se haya votado por una mujer no es trivial. Como lo señaló la presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, este voto es un reflejo de que México está dejando atrás el velo machista. El apoyo a Claudia Sheinbaum se basó en su capacidad de gobernanza, su habilidad para tomar decisiones y su capacidad para continuar con un movimiento popular, no en su género. Este cambio subraya que la sociedad mexicana está avanzando hacia una mayor equidad y ha dejado atrás la idea de que las mujeres no pueden tomar decisiones importantes únicamente por ser mujeres.
Históricamente, a las mujeres se les ha enseñado desde una edad temprana a asumir roles de madre y cuidadora. Esto se refleja en las profesiones en las que predominan las mujeres, como la enfermería, la enseñanza, la psicología, el secretariado y el trabajo en organizaciones no gubernamentales. Desde pequeñas, las niñas son obsequiadas con bebés de juguete, barbies, trastes y hornitos, reforzando la idea de que su papel es cuidar y asistir. Esta socialización temprana ha limitado el campo de acción profesional de muchas mujeres y ha contribuido a la perpetuación de roles de género tradicionales.
Sin embargo, la elección de Sheinbaum marca un cambio en la narrativa. Representa una oportunidad para cuestionar y desafiar estos estereotipos arraigados. Al elevar a una mujer a la máxima posición del poder Ejecutivo, se abre un espacio para la reflexión y el cuestionamiento de las normas establecidas. Es un momento para replantear el papel de las mujeres en la sociedad y reconocer que sus capacidades y contribuciones trascienden los límites impuestos por la tradición.
El camino hacia la igualdad de género es largo y lleno de desafíos, pero la presencia de Sheinbaum en la presidencia es un símbolo de progreso. Nos recuerda que la inclusión y el reconocimiento de la diversidad son fundamentales para el desarrollo de una sociedad más justa y equitativa. Al nombrar a Sheinbaum como Presidenta, estamos no solo celebrando un logro individual, sino también abriendo la puerta a un futuro en el que el género no sea una barrera para la capacidad de liderazgo y toma de decisiones. Como la primera Presidenta de México lo menciono, no es un triunfo personal y con ella llegan todas.
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