Siendo Francisco I, Madero el iniciador de la Revolución, hijo de un hacendado y nieto de un gobernador; quien se hizo sensible a la situación política de México estudiando en universidades norteamericanas, pasando a promover la sucesión presidencial hasta que la cerrazón del régimen lo llevó a llamar a las armas a todos los mexicanos, propiciando en menos de seis meses la caída del dictador Porfirio Díaz. Su inquebrantable fe en la democracia hace que hoy sea considerado un apóstol de la lucha política por la que fue ejecutado.
Siendo Emiliano Zapata el dirigente campesino por definición, formado por la cultura profunda de los pueblos que supo encabezar, para la lucha por la restitución de las tierras acaparadas por las haciendas y compañías deslindadoras que sostenía al régimen despótico de Díaz; quien supo responder a los largos anhelos de justicia con la obstinación por la causa agraria que nunca pudo ser compraba y solo fue cejada por la traición.
Siendo Francisco Villa el representante de los humildes que viviendo en carne propia las injusticias, supo ponerse del lado de la revolución para demostrar sus cualidades como dirigente de los enormes ejércitos de hombres y mujeres del campo que lo acompañaron; quien sobreponiéndose a la traición que prevalecía, no dudo en mantener su amor por la patria en contra de los intereses del nuevo imperio del norte.
Siendo Lázaro Cárdenas el presidente que concretó todos esos anhelos de justicia por medio de la reforma agraria y la consolidación de la educación pública, logrando así el conceso popular necesario para hacer realidad la posesión única e imprescriptible sobre los recursos naturales como bienes de la nación, tal como se estableció desde 1917 en nuestra constitución.
Ellos son los ejemplos que retoma López Obrador como las bases históricas del humanismo que hoy orienta su gobierno. Entonces, no necesita el Presidente hacer promoción de su propio proyecto si se coloca como heredero de las legítimas reivindicaciones del pueblo de México que hoy siendo anhelos por concretar y práctica política que va más allá de las leyes que hemos alcanzado.
El menosprecio por la historia.
Es elocuente el actual desprecio que tienen las fuerzas reaccionarias por esta historia compartida que recupera todas las mañanas el Presidente de México. No es inédito el interés por la historia de un dirigente político, pero sí lo es su interés por difundirla. Porque a diferencia de otros momentos donde la historia política sirvió como herramienta para legitimar la dominación o el orden que se pretendía conservar; hoy la ideología neoliberalprefiere difundir una idea de inmediatismo donde las relaciones sociales se reducen a la mera intervención de los individuos para cambiar de manera voluntarista las circunstancias históricas en las que estamos insertos.
Hoy se vende la auto superación personal o la competencia individual como el verdadero motor que hace mover la vida de las personas, pretendiendo ignorar el conocimiento complejo sobre los procesos y los contextos sociales para vender la idea sencilla que el cambio solo es posible sí la persona lo quiere. A nivel cotidiano podemos encontrar elocuentes ejemplos de la superación personal que se ha impuesto como dogma económico, pero también es necesario conocer su elucubración teórica y el contexto histórico donde se impone esta visión que niega cualquier proyecto colectivo ya sea la comunidad, la nación o el Estado.
A fines de la década de los ochenta en plena imposición de las reformas para desregular la intervención del Estado en la economía, la crisis política que hizo implosionar a la Unión Soviética fue utilizada como pretexto para afirmar que la historia como disputa de proyectos había llegado a su fin, con el supuesto triunfo del liberalismo económico como última expresión del sistema capitalista. Así apropiándose de la causa de la democracia y los derechos humanos el bloque hegemónico de países occidentales impuso la política económica neoliberal basada en este supuesto fin de la historia que tuvo en el derribo del Muro de Berlín, un símbolo para comercializar.
Pero en menos de diez años, América Latina dio muestras de que esa ideología era una falacia al escenificar las primeras protestas globales a los dictados del FMI y el Banco Mundial y construyendo las primeras alternativas al modelo de libre mercado y control social por medio del consumo. En México, tanto el levantamiento zapatista como el triunfo de la izquierda en el Distrito Federal dejaron constancia que la historia que hacen las mujeres y los hombres siempre estará en disputa en tanto las elites pretendan seguir imponiendo sus intereses como valores para el grueso de los seres humanos. La historia es maestra de la vida y de la política.
La historia sigue siendo la construcción del presente, nada más disruptivo para la oligarquía y nada más subversivo para los defensores de los privilegios, esa seguirá siendo la apuesta del Presidente López Obrador.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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