La humanidad ha sido testigo de la respuesta desproporcionada de Israel ante los ataques de Hamás. Las escenas de víctimas gazatíes son aterradoras, especialmente las de los niños y mujeres inocentes. Incluso los analistas más moderados hablan ya, técnicamente, de un Genocidio; una palabra que no debe ser usada a la ligera y que tiene connotaciones muy relevantes a nivel histórico y político.
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, responsable de esta catástrofe humanitaria, se sabe impune mientras tenga el respaldo de Estados Unidos, y Biden ya se encargó de ello. Antes, hubiera importado también el respaldo espurio de Úrsula Von Der Layen, la presidenta de la Comisión Europea, pero hace tiempo que Europa dejó de ser un actor geopolítico relevante para pasar a ser un obediente siervo del imperio estadounidense, no importando que ello atente contra sus propios intereses.
La propaganda de guerra para justificar los crímenes que históricamente ha cometido Estados Unidos contra los países que ha invadido y destruido, y que ha servido para apropiarse de recursos energéticos y reactivar su economía a través del sector armamentístico, se puso al servicio del sionismo beligerante, pero no ha tenido el efecto esperado en la opinión pública y ello preocupa a los líderes occidentales porque su legitimidad “democrática” está en riesgo.
Los grandes medios corporativistas y los pseudo analistas cada vez tienen menos credibilidad cuando tratan de defender y justificar las atrocidades que comete Israel contra el pueblo de Palestina y, aunque las derechas conservadoras y los gobiernos títeres han manifestado su apoyo a Israel, es inevitable ver el contraste con las innumerables marchas de apoyo al pueblo de Palestina en las ciudades más importantes del mundo, donde raudales de gente colmaron las principales capitales y se cuentan no por miles, sino por millones. También, es notable el apoyo al pueblo palestino por parte de grandes personajes de la política, como el presidente Petro, de Colombia; la Ministra Belarra, de España; o el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres. Incluso en redes sociales es evidente que la causa palestina tiene respaldo mayoritario abrumador, más allá de manipulación que se pueda hacer de estas.
Ya había cierta evidencia de que en la guerra de Rusia y Ucrania la propaganda no era tan efectiva como se pensaba y el apoyo de la población no es el que se esperaba en Occidente. Debido al efecto patriota, Putín se convirtió en el mandatario más popular del mundo con niveles que rondan el 80% (Netanyahu quiso emularlo, pero el efecto ha sido el contrario) por encima de Narendra Modi, de la India; y López Obrador, de México, quienes se han disputado el primerísimo lugar de aceptación y respaldo democrático en los últimos años en todo el mundo.
De repente, la gente se da cuenta que la situación es más compleja que el maniqueísmo ramplón que proponen los medios de desinformación: Occidente y los esbirros de Estados Unidos (incluida Europa) son el eje del bien, según ellos; y Rusia, China y los países no alineados de Medio Oriente y Latinoamérica, son el eje del mal.
Ungieron a Zelensky como un libertador antimperialista apoteósico; y quedó evidenciado como lo que es: un payaso (de hecho, era su profesión antes de convertirse en primer ministro de Ucrania) que convirtió a su país en un laboratorio de desestabilización a costa de la vida de millones de ucranianos. Lo hizo a cambio de asilo, resguardo político y la construcción de una falsa leyenda que no tendrá que ser desenmascarada a través del tiempo como otros tiranos, sino que está siendo evidenciado en tiempo real y está al borde del colapso por no cumplir los objetivos que le encomendó Washington.
Todo apunta a que Netanyahu se convertirá en una suerte de Zelensky 2.0: un político títere que, mientras sirva a los intereses de Estados Unidos en Medio Oriente, tendrá protección y resguardo, pero que tan pronto cambie esta situación, será juzgado como criminal de guerra en la corte penal internacional, y más importante: ya tiene asegurado un lugar en el basurero de la historia como aquel que, paradójicamente en el caso de los judíos víctimas de los nazis, practicó un apartheid genocida contra una población históricamente pisoteada como lo es la palestina.
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