El domingo 27 de noviembre de 2022 es la fecha de un acto fundacional; asistimos de todos los rincones del México profundo a la convocatoria del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien es el dirigente histórico de nuestro movimiento y nuestro tiempo. Fuimos felizmente acarreados por el Metro, trolebuses, rutas de transporte urbano, bicicletas, motonetas, autos, y nuestros propios pies; la alegría de ser acarreados por nuestra propia conciencia nos despertó a todos una sonrisa, risas y la infinita satisfacción de ser congruentes con nuestros ideales, así tuviésemos que viajar mil kilómetros, o simplemente cruzar avenidas, parques y banquetas.
Es un acto fundacional, porque el 27 de noviembre nos volvimos a mirar a los ojos con cada obradorista presente -todos somos parte de una gran familia de soñadores-, con la certeza que la transformación de México apenas comienza; después de 30 años de resistencias, de luchas contra los neoliberales que hoy nos miran envidiosos y virulentos por el fracaso de su narrativa golpista, hoy sabemos que si nos organizamos iremos más lejos, con cambios más profundos y radicales a favor de la educación, salud y bienestar del pueblo. Llegó la hora del contragolpe.
El Zócalo se llenó decenas de veces el domingo 27, con el peregrinar de mujeres y hombres libres curtidos en las largas jornadas cotidianas de tocar casa por casa, y conciencia por conciencia; no solo eso, a las 9 de la mañana en punto cuando Andrés Manuel López Obrador daba el primer paso con dirección a la plaza mayor, ya estaban copadas y desbordantes las calles que van del Zócalo hasta el Auditorio Nacional, todo Reforma, Avenida Juárez, Madero, 20 de noviembre y otras eran un mar de pueblo; la Estela de Luz o Monumento a la Corrupción estaba literal rodeada, con un brinco al unísono la hubiéramos hecho caer.
Hoteles, línea áreas, autobuses de línea o pirata, restaurantes, puestos de tacos, tamales o gorditas, fonditas, tiendas, bicicleteros con tacos de canasta, vendedoras de tlayudas, todos tuvieron su buen fin en unas horas. Los medios convencionales jamás van a informar que este fue un día de fiesta y algarabía, que ningún comercio cerró, al contrario, hasta los que no abren en domingo lo hicieron y vendieron de todo, y tampoco dirán que no se rompió un solo vidrio en la concentración política más grande de la historia nacional.
La Marcha del Pueblo es un acto fundacional, porque el presidente ha denominado Humanismo Mexicano a su legado conceptual y a las raíces de la Cuarta Transformación, aunque quizá para nosotros se le seguirá reconociendo y defendiendo como “el obradorismo”, esa corriente de pensamiento y acción que en esencia significa amor al pueblo y al prójimo, recuperación de nuestra historia como fuente de la acción política, austeridad republicana y combate a la corrupción, y la regeneración de un Estado de Bienestar. Sin duda más allá del 2024 habrá obradorismo, como existe el juarismo sin Juárez.
Al fragor la marcha, dos grandes figuras elaboradas artesanalmente de El Quijote de la Mancha y de Sancho encabezan uno de los contingentes, mientras los golpistas solo atinan a descalificar sin argumentos ni anclaje con la realidad, se impone la frase atribuida a El Quijote, pero que es realmente de un poema de Goethe: “Ladran, señal que cabalgamos”. Cabalgamos porque tonto es el que piensa que el pueblo es tonto, y todos esos recursos invertidos en la cacofonía mediática difundida por la vieja mafia del poder, solo les ha servido para todo lo contrario: para que millones salgamos a marchar para defender lo que hemos logrado.
Después de caminar seis horas los cuatro kilómetros y medio que van del Ángel de la Independencia al Zócalo, el único presidente de los últimos tiempos que en el año cuarto de su gestión ha podido recibir el cariño del pueblo a través de abrazos y manos francas, sin intermediación de guardias ni aparatos de seguridad; arribó al Zócalo para postular los principios básicos del Humanismo Mexicano:
“Esto para los jóvenes sobre todo, algo básico y esencial: nada se logra sin amor al pueblo, quizá en otros tiempos se podía fingir, simular, ir en campaña a pedir votos, abrazar a la gente y luego llegar al cargo y olvidarse del pueblo, a lo mejor en otros tiempos, ahora ya no, el consejo a los jóvenes es que si quieren dedicarse al noble oficio de la política, no olviden que lo principal es tenerle amor al pueblo, querer al pueblo, profundo amor al pueblo, nada se logra sin amor al pueblo; el presidente Lázaro Cárdenas decía, fíjense esto en 1937, estaba de presidente de la República no de candidato después de que fue presidente, decía que le mortificaba “conocer el verdadero fondo moral de muchos servidores públicos al observar en sus semblantes el disgusto que les causaba la demanda de auxilio o de justicia de la gente pobre.
Entonces pienso más en la tragedia interminable de nuestro propio pueblo. Pues bien, sin ese sincero sentimiento, nada bueno se puede hacer en la vida y menos en la política que, contrario a lo que se suele pensar, es uno de los oficios más nobles y de la más alta jerarquía espiritual. Que se escuche bien y lejos: La auténtica política es profundamente humana en su fundamento, en su esencia y, sobre todo, cuando se practica en bien de los demás y en especial de los pobres”.
La Marcha del Pueblo nos recordó el origen y sentido de nuestro movimiento, que no aspira a la simple inercia de ocupar cargos o posiciones por el hecho banal de ocupar espacios, sino de tener una agenda renovada de transformación del país, de mantener el pensamiento crítico, y a su vez el ejercicio de la autocrítica, pero, sobre todo, nunca perder la premisa: por el bien de todos primero los pobres.
Hoy se hace Patria para el históricamente excluido, Patria para el que fue largamente humillado. La Marcha también fue un llamado a no perder de vista que nuestros adversarios son las remoras de la mafia del poder, que debemos mantener la unidad y la organización para que lo nuevo termine de nacer. Nos dio una gran alegría mirar al presidente caminar al lado del pueblo, es uno de los nuestros, también nos dio un dejo de melancolía porque ya serán menos marchas y mítines con la presencia directa de nuestro dirigente, entonces vendrá el momento de honrar el legado, con la radicalización de los cambios por venir. Un acto fundacional.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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