Someterse es imposible, ser prudente se asemeja a la tibieza y en el caso de la guerra desatada por Israel, primero buscando el genocidio del Pueblo Palestino y luego contra Irán, solo representa poca definición frente al imperio.
Es verdad que la Constitución obliga a buscar la salida negociada de los conflictos y que la política existe para evitarlos o resolverlos, pero hay una guerra desatada por un Estado invasor y genocida y debe ser tan condenada por el Estado Mexicano, como en su momento fue rechazada la invasión rusa sobre Ucrania, aunque la diferencia es abismal, porque Rusia tiene un compromiso firmado para luchar contra el fascismo y su acción tiene que ver con ese propósito.
En el caso del ataque a Irán hay una clara intensión destructiva y tendiente al debilitamiento de ese país en detrimento de su Pueblo. Bombardear para destruir centrales nucleares ha puesto en riesgo la salud de todos los habitantes del planeta, incluidos los perpetradores, además de que en los bombardeos asesinaron vilmente a científicos de alto nivel cuya orientación era el aprovechamiento de la energía nuclear en beneficio de la humanidad, no de unos cuantos, ni para crear armas nucleares.
Al imperio se le cae la mentira a partir de sus actos durante la “Tormenta del Desierto”, en la que no encontraron ni un arma química durante su invasión. Cabe preguntarse cuál es la razón para que Trump y sus secuaces o patrones de Israel se abroguen el derecho de ser los únicos que pueden desarrollar la industria nuclear, para bien o para mal. ¿Quién dijo que son ellos los únicos que pueden decidir por toda la humanidad?
La indignación y la condena debe proceder de todos los gobiernos del mundo que sientan, al menos un poco, respeto por sus propios Pueblos y por la vida del planeta. La inconciencia de Donald Trump no puede ser lo que arrastre al mundo a su final más terrorífico. Más allá del apocalipsis y sin que sea la Mano de Dios sino la voluntad de unos cuantos defensores de intereses económicos quien esté decidiendo el fin del futuro de la humanidad.
El Gobierno de México tiene la obligación moral y política de condenar los bombardeos y la invasión a Palestina, lo mismo que la que sufre Ucrania, aunque en apariencia tenga una justificación; la guerra nunca es justa.
México está a tiempo de asumir un liderazgo pacifista para el Medio Oriente, empezando por condenar la invasión y los bombardeos y proponer mediadores para detener esa barbarie. Es lo que corresponde de acuerdo con la constitución. Si no se hace, la debilidad será asumida por quienes quieren lastimar más al país y presentará un frente muy débil y solitario contra la posible invasión yanqui a nuestro territorio. Es tiempo.

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