La sociedad silente como abono para la corrupción

Alguna vez hice una entrevista a un magistrado sobre una ley que estaba por aprobarse, y que era muy injusta para la población. Era el cobro de intereses sobre intereses o Ley del Anatocismo que afortunadamente fue derogada y que permitía el cobro agiotista para cualquiera que tuviera un crédito con cualquier sociedad mercantil. Recuerdo con nitidez su comentario sobre lo importante de  manifestarse por todos los medios para evitar que se aprobara. Y se refirió a la “sociedad silente”. Durante esa época 95/99 se organizaron comités de un grupo que se llamó el Barzón y que dio la pelea en todo México.

Recuerdo que el magistrado me dijo que nuestro silencio como ciudadanos contribuía a que los que ostentan el poder en el ámbito que sea, sigan promulgando leyes contra el mismo pueblo; haciendo cobros excesivos y no atendiendo las demandas de la gente.

Parafraseando a Jhon Steinbeck autor de Viñas de Ira, en el cual el autor nos plantea la lucha sin cuartel de los grandes acreedores (bancos, empresarios y gobierno) que solaparon en contra de una gran masa de desposeídos que vieron con desolación como la lucha de una vida se fue por el caño, cuando se desarrolló la famosa crisis de 1929 en los Estados Unidos y una de las peores recesiones económicas en el mundo.“Lo lamentamos. No somos nosotros. Es el monstruo. El banco no es como un hombre” “El banco es algo más que los hombres” “Es el monstruo. Los hombres lo hacen pero no pueden controlarlo” “Bien contestaron los agentes. Primero vendrá el sheriff, luego la tropa. Si pretenden quedarse serán asesinos. El monstruo no es como los hombres, pero puede obligar a los hombres a hacer lo que quiere.” 

Voy a pensar en eso – dijo el colono – todos tenemos que pensar. Debe haber un modo de detener eso. No es como el polvo o los temblores de tierra. Es peor; es cosa hecha por los hombres y, ¡por Cristo! Nosotros podemos cambiarla”

En ese sentido hoy quiero hablar, sobre nuestro silencio como ciudadanos y la participación social. Y reflexionar sobre cuál es nuestra reacción en todos los órdenes cuando nos enfrentamos ante la indolencia de cualquier servicio que devengamos: ¿qué hacemos, cuando nos cobran de más, o no atienden nuestras demandas? 

Seguramente te ha pasado que escuchas muchas quejas en lo privado, algunas veces airadas, cuchicheos lastimeros en filas y charlas de sobre mesa, que no se concretan en denuncias formales ante las instancias adecuadas. 

A la mayoría nos molestan las manifestaciones y reclamos, cuando se congregan muchas personas; se cierran calles, y tenemos que pasar por ahí. La paradoja es que se han tenido que regular las manifestaciones y expresiones ciudadanas a fin de beneficiar la movilidad de todos los ciudadanos. Sin embargo siguen siendo necesarias, cuando ya no se escuchan las denuncias, y los reportes y oficios son ignorados.

Está vez quiero invitarlos a pensar en la necesidad de no claudicar cuando nuestras demandas son justas, y usar todos los medios a nuestro alcance para ser escuchados no solo por las autoridades y representantes de nuestra colonia, barrio, pueblo, de los que quisieron representarnos y trabajar para nosotros pagados con los impuestos de todos. También las empresas que nos ofrecen un servicio, nos quieren de clientes. Pero parecen olvidarlo una vez que se contrata el servicio, pasa lo mismo con muchos de nuestros gobernantes. Entonces la participación social es para siempre. Es un derecho que debemos ejercer, si no, ¿cómo se van enterar los que otorgan el servicio? A veces presuponemos que lo saben y que se hacen. Entonces con mayor razón. ¿No creen?

Hace 5  años vimos como cristalizaba un sueño. Triunfaba una oposición progresista. ¿Qué entendimos con ello? Cada quién entendió lo que pudo de acuerdo a sus capacidades y contextos. Lo que es seguro, es que cada uno de los que votamos por el cambio queríamos que nuestro entorno mejorara. Teníamos expectativas; quizá unas más realistas y otras más idealistas y complicadas.

