Mi madre suele decir: “las mentiras tienen pies cortos”. Una frase breve, pero que tiene un gran trasfondo. Por supuesto, lo primero que uno entiende es que vale más decir la verdad que mentir, pues tarde que temprano se relevará lo que ha pasado realmente.
Tiene, entre otros, un sentido más: debemos reconocer nuestros errores en el momento preciso, puesto que una vez revelada la verdad, todo acto y dicho que se ha realizado, se vuelve cuestionable.
Y eso es lo que le ha pasado a Xóchitl Gálvez. Ahora que pretende ser contender para la presidencia, se encuentra en constante escrutinio público, lo cual ha provocado que se revelen datos que no cuadran del todo con sus dichos.
Por tanto, se podría decir que se ha convertido en un tiro al blanco al que es casi imposible fallar. Y es que parece que la vida y carrera política de la senadora está llena de irregularidades, lo cual crea una legítima cuestionabilidad hacia su persona.
Atrás han quedado el caso de la niña prodigio de venta de gelatinas, la casa roja, entre otras cuestiones de las cuales no ha salido nada bien.
De lo último, salió a relucir que su trabajo para titularse, que no es un trabajo de tesis, sino un informe, contiene plagio, por lo que el título del que tanto presume, es producto de una irregularidad.
Algunos de estos problemas los ha asumido. Sin embargo, no hay ninguna virtud por aceptar errores que se ubican en un tiempo lejano; además, no es lo mismo aceptar errores por causas de juventud, que hacerlo sobre los actos que nos definen, es decir ¿qué sentido tiene que un político se disculpe por mentir, si su vida está construida de mentiras?
En tal caso, no hay una fase de arrepentimiento, sino de pena. Disculparse no es una acción que se relacione con lo que se ha hecho, sino porque la verdad ha visto la luz.
Con otras palabras, la senadora Gálvez podrá aceptar su plagio en su trabajo para obtener un título universitario, y decir que, de ser necesario, haría otro. Pero lo que realmente quiere decir es que no reconoce el error, sino que se apena porque ahora es de conocimiento público su error.
Por la misma razón es que, ante cada problema en la que se ve envuelta, su respuesta es siempre en el sentido contrario de la consecuencia. Que mi propiedad (la casa roja) tiene irregularidades, pues que la «tumben»; que se detectó plagio en mi informe para titularme, pues hago otro.
Por tanto, si mañana se le acusa de algún delito, dirá que se investigue y que ella misma se presenta a declarar ante la fiscalía correspondiente o en la audiencia que se dé a lugar.
Tal forma de abordar los problemas es peligroso; en el sentido político, se llama demagogia, ya que se cree que asumir los errores es una cuestión relativamente fácil, cuando es todo lo contrario. Por lo mismo, aceptar los errores se vuelve una virtud.
Con todo, las conclusiones que se tienen de esto es que la senadora es un tiro al blanco. Se ha convertido en deporte nacional, algo que se ha ganado a pulso por cómo ha construido su persona y su carrera política.
Al final, ciertamente, “las mentiras tienen pies cortos”.
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