A través de más de treinta años de saqueo y corrupción del capitalismo neoliberal en nuestro país, se sembró una idea de progreso inalcanzable, ligado al mejoramiento económico para comprar de manera frenética. En esta lógica, tener éxito significaba consumir más y ganar a toda costa en una competencia feroz contra el prójimo. Vivir con el pensamiento predominante de que “mientras a mí me vaya bien que se frieguen los demás”.
Es decir, se emprendió un sistemático adoctrinamiento de la sociedad para orientarla hacia el individualismo, el consumismo, la competencia y el éxito material como valores morales supremos. La exaltación del dinero y las posesiones materiales y superfluas ha generado frustración y facilitado actitudes antisociales y de desconfianza entre los mexicanos. Esta falta de valores morales también fue causada por la pobreza, la marginación, la consistente negación a derechos básicos y a la falta de mecanismos que permitan y estimulen la movilidad social.
Al mismo tiempo el estilo de vida inducido por la cultura neoliberal y consumista, en el que lo fundamental es el dinero, lo material y lo superfluo, ha generado frustración social abajo; mientras que arriba ha producido racismo, clasismo, sensación de superioridad intelectual, fobia al pueblo y la idea de que las prohibiciones son más eficientes que las libertades y que el propósito de la justicia no es la reinserción sino el castigo de los infractores. Es decir, un pensamiento neofascista.
En realidad este sistema político nos afecta a todos por igual porque genera depresión, insomnio, angustia, ataques de pánico, soledad, porque nunca es suficiente, porque se anhelan objetos que se piensa proporcionará felicidad. Pero no es así, vivimos insatisfechos y vacíos. En esta carrera insensata, millones de mexicanos habíamos perdido el rumbo.
Se ha polarizado y violentado a la población como estrategia para dividirnos, tenernos aislados, sin puntos de coincidencia, de solidaridad y camaradería. Estamos inmersos en una disputa por la nación y en una encarnizada lucha de clases. El que es pobre es porque es flojo porque es ignorante, vicioso, feo, prieto, naco, revoltoso. Sin duda estamos viviendo una de las peores crisis de prejuicios, desconfianza, discriminación y hasta odio que se haya visto en nuestro país.
Ante este panorama, la revolución de las conciencias y la regeneración moral deben ser tarea fundamental de la Cuarta Transformación. Enfatizar la cultura cívica y ética en los programas de estudio desde la primaria, en la comunicación oficial, ganar espacios en los medios al servicio de la derecha y dar el ejemplo como se está haciendo, de regeneración ética con un gobierno austero, honesto, transparente, incluyente, respetuoso de las libertades, apegado a derecho, sensible a las necesidades de los más débiles y vulnerables.
Son principalmente los medios de comunicación que pertenecen a la oligarquía los que crean una sociedad frustrada e insatisfecha, porque se nos repite todos los días, una y mil veces que la dicha significa tener bienes materiales, ser rubios, esbeltos, jóvenes, católicos y demás prototipos de mercado. Más aún, han hecho una apología del mundo violento y aterrador del narcotráfico pintándolo como una vida ideal, llena de lujos, mujeres u hombres guapos y mucha fiesta.
Estas ideas, o más bien, prejuicios, se han convertido en realidad para amplios sectores de la población y desafortunadamente nos dividen, polarizan, torturan y nos hacen apáticos. Se creó una imagen elitista, de estereotipos y mitos convenientes a la oligarquía nacional y extranjera que provocó que en esta descomposición, colonización cultural, manipulación brutal y deliberada de los medios, casi se hayan olvidado los valores éticos y morales.
La nueva tarea será la búsqueda de formas concretas de reversión de esta deformación, de un proceso de desmitificación de los valores de la mafia del poder y el descubrimiento de los valores implícitos en la práctica social del pueblo. Además de incluirse clases de cultura cívica en las escuelas, se debe impulsar la participación ciudadana en foros, conferencias y charlas en donde se rescaten el tejido social tan deteriorado y los valores ancestrales del pueblo de México.
En este sentido, los medios de comunicación deberán ser elemento efectivo de la inclusión nacional para así, superar los efectos del colonialismo interno así como los de la dominación clasista y la sociedad de consumo. En cambio exaltar los valores colectivos, el bien común, el respeto al otro y al planeta y los lazos de solidaridad que han caracterizado a la población mexicana.
El gobierno federal consiente de la importancia de esta situación, circuló hace algún tiempo, de forma gratuita (no de manera generalizada y suficiente) la Cartilla Moral de Alfonso Reyes, documento esencial que se debe retomar y divulgar profusamente, para llevar a cabo esta permanente revolución de las conciencias que quizá sea el reto más importante de generaciones por venir.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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