La todavía noqueada oposición, apenas se levanta de la lona quiere venganza más que servicio a la comunidad y expresa la necesidad de crear un grupo amorfo de personas llamado marea rosa. Un partido político debe tener pensamiento más o menos homogéneo, y en las ideas de quienes marcharon en esas dos manifestaciones a simplemente brillaban por su ausencia. En lo que coincidían es en su odio por el presidente, la Cuarta Transformación y Morena, mostrando su terror ante el ateísmo, el comunismo y las expropiaciones de sus casas.
Es decir, una fantasía que ellos mismas crearon y que terminaron por creerse. Acostumbrados a informarse por los meses y notitas del watts app.
Ahora ven que ni el peso se devaluó, ni llegó el comunismo, ni se reeligió el presidente, ni subió la gasolina, ni el desempleo se desató, ni la inflación devoró los salarios. También se dieron cuenta que el comunismo no existe y que el ateísmo de algunos, muy respetable, no tiene la intención de cerrar iglesias ni de colgar curas.
Es decir, lo que unía a la gente en las calles a la marea rosa pertenece al pasado y a una serie de concepciones de la realidad tan variadas como fantasiosas. La creación de un partido debe ver hacia el futuro. Es lógico que la conformación de esta marea rosa como asociación política será integrada por conservadores, siempre nostálgicos del pasado, pero ese pretexto de cohesión no será suficientemente sólido para la conformación de un partido. Más bien es una irresponsabilidad porque no representa a nadie.
Las personas que salieron a la calle en nombre de la marea rosa lo hicieron basadas en una mentira, manipulada por una coalición partidista, impulsada por una candidata y financiada por la derecha. Puede afirmarse, sin temor al error, que la marea rosa no existe.
Con grupos de gente, cuyo mayor conglomerado es una familia, tal vez con uno o dos empleados, que como islas se suman a la calle sin conocerse y con objetivos de destrucción, destituir, reemplazar, derrocar, limpiar. Individuos no auténticos no pueden crear un movimiento auténtico ni sólido. La suma de individualidades recalcitrantes no conforman un partido, ni una fiesta siquiera.
En esta ocasión el partido de la marea rosa se crearía con una parte de la clase media que se sacudió la apatía y salió a las calles a desearle la muerte a los chairos, y los sobrevivientes del PRD que degeneró en grupo de choque, es decir un grupo de porros violentos unidos sólo por el odio al contrincante. Se trata de una horda más que de un partido político, donde los objetivos que lo impulsan son el odio, el resentimiento y la venganza.
La mutación inexplicable del PRD de ser un partido de izquierda a convertirse en una organización de “derecha liberal”, los condena al fracaso desde ahora. Para nadie sería atractivo juntarse con los agresivos de la clase media que quieren la desaparición de todo, menos de sus intereses y los porros de un partido que deben hacerse cada día más a la derecha para sobrevivir.
La inconformidad como ideología y la agresión como programa de gobierno. En realidad, se trata de un organismo sin identidad ni propuestas, porque nace de la nada en cuanto proyecto; ni siquiera una frase facilona que le identifique.
Es realmente lamentable que, a estas alturas, el único proyecto político que tenga la oposición sea la marea rosa. Significa una muestra inequívoca de su decadencia y un retroceso al pasado donde se sumaban personas que ni siquiera sabían a dónde iban ni porque se reunían, así como sucedió en las calles donde asistieron miles de personas con más odio que información y más resentimiento que convicción.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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