Mi columna tiene por objetivo ser un medio de interlocución entre los lectores y esta autora. Ustedes se preguntarán ¿por qué diálogo? ¿Para qué un encuentro? Pues bien, en mi vida académica la pregunta por la deshumanización ha estado en mi cabeza y los trabajos que he llevado a cabo desde la investigación social me han conducido por el sendero del diálogo, como esa oportunidad de reconstrucción del tejido social. Su merma nos puede afectar de diversas formas, cada uno de nosotros lo percibimos desde los espacios en que nos desenvolvemos. De unas décadas a la fecha, por ejemplo, hemos vivido cada vez más cerca, el recrudecimiento de actos violentos; se han convertido en usuales y vamos perdiendo la capacidad de asombro.
Muchos hemos apostado a la escuela como el medio en el que se puede lograr esa reconstrucción del tejido social, sin embargo, colocar sobre ella una responsabilidad más sería irresponsable de nuestra parte. Esto no quiere decir que su labor social se quede atada de manos, hacen suficiente educando a las nuevas generaciones; lo que quiero decir es que la sociedad en su conjunto necesita tomar cartas en el asunto. Y me dirán ¿qué responsabilidad tengo yo sobre los más de 22 millones de mexicanos de la Ciudad de México o por las 126 millones 014 mil 024 personas que el INEGI nos dice que hay en el territorio nacional? Todos y todas tenemos la responsabilidad social del cuidado de nosotros mismo y de los otros, de permitir su desenvolvimiento en esta sociedad, sin que ello impida el nuestro. Necesitamos reconocer y dialogar con el otro para aportar a la reconstrucción de la sociedad.
El filósofo Martin Buber (1878-1965) define el diálogo como un estar con el otro, conformado un par de palabras, el yo y el tú. Una relación asimétrica fundamental para comprender el mundo y al otro, que es diferente a mí. Buber está en contra de la segregación generada por cualquier condición y llama a esta separación “monólogo”. Cuando hacemos saber al otro que es diferente negamos su existencia y convertimos al tú, en un ello, la cosa. ¿Vivimos en el monólogo o en el diálogo? Una reflexión a la que invito a mis lectores ¿sabemos aceptar la diferencia o la desechamos y escondemos en un espacio donde no pueda molestarnos?
Parece que hemos entendido la tolerancia como un concepto que se decanta por el monólogo, donde la acción nos lleva a ocultar a quien es diferente, ignorado y pretender su inexistencia. El diálogo nos brinda una oportunidad de sanar las relaciones sociales, pero hay un precio que pagar: el esfuerzo de aceptar al otro. Los contrarios, los extraños, la anomia ya no serían un objeto de expulsión del orden social, sino de la responsabilidad individual de la que hablaba en párrafos anteriores. De esta forma, el diálogo nos permite reconocer la divergencia, aceptarla y comprender que la otredad es básica para la reconstrucción social, porque todos somos diferentes y en esa diferencia hay que procurar el mutuo cuidado, aquí yace el encuentro.
El encuentro es la transformación de un estado inicial a uno final. La manera en que el yo y el tú se reconocen y transmutan en una relación dialógica, sin la necesidad de pensar lo mismo, de saber lo mismo, de creer lo mismo. Trae consigo la responsabilidad del otro y no requiere de una igualdad de condiciones. Es así como el maestro se encuentra con el alumno en una complementariedad dialógica que les permite transformarse mutuamente y al salir de la relación ambos son personas distintas. Diálogo y encuentro son dos procesos que no tienen por qué darse de forma simultánea. Pensemos en un lector que elige una novela, la atracción del tema que incita a conocerlo le llama y comienza ahí la relación con el ello, la cosa inanimada que no significa. El transcurso de la lectura produce cosas en él, quizá lo atrape o no, pero la reacción al texto es ya un diálogo con el autor. Al final, si esa lectura deja huella en el lector, se ha producido un encuentro con la historia, la transformación de la persona y en esencia, el diálogo con el autor.
Esa es mi intención, llamarte a tener un diálogo con esta interlocutora que pretende llevarnos a reflexionar sobre las formas en las que podemos sacar a flote nuestra responsabilidad social y conseguir un encuentro con los temas que se traen a la discusión. La intención es apoyarnos mutuamente para encontrar puntos de transformación “colectiva” que sean el grano de arena que aporte a la construcción de una vida mejor. Espero que el llamado, esta escueta invitación te interese y leas esta columna con la consigna de generar un encuentro afortunado.
Te agradezco la lectura y bonito fin de semana.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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