Siempre habrá diferentes maneras de interpretar la realidad del país, sobre todo, en el ámbito político. La manera de traducir hechos y circunstancias dependen únicamente de la manera de pensar de los mexicanos, con claros ejemplos de visiones diferentes sobre una misma realidad.
La frase de Federico Nietzsche, cobra ahora más que nunca: “No hay hechos sólo interpretaciones”, porque a pesar de que el sentido común muestra la evidencia de mentiras, hay quienes prefieren ser engañados ante el peligro de que la verdad atente contra su forma de pensar, incluso de vivir.
Por ejemplo, hay quienes aseguran que las manifestaciones callejeras se incrementan porque sus integrantes ya están hartos del actual régimen; la otra parte de la población señala que la intensificación de las protestas se debe a que se vive un año electoral, cuyas intenciones del voto podrían cambiar las preferencias actuales, que se ven firmes desde hace más de seis meses, que no han sufrido cambios en las encuestas.
Las manifestaciones callejeras, como signo libre de expresión ciudadana, actualmente se eligen ante la primera provocación. Anteriormente la toma de calles era la última alternativa luego de agotar todas las instancias legales para obtener respuesta y solución a los problemas. Es decir, ahora algunos conflictos, muchas veces inventados para desgastar y financiados por partidos de oposición, tiene una respuesta inmediata en las calles, aunque nunca haya tratado de resolverlos por las vías adecuadas.
Un ejemplo claro de esto es la manifestación que paralizó la ciudad de México el viernes 15 de diciembre a lo largo de Paseo de la reforma, donde la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, exigía que el gobierno pusiera atención a los niños de las zonas marginadas del país, preocupación muy repentina de los maestros de esa agrupación que corresponde a objetivos muy claros pero que nada tiene que ver con las reivindicaciones de la lucha laboral de los profesores, a quienes se les acaba de aumentar el salario, en alguno casi a más del doble, incremento que hace tres años no hubieran soñado ni en sus exigencias más audaces.
La exigencia consiste en visitar a los niños de las zonas marginadas para ver qué necesitan con el fin de elevar su calidad de vida. Sin duda los maestros se pusieron muy creativos, pero su novedosa prioridad pareciera ser elaborada al vapor y sin tomar en cuenta los actuales programas sociales que hay precisamente para las zonas marginadas, que, desde luego no son suficientes, pero mitigan algo que nunca antes había sido atendido. Y existe la posibilidad de que crezcan y se expandan, precisamente en esas zonas. No es un problema nuevo pero sí una reivindicación nueva de los profesores dela coordinadora, cuyos líderes dejan mucho qué desear en cuanto a honestidad.
Así, la visión de algunos sobre el cansancio que muestra el actual régimen se expresa en las calles, en los medios, en las protestas; para otros estas muestras de inconformidad son sólo se deben a los tiempos electorales sino a la orquestación de problemas nuevos que son financiados por la oposición o la derecha que está desesperada ante una inminente derrota en las urnas.
Muchos tienen que ver con esta postura ante la realidad el medio a través del cual se informa la gente que está en una u otra parte de la decisión para calificar o descalificar la actuación del actual gobierno. Todos ellos entrenados en la imposición del miedo como membrana inseparable que caracteriza sus contenidos.
La irrupción de los medios convencionales en la realidad del país impide a su público profundizar en cada uno de los conflictos que luego su audiencia eleva a la plática de café. En México se acostumbra ver los problemas o situaciones del país como sucesos que surgen por generación espontánea sin causa ni origen, menos aún sin saber que haya una mano que los financia, situación que no es nueva y de la que pocas veces se habla.
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