Llamó mi atención la circulación de un artículo publicado el pasado 20 de febrero por la Gaceta UNAM titulado “¿A qué se dedica un historiador? ¿Y de qué vas a vivir?”, entre mis amigos, amigas y colegas historiadores. En dicho artículo, menciona un acercamiento que tuvo la Dra. Claudia Garay Molina, doctora en historia del arte e investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria 4 “Vidal Castañeda Najera”. Resulto que un 33% de los estudiantes quieren dedicarse a estudiar el arte o la historia, tomando el ejemplo de Abril, una adolescente de 17 años y su deseo de estudiar artes visuales en la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM, a pesar de las protestas de su familia.
La investigadora compartió su experiencia con la joven estudiante, en el que enfrento ese prejuicio que se tiene a los que se dedican a las humanidades y su inquietud de dedicarse a la investigación. El momento decisivo para la investigadora se lo dieron sus maestros y maestras de historia universal e historia de México, como en su caso con el Dr. Renato González Mello, especialista en el muralismo mexicano, quien se convertiría su asesor desde la licenciatura hasta el doctorado para construir su línea de investigación desde los estudios de la cultura visual. De manera, que Garay Molina compartió con los estudiantes de la Preparatoria 4 los diversos campos de acción que tienen en la historia del arte. Por ejemplo, mencionó “que, así como hay la posibilidad de la investigación y la docencia, también existe la de trabajar en los museos como curadora, lo que permite hacer narrativas y relatos visuales en los muros de esos espacios”.
En lo personal, no tengo nada en contra de estudiar la historia del arte o las artes visuales, al contrario, es muy atractivo. Sin embargo, el artículo de la Gaceta UNAM omite cuál debe de ser la labor de un historiador profesional en una realidad inmediata o de los problemas que enfrentan las y los historiadores para encontrar oportunidades de trabajo al concluir sus estudios. Discutía en la semana con un amigo y otros compañeros sobre cuál debe de ser la labor del historiador y se llegó a la siguiente conclusión, “el rescatar los silencios enterrados”.
Aquellas nociones de racismo, clasismo, machismo, eurocentrismo y xenofobia enterraron por mucho tiempo la lucha de las mujeres en México, a los indígenas, a los afrodescendientes y a las víctimas de la llamada Guerra Sucia, en el que tiempo atrás el Estado movilizó sus recursos de espionaje, policiaco y militar para perseguir sistemáticamente en distintas regiones del país a cualquier disiente que representara una amenaza a los gobiernos postrevolucionarios del PRI, como Lucio Cabañas, la Liga Comunista 23 de Septiembre o Rubén Jaramillo.
“El historiador debe plantear problemas, no sólo narrar hechos. La historia es una forma de conciencia que ilumina el presente” así lo planteó el historiador francés Marc Bloch, fundador de la escuela de los Annales y participante de la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), razón por la que fue torturado por la Gestapo y luego fusilado a los 57 años de edad el 16 de junio de 1944 en Saint-Didier-de-Formans, Ain, cerca de Lyon.
Estamos viviendo una situación peculiar, un proceso que se mueve y tratamos de entenderlo. No se puede ser neutral e indiferente ante los acontecimientos o estar atrincherados en nuestros espacios para no ser afectados. En ocasiones, permitimos cederles el espacio del debate público a personajes autonombrados “desmitificadores”, a los que los medios masivos otorgan espacios, como Enrique Krauze o Héctor Aguilar Camín, porque sus narrativas se adecuan a la ideología de los dueños de esos medios masivos de comunicación.
Se han hecho extraordinarios esfuerzos tanto para revindicar estas luchas históricas y en la promoción de la lectura para combatir aquellas generalidades, se hace un llamado para acercarse a los espacios donde los estudiantes se informen, debatan y aprendan. Por ejemplo, la reciente construcción de la red Sembrando Historia, un proyecto de más de 100 historiadores, que cuenta con el respaldo del Archivo General de la Nación (AGN), el Archivo General Agrario (AGA), el Instituto Mexicano de la Juventud (IMJUVE) y el Fondo de Cultura Económica (FCE). Trabajando desde posiciones alejados del ámbito académico, estudian a los pueblos originarios, las minorías, las mujeres, los rebeldes, los campesinos, la resistencia en cualquiera de sus expresiones.
Pueden estar de acuerdo o en desacuerdo con las siguientes líneas, el modelo de la economía moral implementado en México, se ha convertido en un polo alternativo ante el modelo neoliberal en el mundo, aparte del nuevo modelo que busca implantar Donald Trump en los Estados Unidos, que conllevara a consecuencias desastrosas. Podemos vivir de la investigación o la docencia, pero no podemos olvidarnos de nuestra labor de formar conciencias, ver más allá del contexto histórico. Tenemos que estar comprometidos con estos cambios, para desarrollar formas de convivencia entre hombres y mujeres en México para la resolución de nuestros problemas.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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