Las mañaneras desPejeadas

Desde los días iniciales del primer gobierno federal de la 4T, las evidencias apuntaban para allá. Y a medio sexenio, la cosa fue ya palmaria para quienes tuvieron ojos para ver y oídos para escuchar: quedó sobradamente claro, y todos, incluidos los adversarios declarados de Andrés Manuel López Obrador y hasta sus más enconados malquerientes, por no hablar de la mayoría de la gente que lo apoya, todos entendimos las mañaneras como parte sustantiva de la renovada vida pública de nuestro país. Desde diciembre de 2018, ni tiros ni troyanos han podido obviarlas.

A medio camino, en diciembre de 2021, decía yo que las mañaneras se habían convertido en nuestra ágora, en el sitio y la ocasión en la que se ventilan los asuntos públicos de interés nacional. De lunes a viernes nos hemos encontrado al primer mandatario a tiro de piedra, atendiendo personalmente, cara a cara, a la prensa, sin que antes se hayan acordado las preguntas, sin mayor aparato de producción diseñado para apantallar con magnas escenografías y artilugios estrambóticos. Hoy las mañaneras son parte de nuestra vida cotidiana, pero hace apenas seis años ni los medios de comunicación ni la burocracia ni la ciudadanía en este país estábamos habituados a un ejercicio de esta naturaleza. En buena medida porque nuestra relación con los presidentes era igual a la que se tienen que ajustar los espectadores con actores, comediantes y demás celebridades. En la Presidencia de la República no despachaban seres humanos, sino histriones, intérpretes de spots, figurantes de eventos en los que cada detalle se pensaba para hacerlos lucir fuertes, inteligentes, buenos, justos, superdotados, infalibles…; personajes que no eran personas de carne y hueso, sino productos de una producción. Las contadas veces que se decidían a salir a la palestra todo tenía que estar bajo control, desarrollarse siguiendo un guion, incluso la mayoría de las veces ensayado. Era absolutamente impensable que cualquier participante tratara de hacer algo fuera de lo programado, ya no digamos que intentara poner en aprietos al presidente, discutir con él, increparlo… Así era hasta hace poco… Por eso, el desconcierto no fue menor cuando, de buenas a primeras, tenemos diariamente en la mañana a un señor que, sin más, llega y dice buenos días y se pone a disposición de los periodistas que se animaron ese día a madrugar… Por supuesto, el hombre es como cualquier otra persona, normal quiero decir, así que a veces llega de buenas y a veces no tanto o incluso de malas, y eso resulta evidente, se le nota, igual que algunas veces se puede apreciar —no hay actuación— que amaneció indispuesto o ronco o de plano enfermo… Entre quienes detestan a AMLO abundan los que lo llaman a él “tlatoani” y a las conferencias “su púlpito”, pero lo que hemos presenciado es justo lo contrario: la desacralización del presidente. Las mañaneras son todos los días, no son eventuales, son cotidianas, no pueden ser especialmente cuidadas, al menos no en lo que respecta a la presencia del presidente López Obrador; no es extraño que de vez en cuando salga a cuadro con la corbata mal ajustada, por ejemplo. Antes era imposible que el primer mandatario en turno, entonces sí el tlatoani, apareciera en la televisión con mácula alguna, simple y sencillamente porque lo que veíamos era, repito, una producción, una realidad montada, el trabajo de un montón de gente que implicaba horas y horas y al que se le invertían un demonial de recursos. Así que el doblez del pantalón o lo bien o mal boleado de los zapatos no ocurrían y no eran tema. No olvidemos que todo lo que aquellos personajes salían a declarar había sido escrito antes, siempre por otra persona y no pocas veces por una tropilla de estresados funcionarios. Unos mejor que otros, pero todos, desde hace varias administraciones solían usar teleprompter. En cambio, la espontaneidad a AMLO le abonó más credibilidad. Por lo demás, si antes de diciembre de 2018 no era extraño que el Peje impusiera la agenda nacional, es decir, desde la oposición y con todos los medios de comunicación en su contra, desde la Presidencia, prácticamente no la ha soltado nunca. Además, durante toda la semana, desde muy temprano, establece los tiempos y jerarquiza los temas de interés público. Esta situación no sólo se debe a la destreza política y comunicacional de AMLO, interviene también una oposición vacua y contestataria…, perdón, sólo contestataria, que se limita a contestar, a replicar, pues. El acontecer del día comienza con las novedades que se difunden desde las mañaneras, así que desde hace tres años los periódicos casi se volvieron inútiles. 

Grandes beneficios han traído las mañaneras, en principio, la vuelta al terreno de los asuntos de interés público de la cosa pública. No es un juego de palabras: venimos de un período durante el cual el público chismeaba sólo de cosas privadas, mientras que de la cosa pública, de la política, mejor no se hablaba…, eso era privado.

Ahora que la presidenta electa Claudia Sheinbaum ya confirmó que atenderá lo que la encuesta que se hizo exprofeso arrojó, esto es, que siguen las mañaneras, me animo a dejarle aquí solamente un par de sugerencias:

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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