El pasado 27 de noviembre, en medio de la guerra mediática entre los partidos que conforman el movimiento mutante que encabeza Claudio X. González, renombrado ahora como “Coalición Fuerza y Corazón por México” y Movimiento Ciudadano; Vicente Fox llamó, ya no sabemos si fue en arrebato colérico o solo porque no puede sacar machismo y misoginia de su ADN, “dama de compañía” a la influencer y esposa del gobernador de Nuevo León, Samuel García. Por supuesto, la defensa de la agraviada no se hizo esperar y respondió tajante al exmandatario:
“Señor, no soy una dama de compañía. Soy una mujer, soy licenciada, soy empresaria, soy esposa y soy madre. No le permito que me hable así a mí, ni a ninguna otra mujer. No somos accesorios, ni objetos, ni puede faltarnos al respeto, y menos de esa forma tan vulgar.” (sic)
Como ya sabemos, a las pocas horas, la empresa X, propiedad del billonario Elon Musk, decidió suspender la cuenta de Fox, como él mismo confirmaría en entrevista.
Este hecho nos recuerda lo sucedido con Donald Trump, mandatario muy polémico de los Estados Unidos a quien le fue suspendida la cuenta en 2021, luego de que una evaluación por la red social, entonces Twitter, determinara que incitaba a la violencia de sus seguidores.
Sin embargo y enfocados en los dos acontecimientos que una buena parte de la población festejó, es importante detenernos un minuto a pensar en el tema subyacente de la libertad de expresión. Y es que si bien, los dos son ejemplos de un abuso de las facultades que obligan a ejercer dicha libertad, plantea las interrogantes sobre hasta qué punto es sano ejercerla y dónde comienza a vulnerar los derechos y garantías de los demás, para que esta sea juzgada así por una empresa privada.
Por una parte, tenemos a Trump, quien haciendo uso de su facultad y al conocer el gran número de personas que eran fanáticas suyas, aprovechó la oportunidad para crear un ambiente de odio entre sus compatriotas, que devino en la irrupción violenta al Capitolio el 6 de enero de 2021 de parte de sus seguidores. Por otro lado, Vicente Fox, queriendo o no, empleó un término que se interpretó como violencia de género que abona al reforzamiento de una imagen denigrante y ofensiva contra la mujer, precisamente por el hecho de serlo.
Si bien es verdad que, en el caso de Trump, los resultados de lo ya mencionado dieron como consecuencia un “impeachment” en su contra, ¿Por qué la tarea que realizó Twitter de manera unilateral contra el exmandatario mexicano, no ha sido atraída y sancionada dentro de un marco normativo vigente en nuestro país?, ¿no se supone que antes que los particulares actúen, entiéndase una persona física, así como una multinacional, están las distintas instituciones encargadas de hacer valer la ley? Más allá de la supuesta demanda que entablaría Movimiento Ciudadano por las agresiones cometidas contra Mariana Rodríguez, hasta el momento ¿hay algún organismo que lo haya sancionado?
Esto es todavía más relevante cuando recordamos que, no es la primera vez que Fox se muestra hostil hacia las mujeres, pero también cuando traemos al presente que Twitter, ahora X, no siempre ha utilizado la misma vara para medir los temas de violencia de cualquier tipo.
De hecho, muchos de los ataques que han proliferado en el espacio de esta red social, han sido con la complacencia, al menos en México, de los dirigentes de la misma. Si no, ¿por qué un personaje como Ricardo Salinas Pliego, quien en repetidas ocasiones ha empleado términos discriminatorios contra la Senadora de la República, Citlalli Hernández, conserva su espacio para hacer mofa de una servidora pública y de las medidas que pueda aplicar en su contra cualquier medio o dependencia pública? Esto además se replica también, con los diversos ataques que realizan día con día, adversarios del gobierno federal, quienes no solo usan expresiones que incitan a la violencia de género, sino incitan al odio por cuestiones de raza o clase social, algo que, según las normas de la propia plataforma virtual, está prohibido. Incontables son las denuncias que se hacen de dichas cuentas y que son ignoradas.
Es esa la razón por la que no podemos dejar que Twitter se erija como el paladín de la defensa de garantías, que represente el cancerbero de la libertad de expresión en apoyo de las minorías, porque no se puede confiar en un consorcio a quien en el pasado se le asoció con personajes afines a los poderes conservadores en este país, pero que, además, actúa con diferente racero para hacer valer sus pautas de convivencia dentro de su espacio digital. De paso, no estaría mal que, como ciudadanos, veláramos más por las instituciones públicas que se supone tienen su origen en la persecución de delitos de distinto tipo y condena a quienes son flagrantes reincidentes en generar y hacer proliferar expresiones violentas.
La suspensión de la cuenta de Vicente Fox por sus dichos, de los que no se arrepiente, fue un enhorabuena para buena parte de quienes advertíamos y criticamos desde hace mucho sus reiteradas incitaciones y llamados de odio, pero un jalón de orejas para seguir pendientes de las labores que todavía quedan por realizar en observación de una impartición de justicia que, lamentablemente, aun se ve lejana de alcanzar para algunos en este país.
- Twitter: @Pablo_OcampoEsc
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