El pasado 12 de septiembre de 2023 nos dejó un verdadero maestro para sucesivas generaciones que nos hemos formado para la recuperación de la experiencia histórica. El Dr. Ricardo Gamboa Ramírez no solamente fue un gran profesor dentro del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, dispuesto a compartir los detalles de la profesión historiográfica; además fue un docente capilar para aspirantes a historiadores durante el cambio de milenio, quienes entendimos que nuestras indagaciones académicas sobre el pasado tenían una clara repercusión política en el presente.
Gamboa fue en maestro de tiempo completo que siempre tenía un consejo profesional que acompañaba de una palabra de aliento; a una crítica fraterna la juntaba a una recomendación bibliográfica o una palmada en el hombro para quien compartiera sus clases y recurriera a él en pasillos, cubículos y claustros de nuestra facultad; espacios donde él mismo se convirtió en una institución, un punto equilibrado y consecuente para quienes pretendíamos hacer de la historia un oficio.
Pero recordar su figura, también vuelve a tener sentido en el contexto de una conmemoración más del 20 de noviembre, aniversario oficial de la Revolución Mexicana; movimiento armado de principios del siglo XX, que corresponde a nuestra tercera gran transformación de la vida política nacional.
Y es que alcanzar el 113 aniversario de la Revolución, en plena Cuarta Transformación nos remite a las mesas redondas organizadas por quienes éramos estudiantes a fines de la década de los noventa, donde el Dr. Gamboa decía, “pregúntense si la revolución mexicana ha muerto”.
Esta, era una pregunta que en aquellos tiempos de hegemonía neoliberal en la academia -el discurso extendido del “fin de la historia” tras la caída del Muro de Berlín, con gobiernos tecnócratas que pregonaban el discurso de “la superación individual” y del mero voluntarismo como estrategia personal que sostienen que el “pobre es pobre porque quiere y es flojo” como expresiones que abogaban por la desaparición de las responsabilidades del Estado, salvo en sus funciones represivas.
Más aún, cuando soplaban los vientos de la tecnocracia que clamaban porque esos salones, esas aulas, esas salas de conferencias, esas bibliotecas, esos grandes murales de la universidad pública también fueran privatizados, y que fueran para el acceso solo de quien tuviera para pagar.
Con una sola pregunta nos invitaba a quienes entonces éramos estudiantes a abrirnos reflexión pues no hay momento histórico más afianzado en la idea de lo colectivo, que una revolución. Porque solo con preguntas, se problematizaba nuestras certezas, y podíamos comenzar a discutir con los autores, muchos de quienes en sus afanes revisionistas o en abierta campaña contra la “historia oficial”, relativizaba la trascendencia de ese momento histórico.
Entonces saber si había triunfado una u otra facción, si había sido traicionada, interrumpida, desviada o perturbada de su proyecto de justicia social radical no era solo un tema para los especialistas, sino una cuestión vital para quienes, a fines del siglo XX, no siempre vislumbrábamos una perspectiva de como retomar ese legado revolucionario, hasta que nos correspondió defender la universidad pública y gratuita con nuestros propios medios.
Así aprendimos que no puede relativizarse un conflicto que en cerca de 10 años de enfrentamientos se saldó con más de 1 millón de muertos, a causa directa de la guerra o por las crisis sociales que desencadenó la lucha armada. Y aprendimos que parte de esos mismos ideales de alcanzar un estado democrático, con igualdad y justicia social seguían pendientes en México, por los que las preguntas por el pasado, en realidad siempre adquieren sentido en su repercusión en el presente.
Quienes coincidimos esos años de nuestra vida en la Universidad Pública, aprendimos que ningún movimiento político es posible, si carece de sujetos conscientes que estén dispuestos a retomar la estafeta de una historia que nunca estará resuelta, ni mucho menos cerrada. Esa es, precisamente la revolución de las conciencias que hace falta seguir avanzando y sosteniendo, en medio de las disputas del aquí y el ahora de esta Transformación.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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