El viernes 24 de febrero de este año, el Fondo de Cultura Económica en conjunto con el Gobierno de la Ciudad de México, presentaron el libro Las raíces del nacionalismo petrolero en México, del Dr. Lorenzo Meyer Cossío, profesor emérito del Colegio de México y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Este libro apareció por primera vez en 1968, cuando la vida política de México de la posrevolución cambió dramáticamente por el movimiento estudiantil y la Guerra Fría. La redición de este libro coincidió con la invitación del presidente Andrés Manuel López Obrador a todos los ciudadanos a asistir al Zócalo de la Ciudad de México el próximo 18 de marzo, para la conmemoración del 85° aniversario de la expropiación petrolera.
¿Por qué conmemorar uno de los acontecimientos más importantes que consolidó al estado mexicano? La energía ha sido un sido sector estratégico en historia de México con dos perspectivas. La primera, que el sector debe de estar en manos privadas con una lógica estrictamente lucrativa, impuesta en el periodo neoliberal. En contraste con esta perspectiva, la segunda consiste en la recuperación del Estado de bienestar, en el que se debe de encargarse de los derechos básicos como educación, salud y vivienda.
Lo llamativo en el estudio del tema del desarrollo de la industria petrolera mexicana, es la implementación pacífica del capital extranjero en países económicamente poco desarrollados, es decir, aquellos que se ven impedidos para dominar sus propios recursos. A aquella industria dominada por el capital extranjero que explota algún recurso natural de un país periférico para ser consumido en mercados externos, es considerado como un enclave económico. El enclave se encuentra prácticamente desligado del país donde se halla situado físicamente y es parte integral de los sistemas económicos. Los enclaves crean un ambiente propicio para el desarrollo de relaciones de dependencia política entre el país inversor y receptor. Sin embargo, si las circunstancias externas e internas se conjugan, las sociedades dependientes pueden intentar un cambio de la situación en su favor, es decir, tomar control de la dependencia económica.
Las empresas Standard Oil Co. Of New Jersey y la Royal Dutch Shell, convirtieron la industria petrolera mexicana un enclave económico para llevar a cabo sus negocios, saltándose toda clase de reglamentaciones que se les imponían en los Estados Unidos. Interpretaban a su conveniencia las leyes mexicanas de propiedad, resistiéndose a cualquier tipo de intervención en sus negocios, creando así un mundo de negocios desenfrenado. Entre 1911 y 1921, la industria petrolera extranjera tuvo un “apogeo dorado”, por el aumento de las reservas mexicanas, la creciente demanda internacional de petróleo, el descenso de la demanda interna mexicana y los bajos precios del crudo, ya que se requería petróleo para la elaboración de combustible para los vehículos. Al final de la Primera Guerra Mundial, el petróleo mexicano contribuyó al 15.4% de la producción mundial, el cual alcanzó un máximo de 25.2% en 1921.
La lucha por sacudirse de las compañías petroleras comenzó en 1912, dos años después del estallido de la Revolución mexicana. Cinco años después el artículo 27 constitucional reintegraba a México la propiedad subterránea de los hidrocarburos. Otros capítulos culminantes en esta historia por la lucha de la industria petrolera mexicana, sucedieron con el motivo de la Ley Petrolera de 1926, de la disminución del producto mexicano a medida que se perforaban pozos en Venezuela y de la organización del sindicato único de trabajadores petroleros. Estados Unidos y las empresas petroleras se negaron a aceptar la legitimidad de una decisión que afectaba sus intereses ante el nuevo ordenamiento constitucional.
La estrategia cambia con la llegada de Lázaro Cárdenas, como resultado de un conflicto obrero-patronal, la lucha contra el ascenso del fascismo y la política de “buena vecindad” del presidente Roosevelt, hicieron posible que Cárdenas aplicara la Ley de Expropiación a los bienes de las compañías petroleras el 18 de marzo de 1938 “por una actitud rebelde”. La expropiación y nacionalización de la industria petrolera mexicana representó una respuesta audaz de un país periférico, el cual generó la vitalidad, la voluntad y la capacidad para reaccionar frente al cúmulo de agravios de parte de las potencias imperialistas.
85 años después, el proyecto neoliberal abrió las puertas del sector petrolero nacional al sector privado. Pongamos el caso de la Reforma Energética de Enrique Peña Nieto en agosto 2013, presentado como un proyecto modernizador del sector energético nacional para disminución del precio de los energéticos, pero en realidad fue una contrarreforma neoliberal para entregar combustibles y electricidad a las compañías internacionales, con resultados de descomposición, pobreza y marginación.
Con la llegada del presidente López Obrador al poder, se abrió un nuevo capítulo en la historia de la lucha por el petróleo mexicano. La misión de AMLO en materia energética consiste en alcanzar una meta: consolidar la soberanía energética. La compra de la refinería Deer Park, la rehabilitación de las refinerías y la construcción de la refinería de Dos Bocas han contribuido al desarrollo económico y social de México. Para la construcción de este mega proyecto ubicado en Paraíso, Tabasco, se empleó a más de 35 mil trabajadoras y trabajadores, generando 230 mil empleos en todo el país.
No hay que confiarse, porque el presidente se ira en el 2024 y la oposición harán todo lo posible para seguir succionando los recursos naturales, por lo que su sucesor o sucesora tendrá la tarea de continuar el proceso de transformación. Conmemorar la expropiación petrolera es parte de nuestro activismo para defender el proyecto de la 4T y que el sector petrolero nacional no sea un enclave económico del capital extranjero.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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