La polisemia es una característica de ciertas palabras que poseen distintos significados como ocurre con “historia”, que Alberto Rosa en 1993 atribuye dos sentidos concretos: la “historia-pasado” o con hache minúscula, como un simple relato del pasado que incluye sucesos incontables como documentos, monumentos, registros históricos o narraciones de personas que dan cuenta del paso del tiempo. La “Historia-disciplina” o con hache mayúscula, implica una institución y una práctica dedicada al estudio del pasado. Por ello, la Historia se compone de historias, algunas quedan en el olvido, pero otras trascienden como la que nos toca vivir.
Nací en el extinto Distrito Federal tenía una familia compuesta por seis integrantes, tres hermanos, mis padres y yo. Crecí en un contexto donde se priorizaban los concursos en la escuela, nos obligaban a ser el mejor grupo, la mejor banda de guerra, interpretar mejor el Himno Nacional en su versión extendida, la lógica de la competencia del neoliberalismo. El idioma inglés también era muy importante, no era obligatorio en las escuelas públicas, pero sí había una intención de que los niños lo aprendieran.
Escuché siempre hablar de buscar la modernización de México, creo que significaba quitarle ceros al peso y acuñar monedas menos pesadas con diámetros ínfimos. La pérdida de millones y la globalización quitó demasiados empleos y mató a muchos mexicanos, entre ellos a mi padre. La crisis económica, política y social, era una constante, sobre todo cada fin de sexenio.
Mi vida en la licenciatura se era trabajar, estudiar y utilizar la casa de mis padres como un hotel donde sólo llegaba a dormir para día con día mantener la rutina. Llegó la edad de votar, acto que nunca realicé por convicción, claro que acudía a las urnas, siempre que me correspondía, pero las malas experiencias sobre los fraudes electorales y toda mi historia personal me llevó a pensar que nada podría hacer frente a una estructura de poder brutal que nos consumía.
Mi vida universitaria comenzó una vez que entré a trabajar en mi alma mater. En ese tiempo regresó el PRI a la presidencia con una de las expresiones más claras del “poder” que lo caracteriza, la violencia brutal en la toma de protesta de Enrique Peña Nieto. Mis compañeros de comunicación social de la UAM que estaban reportando el suceso quedaron sin ganas de continuar nuestro proyecto informativo. Vimos muchos videos de vecinos que desde los edificios aledaños a San Lázaro grabaron o transmitían en las redes sociales y que fueron sacados a la fuerza de sus departamentos al momento por la policía, pero la Historia nunca lo registró.
Ese sexenio vimos mucha gente que salía a tomar las calles en protesta por todas las reformas, concentraciones que no servían de nada. Escuchamos a los jóvenes participar con más fuerza porque ya o había nada que perder, su vida era tan insignificante para ellos, como para el poder y lo corroboramos con los 43. El futuro no proveía ninguna oportunidad de arrancar a la Historia que vivíamos un ápice de cambio. Veía a los obradoristas como un grupo social con mucho ímpetu, pero que brindaba esperanzas vacías. Presos de idealización de personajes políticos que tarde o temprano serían absorbidos por grupos de élite, como lo habíamos visto antes. Hasta que MORENA llegó a la presidencia con ánimo popular de lograr hacer cambios en el país.
La huelga del 2019 de la UAM me hizo ver que los medios de comunicación mentían abiertamente. Le puse atención al presidente a través del Subsecretario Hugo López-Gatell y una vez que terminaron sus conferencias me mudé a las mañaneras. Toda la información de Gatell la cotejaba y después los datos de presidencia. La Historia dice que Andrés Manuel sacó a 9.5 millones de mexicanos de la pobreza, las historias dicen que varios millones de personas han podido sentir, por primera vez en muchos años, que el voto vale.
El sexenio no fue perfecto, pero sé que muchos ciudadanos en México y el mundo han sentido que son representados y esperamos que la nostalgia de esa semana se cure con buenas acciones desde todos los poderes. Por lo pronto, el ejecutivo parece que será recíproco al apoyo de 65 millones de votos; el legislativo ha conseguido la reforma al judicial, tal como se les solicitaba; ahora falta ver si los mexicanos podemos vivir una madurez ciudadana. Ya no más complejos, ahora sabemos que nuestra voz tiene que ser escuchada. El primero de octubre se cierra un capítulo de la Historia que irradiará a futuras generaciones.
Hoy publico mi último artículo de este sexenio, en una columna donde siempre tuve libertad de tocar cualquier tema y me hago responsable de cada palabra, cosa que hace tiempo era complicada. Mi historia es parte de 128 millones que contarán algo bueno o malo de este periodo histórico-social, pero 65 de ellos escribieron una Historia que comenzará a contarse desde el 2018. Hasta siempre presidente, muchas gracias por dar un poco de esperanza a este corazón escéptico y por comenzar a escribir esta Historia.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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