A dos tamaulipecos.
Lo que sigue tiene dos antecedentes: el primero, una comida ocurrida el sábado; el segundo, una columna de opinión publicada tres días después, el miércoles 19. La comida tuvo lugar en un municipio conurbado a Toluca; el texto apareció en El Financiero. El convite tuvo como propósito celebrar el cumpleaños de un sociólogo inteligente y generoso. La columna se titula “Trópicos”, y la entrega de esta semana, “Tiempo de híbridos”, en alusión directa a la rola de Rockdirgo González. El sábado fuimos agasajados con una variedad de platillos marroquís —cuscús, pastilla, carne con ciruelas…—, buenos vinos, te, pastel, café… Omar Cepeda escribió el texto publicado el martes. Ambos, él y yo, junto con otra docena de personas, fuimos invitados a la celebración del sábado. Sin mencionarlo explícitamente, el texto que Omar publica el martes alude evidentemente tanto a los desacuerdos como a los acuerdos que tuvimos oportunidad de ventilar el fin de semana.
El acuerdo fundamental se escribe fácil: a los dos nos parece que la referida canción del tamaulipeco Rodrigo Eduardo González Guzmán (1950-1985) es una obra maestra. El desacuerdo también puedo frasearlo fácil —aunque quizá él dirá que no es así—: Omar Cepeda es opositor a Andrés Manuel López Obrador y la 4T, mientras que yo me ubico en la antípoda: apoyo abiertamente al Movimiento de Regeneración Nacional que encabeza AMLO, e incluso me considero obradorista. La situación anterior, los vinos y la capacidad de discutir vehementemente, pero de manera civilizada, permitió que el sábado, en momentos provocando cierta alarma entre el resto de los comensales, enfrentáramos nuestros respectivos puntos de vista. Omar Cepeda cierra su columna del martes diciendo:
“Tiempo de híbridos”, cuando para muchos ya es irrelevante preguntarse o responderse si nuestro presidente es de izquierda o de derecha… y es que “era un gran sabio rupéstrico, de un universo doméstico, Pithecanthropus atómico, era líder universal”.
El parrafito exige una exégesis mínima, acerca de al menos tres puntos. Primero: las últimas palabras, que aparecen entrecomilladas, son parte de la letra de “Tiempo de híbridos”. Segundo: esos “muchos” para quien “es irrelevante preguntarse si nuestro presidente es de izquierda o de derecha” en realidad no son muchos, sino uno, uno solo, en concreto, yo. Lo digo porque sucedió que el sábado, en algún momento de la polémica, Omar me preguntó:
— Bueno, pero dime, ¿es el presidente un hombre de izquierda?
A lo que, en efecto, respondí:
— Tu pregunta es irrelevante.
Y tercero: dada la estructura en la que está redactado el texto omariano, no queda claro a quién endilga la descripción tomada de la rockdrigiana rola, ¿a quien piensa que resulta irrelevante preguntarse si el presidente es de izquierda o de derecha, o al presidente mismo? Si se dirige al primero, puedo decir que no me parecería ofensivo ser llamado “un gran sabio rupéstrico, de un universo doméstico”, al contrario, hasta a halago me suena, y ni siquiera “Pithecanthropus atómico”, aunque lo de “líder universal” sí que ya resultaría de una ironía casi agresiva. Si en cambio, la descripción va dirigida al señor presidente de la República Mexicana, dado el contexto y considerando al emisor del mensaje —no el cantautor urbano, sino el periodista de El Financiero—, tendremos que convenir en que llamar “un gran sabio rupéstrico” a Andrés Manuel está peligrosamente próximo al agravio “Mesías tropical” ideado por Enrique Krauze.
Estos son los antecedentes y lo que viene no es una respuesta punto a punto a todo lo que Cepeda escribe en su columna —una serie de desaprobaciones al presidente—, sino solamente a lo que considero como una alusión personal.
La rola del buen Rockdrigo es una crítica atinada y feroz a la indefinición, a la pérdida de identidad cultural que la entonces aplaudidísima globalización comenzaba a provocar. Lo que digo no es producto de una sesuda labor de hermenéutica, sino de un simple esfuerzo de comprensión lectura; ya al final, canta: “era un gran tiempo de híbridos… en la vil penetración cultural, en el agandalle transnacional, en la vulgar falta de identidad”. Así que retrotraer esta situación aparejada a mi respuesta de que es irrelevante la pregunta de si AMLO es de izquierda o no, podría leerse también como un asunto de indefinición. Si tal es la lectura, es errónea. Me explico y termino…
La pregunta es irrelevante porque su respuesta carece de importancia, de significancia. La irrelevancia de la pregunta no estriba en que la definición de la identidad política de AMLO no sea importante, sino en que la discusión en torno a lo preciso o no de la etiqueta de izquierda es baladí. El 2 de diciembre de 2018, la BBC publicó una nota titulada: “Mexico’s López Obrador sworn in as first leftist president in decades” —y sí, leftist president se traduce como “presidente de izquierda”. Hace justo un año, el analista Nathaniel Parish Flannery publicó un artículo en Forbes en el que cuestiona si AMLO es el “nuevo autócrata latinoamericano”, en la que espeta: “Los observadores extranjeros luchan por caracterizar a López Obrador. Algunos comentaristas de televisión en Estados Unidos se refieren erróneamente a él como socialista.
Otros analistas extranjeros ingenuos lo ven manifestarse contra los ‘conservadores’ y los ‘neoliberales’ y lo abrazan como un político moderno de izquierda. Pero, incluso si López Obrador se esfuerza por ser la antítesis de un ‘neoliberal’, eso no significa que sea un progresista. Se le entiende mejor como un conservador de la vieja escuela”. Es decir, de izquierda o no, al señor el Peje le cae muy mal y dice que es conservador. Claro, eso no piensan hoy en los gobiernos de Cuba, Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, tampoco eso ha dicho el líder de la izquierda francesa Jean-Luc Mélenchon, quien en cambio ha declarado que viene a México a aprenderle a AMLO. Sirva esto no para insistir tercamente en que sí, AMLO es de izquierda… No importa, es irrelevante, tanto como que lo que queda del PRD, partido que hoy apoya a la candidata del PRI al gobierno del Edomex, sostenga que es “la verdadera izquierda” de este país.
La postura política de López Obrador puede ser definida por negación: de izquierda o de derecha, rojo o morado, autoritario o liberal…, cualquiera que sea la etiqueta que le guste, la postura política de AMLO se define fácil: las fuerzas del status quo previo al 1 de diciembre de 2018 lo asumen como su adversario.
- @gcastroibarra
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios