“Yo no sé de política, pero lo que sí sé es que a mí no me gusta ser mentiroso”, externó un señor cuando pidió la palabra en una reunión en la que se buscaba el apoyo de la gente para una jornada de elecciones próxima. Su rostro evidenciaba el paso de la vida en él; era de una edad en la que ya no se miente y lo que se dice ha sido forjado por experiencias duras.
Hoy toca contarles sobre el sentir de un maestro de la Sierra oaxaqueña que es, tal vez, el retrato del pensamiento de muchas buenas personas que han sido excluidas de ese círculo infranqueable llamado política.
Un día cualquiera, un hombre tocó la puerta de nuestro amigo, en el calendario corrían los días de los años 80. Lo buscaban para pedirle ayuda para competir por la diputación de una de las dos hermosas sierras de Oaxaca. La persona que tocaba a la puerta vió en él un compañero de batallas porque poseía lo mínimo necesario para poder competir: un poco de dinero, un vehículo, valor y liderazgo. El profesor aceptó, tenía profunda esperanza de poder llegar a ese lugar donde se toman las decisiones y se ayuda a la gente. Sin embargo, pasó lo que a muchas personas les ha pasado: Aquel personaje que lo buscó en su casa, al tiempo que se hizo de la curul, se olvidó de quién le ayudó a llegar.
El hombre, que se hizo notar con un <<yo no sé de política>>, habló de su propia idea de política: La búsqueda de una vida mejor para todas las personas desde el trabajo en colectivo. Sin decirlo, la política de este amigo, y la de muchas personas como él, encarna en la solidaridad y la franqueza; ésta poco se parece a la política de la desilusión que causan las personas como aquel personaje que tocó a la puerta del maestro para aprovecharse de sus ideales y su buena voluntad.
Ya no creo en los políticos, me dijo, no entiendo cómo se endurece su corazón hasta el punto de no sentir empatía por los demás. Se preguntaba cómo serían sus días, si llevaban el peso de la traición a las personas que confiaron en ellos, y la desilusión de un pueblo.
Me contó: “Un día quise salirme de esto y dedicarme a lo mío, con los problemas que el día a día trae consigo y dejar de preocuparme por los demás, ser feliz, pero no pude y aquí estoy; sigo buscando construir un futuro mejor para mis nietos”.
Me confesó: “Aún creo en las personas, aún creo que mis ojos verán la verdadera democracia, espero ser parte de ese equipo de trabajo que brinque de alegría después de una contienda electoral en la que se le gane a la avaricia, al hambre de poder y de dinero”.
La política no es, ni debería ser, aquello de lo que nadie conoce, o eso a lo que sólo los avariciosos se acercan para volverse ricos y poderosos. La política de verdad es la misma que describió nuestro amigo, y como él, somos muchas las personas que seguimos en su búsqueda.
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