La larga agonía al PRI y al PAN los obliga a radicalizarse. Gritar para demostrar que está ahí todavía, que su voz, que es lo único que le queda, se convirtiera en grito para darle vida a un membrete desgastado por los excesos de sus miembros.
Un PRI, senil, débil y con los días contados quiere echar abajo la elección del Poder Judicial y convoca a los medios a su alcance, -esos mismo que podría matar de hambre si quisiera según dijo el líder Alito-, para que hagan eco de sus amenazas.
Los que une a los grupos fácticos con el PRI, el PAN y MC es la esperanza de que ganen, cuando, en realidad, todos son decadentes y tienen la costumbre de desperdiciar los triunfos, porque desconocen el ejercicio político. Si ganan celebran el triunfo, si pierden se laceran unos a otros, pero ninguna de las dos circunstancias los mueve a trabajar. Costumbre en la administración pública.
Para los medios, el contenido de esos partidos son la única esperanza de que regrese el subsidio que recibían antes de diciembre de 2018. Pero la esperanza muere al último y no tienen muchas alternativas de volver a esas prácticas más que agarrarse de un clavo caliente y seguirles el juego informativo de costumbre.
El PRI es la vieja política que dio lo que pudo, el PAN es el conservadurismo pro empresarial, y MC es una política todavía más anacrónica que la del PRI, pero para disimular la decadencia del pensamiento vetusto de Dante Delgado, le llama nueva política.
De hecho, el INE acaba de ordenar una transformación en los estatutos de MC debido a que cumpla con las normativas sobre violencia política contra las mujeres en razón de género y paridad sustantiva, donde tienen un grave atraso en sus normatividades internas, que deben buscar la erradicación de la violencia política de género y garantizar la participación equitativa de las mujeres en la política, cosa que, hasta el momento no habían tomado en cuenta. Es un partido viejo con jóvenes encabezándolo.
Es una vieja costumbre entrar a trabajar “al gobierno” para tener una plaza segura y trabajar poco. Tradición que estaba a punto de convertirse en ley no escrita que se rompe en 2018. Burócratas sin compromiso y trabajadores sin responsabilidad, sometidos a su propia mediocridad, criterio que permeaba desde los secretarios de estado hasta los empleados operativos.
La vieja política que arrastra a esos tres partidos nunca se preocupó por crear cuadros en las oficinas, pero no del partido sino de una burocracia comprometida, de una capacitación permanente y un servicio profesional de carrera transparente y real. Todo era recomendaciones, palancas, amistades, nepotismo, compadrazgo.
Hacer como que trabajaba una burocracia sin compromiso con nadie más que son sus vacaciones y aumentos salariales.
El individualismo, la meritocracia el aspiracionismo como norma de vida dañaron mucho la administración pública a agrado tal que fueron los que derribaron las instituciones. Cuando se les transforma, en el sexenio de López Obrador, sólo se barrieron los escombros de instituciones en ruinas que cayeron por su propio peso carcomidas por la corrupción. Ahora quieren culpar al nuevo régimen de la desaparición de las instituciones, cuando se trataba de escombros derribados por la conducta de sus funcionarios en todos sus niveles.
La radicalización de la oposición tiene que ver con una libre interpretación de la realidad, así ellos dicen si la presidenta está enojada, si está contenta y colocan como un rompecabezas fantástico el origen de su estado de ánimo. Aseguran que se enojó la Presidenta porque atraparon a El Mayo, o que se pone feliz por cualquier cosa que ellos quieren que ella esté contenta, cuando son apreciaciones subjetivas. Ellos saben perfectamente cuando está la mandataria enojada, capacidad de apreciación que envidiaría hasta su esposo. Incluso contratan gente que lea la expresión corporal y grafología, para especular sobre lo que piensan los principales funcionarios públicos, incluyendo la presidenta. Esa es su manera de hacer política, como si se tratara de la una revista Cosmopolitan para quinceañeras.
Las bases de los partidos de oposición están pudriéndose desde hace años, su origen y desarrollo desde las bases se encargaron de deteriorar su propia cotidianeidad.
Es esa vida diaria que se encaminó hacia la comodidad la que derrotó a los simpatizantes de la vieja política, que exige la individualidad, el egoísmo que se requiere para no tener sensibilidad social y la envidia suficiente como para aislar beneficios propios y hasta alejarlos de la familia cercana.
La oposición no tiene remedio, sus bases están contaminadas con una especie de virus que empieza con la pereza y termina con la sicopatía.

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