Seguramente estamos de acuerdo en algo, ha sido una transición, nada sencilla. La gran cantidad de inercias: gran corrupción en todas las instituciones (sin una sola que se salve) ha hecho una gran mella en los sueños de varios. Mientras más idealistas, seguro más decepcionados. Porque no es posible cambiar en 5 años 80/100 años de un Aparato de Estado corrupto hasta la médula. 

Lo más difícil, si somos realistas, ha sido cambiar la burocracia en cada una de las instituciones, que de acuerdo a nuestra constitución (una de las mejores del mundo) fueron concebidas para protegernos a los mexicanos. Pero, ¿Cómo cambiar la mentalidad de los servidores públicos, acostumbrados a la transa como a una segunda piel?.  

De ahí las frases que todos hemos escuchado: “El que no transa no avanza”  “A mí que me pongan dónde hay” “De que lloren en mi casa, mejor en la tuya” “Un político pobre, es un pobre político” Cada una  de estás; refleja una sola cosa. Cada una de ellas. Absolutamente mediocre y miserable: falta de ética y de compromiso de servicio. Quienes las acuñaron por supuesto han sido los mismos burócratas o servidores públicos. Desde Presidentes y hacia abajo, atrás, a los lados. Los  que no son más que psicópatas integrados que encontramos también en la política, y que están en ella con el único fin de tener poder, acercarse a licitaciones amañadas y enriquecerse.  

¿Qué podemos hacer los ciudadanos? ¿De qué manera podemos hacer valer nuestros derechos?

Podemos unirnos, formar una comunidad, recuperar espacios. Apelar a la consciencia cívica. Observar a cabalidad el lugar donde vivimos. Reunirnos con nuestros vecinos, hacer consensos y trabajar junto con la autoridad. Suena a una utopía todavía en México. Porque no han sido amigables las autoridades en muchos de los gobierno, ni nuestros representantes. Una vez electos parecen volverse amnésicos. Y se les olvida que están trabajando para nosotros,  y tuviéramos que suplicarles …

A veces creo que el papel de los idealistas es el de creer que sí es posible vivir mejor, que no hay manera de que no suceda, que los bien intencionados somos más en el mundo,  y que efectivamente México está en un proceso de deconstrucción para construirlo sobre bases más firmes.

Sé que no es posible cambiar de un plumazo, pero cuánta falta nos hace creer que son posibles los pequeños grandes cambios y verlos reflejados con ejemplos cercanos y cotidianos en nuestras colonias. Por eso votamos por el cambio, sabemos que es posible. Por lo mismo es necesario que los ciudadanos de a pie, opinemos, y señalemos lo que todavía falta por hacer. Las democracias se construyen proactivamente con la participación de los ciudadanos. 

Sin duda han existido aciertos, pero es necesario decir  lo que falta por hacer y confiar que los que nos representan cumplirán su deber. Y que nosotros tenemos siempre la posibilidad de también trabajar en conjunto con nuestras autoridades. De eso se trata, de ir construyendo gobiernos que trabajen del lado del pueblo. 

Tenemos que romper inercias y dejar de normalizar la corrupción, y dejar de ser un pueblo silente que solo se queja en lo oscurito. Así como participar apegados a la legalidad (de ahí la importancia de conocer nuestros derechos) y sobre hechos comprobables, no chismes, ni verdades a medias, de esas que abundan actualmente en internet, y que el ciudadano para saber si es verdad, necesita contrastar no solo porque parezcan “aparentes verdades furibundas” gritadas a voz en cuello por los oligarcas de los medios de comunicación, furiosos porque se les exige pagar impuestos acordes a sus cuantiosas ganancias, se les quita la concesión sobre los libros de texto y estos se hacen más acordes a una sociedad que  necesita avanzar sobre los temas de diversidad, género, racismo, clasismo. Así como mirar la historia de su país de manera crítica. No solo acumular conocimientos y repetirlos como merolico. Eso solo es memorizar. También es fundamental atender a un tema pilar en la formación de cada niño y joven, aprender a vivir en comunidad. Tema crucial en la participación social y de los nuevos libros de texto.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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