La periodista Anabel Hernández enfrenta nuevas acusaciones de plagio y difamación relacionadas con sus libros publicados. En esta ocasión, las críticas surgen por su tratamiento del polémico caso Wallace, donde sus aseveraciones llevaron a la condena de personas inocentes por un delito que, según denuncias, nunca ocurrió.
El caso Wallace, uno de los procesos judiciales más controvertidos en México, ha estado marcado por contradicciones, irregularidades, fabricación de pruebas y tortura. A casi 20 años del presunto secuestro y asesinato de Hugo Alberto Wallace, la periodista Guadalupe Lizárraga presentó pruebas que desmienten las acusaciones de Hernández y demuestran que muchas de sus afirmaciones en el libro “Los señores del narco” fueron arbitrarias y casi una reproducción exacta de investigaciones del periódico El Universal.
En su obra “La lucha por la verdad: El falso caso Wallace”, Lizárraga argumenta que las irregularidades y pruebas fabricadas llevaron a detenciones arbitrarias. Señala que la participación de Hernández fue un factor clave en la criminalización de las víctimas, incluyendo a George Khoury, quien fue repetidamente detenido y acusado del mismo crimen, vinculado injustamente con delincuencia organizada por Isabel Miranda de Wallace y testigos protegidos anónimos.
Hernández ayudó a legitimar estas acusaciones en su libro, donde describió a Khoury con apodos despectivos como “El gitano” y “El Koki”, sin entrevistar a los supuestos delincuentes ni permitirles declarar. Estas difamaciones cesaron cuando Khoury fue reconocido como inocente por el Grupo de Trabajo de Detención Arbitraria de Naciones Unidas.
Los plagios
Además de difamación, Hernández ha sido acusada de plagiar investigaciones de colegas de El Universal. Según Lizárraga, Hernández recortó y reprodujo exactamente artículos del periódico en su trabajo. Un ejemplo es una descripción de Khoury que apareció anónimamente en El Universal y luego en el libro de Hernández sin cambios.
Lizárraga afirma que Hernández cometió el plagio sin cuestionar las acusaciones, asumiendo una certeza infundada sobre la culpabilidad de Khoury. Asegura que Hernández escribió basándose únicamente en lo que leyó en El Universal, cayendo en inexactitudes y difamando sin haber conocido a los acusados.
Estas nuevas acusaciones plantean serias dudas sobre la integridad del trabajo periodístico de Anabel Hernández y reabren el debate sobre la veracidad del caso Wallace, un tema que sigue resonando en la sociedad mexicana.
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