La ambiciosa vulgaridad

En otros tiempos, ser candidato de la izquierda a algún cargo público equivalía a que le cayera al señalado una desventura personal. Ni el pintor de brocha gorda, ni el maestro de primaria, ni los obreros del calzado, ni el empleado bancario, ni el vendedor de colchas a plazo y a domicilio, ni el irremediable subempleado, ni el trabajador del departamento de Limpia municipal, ni el sindicalista que militaban en el partido se animaban a entrarle. La candidatura implicaba para el arriesgado desentenderse un tanto del trabajo diario o ponerse a tiro de piedra del desempleo. Políticos profesionales no había.

Comenzaba la campaña y, con los propios y escasos recursos, había que comprar la pintura y las brochas para pintar bardas con el nombre del candidato; preparar el engrudo para pegar carteles en paredes y postes de alumbrado público, y “picar” el stencil marca Gestetner para imprimirlo en el mimeógrafo (sólo los muy muy veteranos sabrán en qué consistía esta tarea, hoy paleolítica). Comprar el papel revolución donde se imprimirían los volantes; preguntarle al director de la primaria “Martín Muñoz” si siempre sí daría chance de usar el mimeógrafo escolar el sábado, si no para pedir su apoyo al FAT. Llevar a los periódicos locales los boletines de prensa que nunca se publicarían; entregar en la Presidencia Municipal la solicitud para el uso de un jardín o plaza pública. Finalmente, realizar la asamblea popular en la que a veces había más gente arriba de la tarima que abajo entre los asistentes.

Aquello cambió. Hoy, una candidatura de la izquierda morenista es casi como pasar a ventanilla a cobrar una factura autorizada por el gerente de compras: es un triunfo seguro, aunque no gracias a Morena sino a pesar de Morena, un movimiento que no ha articulado una organización de base que apoye en los hechos el impresionante trabajo diario del presidente López Obrador para enfrentar los desquiciados esfuerzos de la reacción por regresar al poder.

Pero esa seguridad electoral parece operar en su contra, porque se suman a ella “vulgares ambiciosos” como Germán Martínez, Lily Téllez, Ricardo Mejía Berdeja o el procurador del consumidor Ricardo Sheffield1 que se suponen a sí mismos como poseedores de un irresistible carisma popular cuando en realidad son apenas políticos minúsculos que se nutren parasitariamente del trabajo de López Obrador. Y como ellos, muchos más.

Muchos más como Marcelo Ebrard, cuya ambiciosa vulgaridad provoca hoy el desbordamiento de pasiones, no sólo en Morena sino también en grupúsculos, como el partido MC, que se encuentran al acecho de lo que les caiga porque por sí mismos no tienen nada que ofrecer.

El suyo, como todo desbordamiento que lo sea de verdad, es ciego y arrasa y se lleva por delante lo que se le ponga enfrente, trátese del equilibrio mental, la decencia política o la visión de futuro de país. Al grito de “después de mí el diluvio”, amarga como fue esta expresión desesperada atribuida a Luis XV, Ebrard vaticina una catástrofe para millones de mexicanos si no es él el próximo presidente del país. Que sea menos, don Marcelo.

Lástima. Porque un equipo de unidad integrado por Sheinbaum, Noroña, Adán Augusto y Marcelo aseguraría una continuidad tersa de la 4T para el próximo sexenio frente a una reacción derechista obnubilada y absolutamente carente de cuadros políticos como los mencionados. Xóchitl, Creel, Paredes y la muchedumbre de periodistas, intelectuales y jueces que los apoyan palidecen y se empequeñecen hasta la miniatura si se los coloca al lado de estos cuatro verdaderos maestros de la política.

Pero Marcelo no quiere que sea así. Prefiere romper, seccionar, acusar, minimizar, desdeñar, soslayar, burlar, bocabajear, amenazar, separar, destruir, sospechar, excluir. Como los “ambiciosos vulgares” enlistados líneas arriba, piensa que sus ambiciones personales se encuentran por encima del pueblo y del presidente que encabeza a ese pueblo. La realidad le está demostrando no es así.

1 “Ricardo Sheffield Padilla es el candidato morenista que proviene de la ultraderecha. Fue alcalde de León de 2009 a 2012, como militante del Partido Acción Nacional (PAN). Antes fue conductor en Televisa del Bajío, subdirector jurídico del grupo Industrial Fox y socio de dos firmas de abogados.”
ELECCIONES EN LEÓN: UN EX INTEGRANTE DEL YUNQUE VS. EL PRIMER CANDIDATO ABIERTAMENTE GAY
Jennifer Olvera, estudiante, y Dulce Soto, reportera / Corriente Alterna | publicado el 02-06-2021 en https://corrientealterna.unam.mx/justicia-e-impunidad/elecciones-en-leon-un-ex-integrante-del-yunque-vs-el-primer-candidato-abiertamente-gay/

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