Como si de un presagio bíblico se tratara, las maldiciones caídas sobre los hombros de la oposición, no parecen terminar. Una sobre otra, se han convertido en derrotas electorales y han propiciado el cambio de rumbo que tanto anheló todo un país. Dicho destino, comenzó con la llegada de la 4ª transformación en 2018 y después con la tan esperada continuidad de esta, el segundo piso o el Plan C, a mediados del año en curso, con todo y sus triunfos intermedios en la mayoría de los estados, que no así en la cámara de diputados o la Ciudad de México en las elecciones intermedias.
Así como ocurrió, estos resultados no fueron producto sólo del trabajo del partido oficialista en México ni del azar, tuvo mucho que ver el tipo de representantes que la oposición escogió para sí misma. Cuando en el 2018 fue elegido dirigente nacional del PAN, Marko Cortés, el partido del que tomaba las riendas, poseía un control casi total al lado del PRI y fue durante el curso de seis años que lo llevó a una crisis que tal vez podría equipararse con la de los años posteriores a la fundación del blanquiazul.
Y como no hay mala dirigencia que dure 100 años ni partido que lo soporte (y como muestra está el PRD), el relevo del michoacano llega de la mano de Jorge Romero, quien obtuvo la mayoría de los votos en lo que él mismo se jacta: “fue una elección abierta a toda la militancia”. Pero, ¿qué clase de personas se orgullecen de tener como su dirigente de partido a un político que ha sido vinculado a un esquema de corrupción inmobiliaria que le redituó grandes dividendos a unos pocos de sus allegados, de los que muchos se encuentran en la cárcel, mientras se aprovechaban de sus cargos públicos y se desentendían de los verdaderos problemas de los ciudadanos a quienes debían servir en la alcaldía Benito Juárez?
Con la elección de Jorge romero como dirigente de acción nacional, dicho partido y sus asociados no podrían estar mejor representados. No obstante que, ahora coinciden en ser una minoría no sólo en las 2 cámaras sino, además, en las gubernaturas estatales, el flamante presidente nacional del partido azul, copia las estrategias pendencieras que han tenido otros líderes panistas, con infructuosas embestidas que complementaban con escándalos y que tuvieron como consecuencia que los ciudadanos, hartos de conductas gansteriles, evitasen votar por un partido conservador inmiscuido en racismo, clasismo y corrupción. Basta recordar el reparto que daba a conocer el propio Cortés en su cuenta de Twitter, ahora X que, en común acuerdo con Alejandro Moreno del PRI, correspondía al PAN, como se daría a la postre, elegir el candidato para la presidencia del país y la Ciudad de México.
Pero a su falta de experiencia política, añaden descalificaciones a sus rivales y pretenden suplir su falta de inteligencia y sagacidad con unas terribles ganas de ser gobernados, sumisos y sobajados, por los poderosos gobiernos extranjeros que les devuelvan el control del dinero y poder; para ellos todo es poder, cueste lo que cueste al pueblo.
Con alrededor de 300 mil militantes que tiene el partido acción nacional, la soberbia de su recién elegido dirigente, solo está rebasada por la crisis de identidad que atraviesa dicha institución. No parece ser de sabios criticar a un 54% de votantes que optaron por MORENA en las elecciones federales pasadas, que significaron 36 millones de votos, para después centrarse en hablar de haber ganado las elecciones internas de un partido con apenas 110 mil votos (según Romero) y jactarse de un imaginario poderío de su militancia, un poderío con el cual planea recuperar escaños en el congreso y gubernaturas, según ha dicho en entrevistas, basado en la misma soberbia con la que comenzaron sus antecesores.
No hay que olvidar que desde Germán Martínez hasta Marko Cortés, a todos les sobró arrogancia e inteligencia en el discurso, que en los hechos resultó por demás escasa. Precisamente su diatriba a modo, bien ensayada, hecha para las cámaras y micrófonos, es la misma que en su momento utilizó Calderón para decir que tenía las manos limpias y después, al terminar su terrible sexenio, se fue con la cola entre las patas, mientras dejó lleno de sangre al país o bien, la de Santiago Creel, que habló a los militantes blanquiazules, haciendo alarde de un histrionismo digno del séptimo arte, por lo menos del cine de ficheras, en donde expresó entre lágrimas y gritos ahogados, su amor y pasión por México, aunque le faltó aclarar que se refería solo al que le proporcionaba generosos ingresos y no al de los mexicanos que él contribuyó a dejar sumidos en la pobreza.
Dice Romero tomar protesta de su nuevo cargo este próximo viernes lo cual no representa ningún cambio sino, más bien, la continuidad de la ideología panista que ha imperado no solo desde la fundación del partido (donde tuvieron claras preferencias con el nazismo como documentaría Rafael Barajas), con especial enfoque donde Vicente Fox llegó a la presidencia de la república, cuando se dedicaron a crear acuerdos corruptos que les permitió disponer del erario mientras llevaban al país en picada.
Si por algo deben ser reconocidos los integrantes de dicho partido, es por su actuar hipócrita, la preferencia por agachar la cabeza y besar zapatos extranjeros y su inclinación al clientelismo cuando llegan al poder. La vergüenza y el ridículo, si resultan descubiertos a posteriori, bien vale la pena tragárselos si antes firmaron un contrato que deviene en millones de pesos para sus cuentas. De lo que puede estar seguro Jorge Romero es que, con un actuar como el que han tenido en los últimos tiempos, la cloaca que han convertido en hogar los políticos de la oposición, la habitarán por muchos más años. Pueden ponerse cómodos.
*Columna dedicada, de manera especial, al cumpleaños del Licenciado Andrés Manuel López Obrador, expresidente de México.
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