Leo el anuncio. La Contaduría Mayor de Hacienda de la Cámara de Diputados (ahora Auditoría Superior de la Federación) requiere correctores de estilo freelance. En el inicio de la década de los ochenta hay guerra en Líbano y en las Malvinas. México no calificó al mundial de España. En Chiapas, el volcán Chichonal arrojó tanta ceniza que llegó a Japón y al Medio Oriente y redujo en 10 % la recepción de luz solar. Aunque soy uno de los afortunados que tienen empleo, el país está en quiebra y el desempleo aumenta día con día. Mal momento para comenzar una vida juntos Eva, nuestro pequeñísimo hijo Sergio y yo. El gobierno de López Portillo ha triplicado la deuda, y ahora equivale al 91.5 % del producto interno bruto. Una locura. Mi salario en la SEP no alcanza, pues la inflación está a tope (a finales de año llegará al 100 %). Corrijo tesis y libros, hago reseñas y ahora pruebo suerte en la calle de Parroquia en la delegación Benito Juárez (libre entonces de cárteles inmobiliarios).
Lo que veo es la escena de una gran película del neorrealismo italiano: Ladrón de bicicletas (1948), de Vittorio de Sica, en cuyas primeras imágenes un gran grupo de personas espera con ansias un trabajo y en cuyas imágenes finales decenas de hombres, empobrecidos, caminan sin rumbo hacia la nada. Solo a uno de ellos, el personaje principal, Antonio (Lamberto Maggiorani), lo acompaña su hijo (Massimo Randisi, de actuación magistral). La fila comienza en la entrada por Coyoacán y da vuelta. Pienso en irme, pero decido formarme. “Mucha oferta”, le digo a la compañera que ha quedado delante de mí. “Demasiada”, contesta.
Después de no tanto tiempo nos pasan a hacer el examen; se trata de corregir un informe de auditoría. El texto es casi inentendible y lleva muchos números y porcentajes. Pienso: “Primero las cantidades y después los porcentajes entre paréntesis”. Pongo a girar mi pluma roja del número 5. Aún no tenemos computadoras personales, así que ando por la vida con dos portafolios: uno para los diccionarios y otro para las páginas por revisar o los resúmenes por escribir. Me quedo en la chamba. Sumo esa a mis dos trabajos fijos y los que son por obra determinada. Cinco empleos debe tener una persona “normal” para sobrevivir a la crisis en la que nos tiene el PRI. Todavía no hay computadoras, pero qué bueno que ya se inventó el café. Bien decía la voz en off de la película: “El mañana aparecía lleno de angustia ante este hombre, pero ya no estaba solo”. Celebro que yo tampoco he estado nunca solo.
“Ánimo, que se va a poner peor”, me diría, con fino humor, Andrés Manuel, el presidente que pudo cambiarle el rostro al país. Pues sí: en ese entonces se puso peor. La fuga de capitales, superior a los 8 mil millones de dólares, terminó por arruinar la endeble situación económica; luego, el terremoto de 1985 y la baja de los precios del petróleo, la caída de la bolsa de valores y, para colmo, el fraude en las elecciones de 1988.
No tengo registro de cuántos caímos en el buró de crédito en la posterior crisis de 1994 y 1995. Los “expertos” hablan de la crisis en su balanza de pagos, las finanzas públicas, el error de diciembre, el efecto tequila. Los malos manejos de Salinas y Zedillo… Decían los zedillistas: “Salinas dejó las finanzas públicas prendidas de alfileres”. “Pero para qué se los quitaron”, reviraban los salinistas. Ambos eran iguales: neoliberales, a fin de cuentas. Lo que todos sabíamos es que los créditos no se podían pagar. Luego vino ¡el Fobaproa!
“Esto para los jóvenes”, dice el presidente, siempre que se tocan los temas de corrupción de los gobiernos anteriores. Y también esto para los comentócratas que afirman que “el de López es el peor gobierno de la historia”. Deberían echarle un ojo a los gobiernos priistas y panistas, pues López Obrador dejará el peso, es decir, la economía, con los mejores índices en más de 70 años, con crecimiento, obra pública, incremento en empleo y salarios y baja inflación.
***
1 de julio de 2024. Cómo ha llovido desde aquel lejano 1982. La vida me ha tratado bien, a pesar de los gobiernos de antaño. Nunca pensé que llegaría a ver a un presidente incorruptible, a un gabinete decente, y hay que dejar constancia de ello. Tal es la razón por la que escribo estas crónicas.
El presidente es enfático en la Mañanera. “Que no nos digan que hay democracia cuando el pueblo es ignorado, es marginado. Democracia es cuando el pueblo es el actor principal, el protagonista principal. ¿Qué era lo que había en México? Una oligarquía… El gobierno de una minoría. Hay quienes dicen: el gobierno de los ricos. Yo digo el gobierno de una minoría con fachada de democracia. Ahora es un gobierno cada vez más democrático…
¿Y qué esperaban ahora? ¿Que el pueblo les aplaudiera y que –como los que viajaron de Madrid a la Ciudad de México en asientos de lujo– iban a votar todos por que nos fuéramos nosotros? Pues no, ahí está el resultado”.
Un día como hoy, hace seis años, triunfó la Cuarta Transformación. Los funcionarios informan acerca del inicio del fondo de pensiones para el bienestar. Hay invitados que desde hoy recibirán el 100 % de su último salario.
“Lo más importante –asegura López Obrador– es que se ha logrado reducir la pobreza en México, la desigualdad, algo que no se veía en décadas. Se ha avanzado, pero falta mucho. Ahora el pueblo, de manera acertada, decidió que continúe la transformación. Fue muy contundente el mandato del pueblo”.
***
Miro con atención una caricatura de Antonio Helguera (1965-2021). Ernesto Zedillo apunta con una pistola mientras carga una gran bolsa con la palabra Fobaproa. “¡Manos arriba, esto es un rescate!”, dice el expresidente que nos dejó sin trenes y con una deuda descomunal. El gran monero –a quien tanto extrañamos– le puso, debajo de su chamarra, una merecida playera a rayas a ese ladrón que no precisamente robaba bicicletas.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios