La inseguridad elevada al primer problema social de país infunde miedo y una sociedad con miedo es mucho más manipulable, por eso los regímenes anteriores insistieron en la gran magnitud de la inseguridad como el enemigo número uno de la sociedad mexicana.
El régimen anterior imponía la obsesión por la inseguridad incluso antes de que el narcotráfico apareciera como el protagonista de la violencia en las calles: era necesario asustar a la población para que no cuestionara la acumulación de dinero que se otorgaba al supuesto combate a la inseguridad, se abrían posibilidades de recurrir a alternativas presupuestales directas ante la inminente lucha por salvaguardar la integridad de los mexicanos.
Quienes colocaron a la población en el campo de batalla entre las autoridades y el narcotráfico fueron las autoridades. Con la ayuda de los medios los gobiernos colocaron a la población como carne de cañón en su lucha por una delincuencia que el otorgaba un gran poder de manipulación y un enorme presupuesto.
Cuando el mido dejó de ser la guerrilla en México el origen del terror se trasladó al narcotráfico. La propia Dirección Federal de Seguridad fue clausurada definitivamente con el pretexto de su actuación represiva, aunque en realidad se intensificó posteriormente desde las diferentes corporaciones policiacas del PRI y del PAN. Derivó en el CISEN que era una oficina de persecución de disidentes, que designaban como enemigos del país, cuando, en muchos casos, luchaban por la libertad.
La impunidad garantizada de los elementos de la DFS y luego del CISEN, es una asignatura pendiente de la justicia en México. Los integrantes dela Brigada Blanca que torturaban para ver si acaso eran sospechosos los detenidos, en su gran mayoría jóvenes, hombres y mujeres que sufrieron las peores vejaciones en nombre de la defensa de la integridad de una sociedad que en el fondo despreciaban y robaban.
Los funcionarios de la DFS, de la Brigada Blanca, del Cisen, salían millonarios de sus funciones inexplicablemente. Un solo comandante, que eran intocables y considerados casi héroes de la patria, no quedó pobre luego de trabajar como represor de jóvenes mexicanos, actividad que disfrutaban ejecutar y ver.
La inseguridad, la violencia, la lucha por el sueño de caminar por las noches sin miedo hizo de la población el objetivo de miedo, pero no de la inseguridad, problema que los funcionarios públicos desde Ávila Camacho hasta Peña Nieto, que implantaron una fuente de ingresos sin auditorías y una manera más sencilla de que el pueblo obedeciera.
Los mexicanos conservan el miedo al comunismo, sobre todo una clase media desinformada y poco ilustrada, temor al que se suma el narcotráfico. Es una vieja costumbre el temor, que pasa de generación en generación sin más averiguación que la machacona insistencia de los medios sobre el grave problema número uno de México.
Así como The New York Times participa en la campaña de montajes contra el gobierno, así también favoreció, junto con otros medios del vecino país, el miedo. Estados Unidos le convenía, como le conviene ahora, que la gente le diera prioridad una mentira porque de esa manera podría introducir soldados, agentes de la CIA, de la DEA y del FBI a territorios ajenos.
Una manera de exorcizar el miedo es dando a conocer la verdadera historia de la guerra sucia, y así como hay homenajes post mortem, debe haber condenas a los muertos para que los mexicanos, de todas las edades, identifique, de una vez por todas, a los causantes originales del miedo, el cual no era gratuito porque en toda la existencia de la DFS sus agentes se dedicaron a castigar un pensamiento distinto al impuesto desde el gobierno a través de un partido político hegemónico, autoritario y represivo.
Sólo con la condena a los numerosos integrantes de la represión que alcanzaron la impunidad con la muerte, se podrá conocer el origen del miedo inexplicable de los mexicanos hacia una inseguridad que se ha magnificado y colocado como la peor miseria humana en su historia del país.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios