De este último tramo del año se desprende una película cuyo título se antoja como una historia de horror y misterio: Hereje.
Hugh Grant como único actor reconocido comienza a levantar sospechas sobre el financiamiento de este filme cuya trama arranca con un par de misioneras mormonas teniendo una conversación sobre pornografía, que las muestra como un par de niñas inocentes, desorientadas e inseguras, lo cuál contrasta con la actitud que los misioneros reales en tiempos pasados tuvieron, que distaba muchísimo de la imagen presentada de simples víctimas a merced de la vida.
La película se va desarrollando durante una visita convencional a un “investigador”, término dado a las personas interesadas en estudiar la doctrina de la iglesia mormona (que clama ser la “única verdadera” junto con las miles que hacen lo mismo) quien comienza poco a poco a mostrar actitudes sospechosas que inquietan a la audiencia, pues vemos a un par de chicas muy jóvenes quedar a merced de un hombre maduro con intenciones poco claras y actitudes engañosas.
La charla comienza a tomar una dirección inquisitiva por parte de Grant, quien abre con preguntas “incómodas” que no son nada más que los clichés más populares acerca de prácticas cuestionables de la iglesia fundacional, que incluían la poligamia y las acciones livianas adjudicadas al “profeta” Joseph Smith, así como la obvia contradicción entre la “revelación” divina y el hecho de que tengan que ser los hombres quienes la transmitan a la feligresía, a pesar de las evidentes tergiversaciones o debilidades humanas.
Como filme, la sensación de indefensión y claustrofobia está bien lograda, así como la actuación de Hugh, quien se lleva la película como un villano impredecible y extremadamente incómodo a ratos, siendo a lo largo del filme un elemento disfrutable que sostiene una trama sencilla que parece tratar de esconder una agenda un poco más oscura: El lavado de cara de una organización que se sabe vulnerable ante la creciente ola de información disponible en internet y que ha visto mermar sus números a raíz de la divulgación de pasajes oscuros de su historia que, en otros tiempos, fue exitosa en enterrar.
Sin embargo, los videoblogs de ex miembros, quienes han denunciado las incongruencias, inconsistencias e incluso corruptelas dentro de la organización también han crecido, encontrando ahora en plataformas de streaming incluso documentales completos sobre aquellos hechos que se creían zanjados y que han vuelto como fantasmas del pasado, dispuestos a atormentar el alma de una organización que se jacta de enarbolar valores como la “rectitud” y la “integridad” y sin embargo tiene demasiados cadáveres en el armario.
Desde las prácticas racistas, basadas en declaraciones de sus más altos líderes, hasta la manifiesta manipulación de la doctrina para adecuarla a las presiones económicas y sociales de distintas épocas, que ha servido para anunciar cambios sustantivos en las otrora doctrinas “divinas” (que se antojarían inamovibles e inalienables), esta organización se ha caracterizado en el siglo XXI por sus agresivas campañas de marketing, en un intento desesperado por recuperar el halo de santidad y esperanza por el que muchas personas abrazaron el credo mormón durante el siglo XX.
A los más de 60,000 misioneros voluntarios en el campo en el año 2000, siguió una terrible racha de veinte años en los que el número no sobrepasó alrededor de 50,000, forzando cambios en las políticas de reclutamiento como la disminución de la edad entre los jóvenes de ambos sexos, lo cuál logró un incremento sustantivo, aunque también una vulnerabilización de los jóvenes en el campo, que tuvo que ser abordada con una supervisión familiar más frecuente, cambio de horarios y reglas, mismas que se reflejan en la película, para quienes conozcan el ámbito misional mormón.
Finalmente la historia deriva en una disertación aclichada sobre las distintas creencias mesiánicas de culturas milenarias anteriores al judaísmo, para decantarse por un enfoque nihilista en el que sólo el control es el objetivo de todas las religiones, tesis que aunque plausible, omite profundizar en las prácticas existentes que producen la cohesión de la congregación y la fidelidad quasi inquebrantable de los miembros de la Iglesia.
Amenazas veladas o explícitas que afectan directamente al núcleo familiar en todas y cada una de sus enseñanzas y convenios, chantajes psicológicos enfocados a puntualizar la relación entre prosperidad y obediencia al esquema de “donaciones” y otros instrumentos de control reservados para aquellos que accedan a las ceremonias de iniciación plagiadas descaradamente en gran parte de rituales masónicos, siempre aderezadas con promesas de amor y éxito familiar, así como prosperidad financiera, son un caldo de cultivo perfecto para el brote de depresión y ansiedad que aqueja a la mayoría de sus miembros, que aunque no diagnosticados formalmente, agrandan la enorme estadística de consumo de anti depresivos auto prescritos en los EUA.
Para ex miembros de esta organización, que aún luchan por desligarse de los enormes anclajes que sus enseñanzas, ceremonias y rituales colocaron en su psique, hacer el ejercicio de denunciar una a una las prácticas que de tan normalizadas, se consideraban correctas e incluso necesarias, pero que terminaron por arruinar sus vidas, parece ser parte de un lento proceso de recuperación, un tortuoso camino hacia la aceptación de la realidad y la vida consciente, el único camino que con todo el dolor y el desasosiego que conlleva, es mil veces mejor que el del control mental.
Da Capo
La película da muchas señales de haber contado con la asesoría de miembros o exmiembros de la Iglesia y no sería sorpresa para nadie que hubiera sido financiada por la iglesia misma de manera encubierta, pues no hay mala publicidad y una organización tan mediocre en crecimiento y éxito en lograr sus objetivos, amenazada por revelaciones de un oscuro pasado y probablemente no menos torcido presente, podría muy bien recurrir a la auto flagelación y la muestra descarada de supuestas “miserias” para construir una fachada eficaz que sirva para distraer la atención de revelaciones de hechos pasados o presentes aún peores por venir, al tiempo.
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