El caso de la ciudadana Yasmín Esquivel Mossa es un ejemplo representativo de lo que en su conjunto ocurre en el país.
Se trata de un caso con muchas aristas y que da para un amplio análisis en diferentes aspectos que hoy por hoy, aquejan y tienen sumido al país en una eterna encrucijada de valores y decisiones cotidianas fundamentales.
Este caso polifacético tiene muchas e interesantes perspectivas desde las que podemos apreciar que en México ha sido un deporte consuetudinario y de alto rendimiento la corrupción en su más alto nivel.
Tenemos que partir del punto que nuestra forma de gobierno divide al poder en tres grandes órganos, el ejecutivo, el legislativo y el judicial; éste último un verdadero bodrio de corrupción en su orden federal. Con jueces y magistrados que no necesariamente representan la carrera judicial, los méritos académicos o laborales sino más bien personas que han llegado hasta ahí por influyentismo, compadrazgo, nepotismo o a veces incluso, pago de favores.
El día de hoy vemos como ese Poder Judicial comienza a desprender fétidos olores que hacen presumir que fuerzas fácticas ajenas al interés superior de la República tienen metidas las manos en un alto grado de complicidad y de intereses.
Fue evidente que lejos de la posible conducta indebida de la ciudadana Esquivel Mossa, ministra a la presidencia del órgano judicial federal, “poderes” e intereses exógenos y ajenos a los del pueblo han obtenido una significativa victoria al imponerse con el poder de la Suprema Corte. Les urgía una victoria y ésta se dió por un error, de esos que luego el presidente López Obrador tarda en admitir, como han sido los casos de la ambiciosa Lilly Téllez, o del aprovechado Germán Martínez Cázares, traidores vulgares que ocuparon puestos y encargos de los que si tal vez se hubieran encomendado a los verdaderos compañeros del movimiento otra historia se estaría escribiendo.
En el caso de los ministros que ha tocado proponer al Presidente de la República hemos visto con lamentable desengaño que estos han quedado mal a las expectativas que de ellos había generado el propio mandatario, pues como ha sido visible estos no han servido para arreglar las cosas en un poder judicial que se encuentra podrido en su interior y que vende la justicia al mejor postor o pagador.
Nos ha tocado presenciar amparos y resoluciones desfavorables al desarrollo nacional y que atentan contra la soberanía nacional que representan. Esos jueces muchas veces han privilegiado derechos de facciones de poder político y económico que lo único que hacen es lucrar con los bienes de la nación.
Esos jueces y servidores públicos de la justicia se han corrompido y han “legalizado” los graves y grandes atracos que ha sufrido el pueblo de México, escasamente han trabajado por mejorar la impartición de justicia para los más pobres y desposeídos, para que no existan encarcelados injustamente como ya lo hemos visto en varios ejemplos que incluso fueron llevados a la mediatización y más bien se han enriquecido a costa de justificar el saqueo amparando grandes consorcios o figuras de amplia envergadura económica y política.
Es necesario que el órgano o poder judicial de la federación se logre reconstruir y reconstituir pues ese andamiaje ha quedado probado que se trata de un amplio escudo de impunidad transexenal para los que pusieron a sus principales cabecillas en esas togas supuestamente inmaculadas, pero que lejos de ser administradores de justicia se han tornado en obstáculos a la democratización y respeto a la legalidad.
Disfrazados en la agenda de los Derechos Humanos han llegado a los absurdos de pronunciarse por pasar encima del interés general, y como ejemplo de ello han existido personajes como el juez Fierro, quien consecuente con una tradición neoliberal ha dado varios reveses a la nación argumentando competitividad o protección a inversores especuladores.
Regresando al caso que nos ocupa y del que se deriva toda esta lluvia de situaciones con el presunto plagio de la tesis de una de las actuales ministras, hemos de decir que desde la distancia de lo que se lee y escucha en la prensa, es muy posible que exista tal conducta pues también en el país del tráfico de influencias y de la impunidad que nos dió el régimen neoliberal era común, máxime que dicha funcionaria emergió en los tiempos del príato recalcitrante.
Esas enseñanzas deberán servir para no repetir esos errores y dado que es tan humano equivocarse se tiene que actuar con la cautela que demanda el movimiento y la época histórica que nos tocó protagonizar.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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