Hace diez años los asiduos al entretenimiento holliwoodense disfrutamos un banquete de la mano de Christopher Nolan: Interestelar.
Una obra maestra de ciencia ficción en toda regla, con explicaciones y teorías científicas llevadas a la práctica gracias a la magia del cine, una premisa imaginativa y alucinante matizada con una historia entrañable y un elenco de primer nivel.
Interestelar es una pieza artística en todo sentido, que conecta con arquetipos que la sociedad considera cruciales, como lo son aquellos que dignifican las estructuras familiares y para sorpresa de muchos actualmente, aunque también para fortuna de otros, específicamente la figura paterna.
Encarnada en el personaje de Cooper (Matthew MacConaughey) un expiloto e ingeniero de la NASA, se narra la historia de un padre viudo, quien con apoyo de su suegro (John Litghow) cria a sus hijos Tom y Murph en un ambiente futurista distópico en el cual constantes tormentas de polvo amenazan la producción de alimentos mundial, lo que ha priorizado la agricultura sobre todas las demás profesiones, dejando a Cooper la única alternativa de trabajar y administrar una granja de maíz, la única semilla de consumo humano que no se ha extinguido aún.
Como parte desarrollo del personaje vemos inicialmente a un padre que, afectado por su profesión frustrada no admite que el sistema quiera limitar el futuro de su hijo mayor a ser sólo un granjero y del mismo modo, se dedica constantemente a alentar la curiosidad científica de la pequeña Murph, a quien trata con un cariño y una naturalidad encantadora, sin sobreprotección ni distinción alguna de roles por ninguna razón, incluso el género, lo cuál debe señalarse, es extremadamente refrescante de su parte.
Posteriormente y a causa de un evento que parece sobrenatural, localiza unas instalaciones secretas de la NASA y esto lo lleva a embarcarse en una misión de la que depende la supervivencia de la humanidad junto a una tripulación conformada por dos científicos y la doctora Amelia Brandt (Anne Hattaway), consistente en explorar tres planetas que compiten como alternativas para ofrecerle un nuevo hogar a la humanidad. A través de diversas dificultades que lo orillan a tomar las riendas de la misión sin habérsele asignado explícitamente, como por ejemplo, ser forzado a descender en un planeta en el que la relatividad del tiempo provoca que cada hora de estancia represente siete años para el tiempo terrestre, en donde sufren un grave incidente que los lleva a perder 23 años de tiempo en la tierra además de un miembro de la tripulación, Cooper muestra una actitud magnánima y noble incluso con Brandt, la causante de tal tragedia, aunque sin olvidar que es un ser humano con debilidades y sentimientos que se acaba de perder una enorme porción de la vida de sus hijos.
Como es de esperar, se halla desconsolado y al pedirle a la computadora que reproduzca la serie de video mensajes acumulados de parte de su familia en esos 23 años, arranca lo que para mí representa una de las secuencias más desgarradoras del cine contemporáneo, en la que somos testigos del inmenso dolor de un padre que presencia el crecimiento de sus hijos e incluso los escucha expresar su soledad y desesperanza, sin poder hacer nada.
Después de varias situaciones, los acontecimientos se precipitan y una vez más lo vemos tomar las riendas de la misión y expresar una de las líneas más épicas del relato, en respuesta a su asistente robot que señala que una maniobra desesperada de la que depende la supervivencia de la misión no es posible a lo que Cooper responde “no es posible, es necesario”.
Finalmente el filme plantea que el amor es una de las fuerzas que pueden modificar el tiempo y espacio y es a través de este, el amor paternal en este caso, que puede doblarse el tiempo y mirar las cosas en planos dimensionales distintos, todo, gracias a la promesa de volver que un padre le hiciera a sus hijos.
DA CAPO
En una sociedad de contradicciones en la que se da por sentado que todos los hombres contamos con todos los recursos sistémicos y una serie de “privilegios” provenientes de estructuras que supuestamente nos ubican en posiciones favorables de nacimiento, se justifica abandonar a los jóvenes y adultos por considerarlos generadores o beneficiarios de un sistema injusto y violento, condenándolos con esto a la indigencia, la humillación, el suicidio o el homicidio.
En estas condiciones, una obra intelectual que resalta los problemas, conflictos internos y sufrimientos que un hombre debe atravesar en el cumplimiento de un rol que más que impuesto por la sociedad, brota de sus poros como parte de su naturaleza, no sólo es necesaria, sino conmovedora.
A falta de figuras masculinas paternales y funcionales en la producción mediática actual, con las evidentes consecuencias nefastas que se manifiestan en todos y cada uno de los problemas sociales que nos aquejan hoy en día, sólo podemos proponer el rescate de un núcleo familiar balanceado y funcional (con todos los matices necesarios) como bote salvavidas de una humanidad que parece empujada al naufragio por hombres y mujeres que parecen haber perdido la brújula y la gravedad de su propia existencia, y así lo plasman en obras de arte o entretenimiento que sólo consiguen expresar su extravío moral y ético para el cual, historias como Interestelar representan un oasis en este desierto filosófico en el que vagamos sedientos de materiales que realmente nutran el espíritu social.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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