Aunque no es propio de este sexenio, el régimen de la información como forma de dominio y manipulación política, económica y social impulsado por la derecha, a partir de 2018, se ha acrecentado de tal manera en contra del gobierno de López Obrador, que se ha llegado a los excesos, muchos de ellos marcados por la vulgaridad.
Si bien este régimen corresponde a una más de las técnicas de poder neoliberales en las que el capitalismo se apropia de la información, este no sólo corresponde a los intereses económicos (tal cual es su naturaleza) sino que, además, denigra al ser humano, ya que éste último no representa más allá de una base de datos, un ganado consumidor o un receptor manipulable, incapaz de identificar las distorsiones más atroces de la verdad. Empero, ya si de por sí es peligroso, sobre todo para la democracia si lo circunscribimos al terreno político, lo es aún más el hecho de que este régimen sea parte de lo cotidiano, más su enorme capacidad de ocultarse detrás de la facilidad que otorga el acceso a las redes sociales.
Por supuesto que esta estrategia requiere de la participación del ser humano para materializarse y generar los efectos deseados. Como nunca, la derecha ha recurrido a los servicios de figuras clave como los periodistas y/o comunicadores alineados a sus intereses por un lado y a los influencers por el otro. Por esa razón no es producto de la casualidad la campaña activa en redes sociales emprendidas por la larga lista de detractores de este gobierno, cuyo común denominador es que sus servicios corresponden a la derecha. Resultaría innecesario enumerarlos a todos, incluso cuando, hasta para sorpresa del oficio periodístico, no todos están cortados por la misma tijera; hay quienes siempre sirvieron al poder, pero también hay los que abandonaron la postura crítica y objetiva hacia el ejercicio de gobierno para alinearse a la prensa más cuestionada de este país. Por cierto, una de las principales características de estos personajes es la de interiorizarse con esta técnica del poder neoliberal.
Volviendo al terreno político, la democracia corre el riesgo de convertirse en infocracia y el arma principal de la infocracia es la información. La distorsión de la realidad y la mentira recurrente, ambas bien estructuradas y con voceros adecuados, tienen como objetivo someter la percepción del receptor de manera masiva. Especialmente cuando dichos voceros transmiten una mentira con gracia, o cuando menos, con cierta capacidad de cautivar al receptor.
Hoy es mucho más fácil que una fake news o un fragmento descontextualizado de información, resalten e impacten en la opinión pública que cualquier argumento fundamentado en la veracidad de los hechos. Por tal motivo, no hay lugar a dudas, toda guerra de información requiere de ejércitos: troles, bots y robots que inundan las redes de noticias falsas, mismas que son secundadas por los voceros (de carne y hueso) o viceversa y que basan sus discursos en narrativas difamatorias, en muchas de las ocasiones cargadas de odio.
Un ejemplo claro de lo anterior es la reciente campaña en redes sociales desatada contra la Secretaria General de MORENA, Citlalli Hernández. Ahora resulta que comprar un IPhone (en el supuesto que lo hiciera) es contrario a los principios de austeridad enmarcados en la Cuarta Transformación. Es un verdadero absurdo el ataque a Hernández Mora, sobre todo si revisamos que la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2020, estimó que tan sólo en ese año, se contaba en México con 88.2 millones de usuarios de teléfono celular y que los IPhone representaban en ese mismo año, casi el 16% de las ventas totales. Lo que significa para la derecha y sus voceros en redes sociales que la Secretaria no puede pertenecer (por congruencia) a ese porcentaje que adquiere dicho teléfono. Así de absurdo.
Pero los ataques de la derecha hacia Citlalli tienen una razón de ser: es claro que después de López Obrador y Claudia Sheinbaum, se trata de uno de los personajes de la Cuarta Transformación (ojo, no precisamente de MORENA) más denostados, o dicho de otro modo, un blanco estratégico. No sólo cuenta en su trayectoria política con un desempeño transparente y formidable en el ámbito legislativo, aunado a su capacidad de debate que ha evidenciado la falta de argumentos de la oposición en temas clave como la reforma eléctrica; por si fuera poco, ha tenido el acierto de generar sinergias con las organizaciones sociales.
Tal enojo ha provocado en sus adversarios políticos que han echado a andar toda su maquinaria en redes sociales para atacarla de manera vulgar y mezquina, materia de revisión y sanción por parte del CONAPRED. A pesar de ello, Citlalli Hernández no sucumbe ante los adjetivos, la verdad y las ideas con las que se conduce, siempre son acompañadas de la congruencia, que en estos días, por lamentable que parezca, es mucho pedir.
Las noticias falsas no son más que charlatanerías difundidas por charlatanes que en el discurso (o el texto) se amparan en la libertad de expresión. Pero esta libertad de expresión no es más que una farsa, sobre todo cuando se fundamenta en la mentira y/o en la descalificación, por eso atravesamos por una evidente crisis de la verdad en las que las fake news buscan alcanzar el poder; no obstante, hoy decir la verdad y difundirla más allá de las redes sociales, es un acto revolucionario. Ante los efectos de esa arma llamada infodemia deben utilizarse dos armas más poderosas contra las que no ha podido la derecha jamás: la verdad y la memoria.
Para acabarla de amolar
Muchos de los motivos que alimentan a la infocracia se encuentran en el accionar del gobierno y en la conducción política de algunos liderazgos en MORENA y sus aliados. Persisten funcionarios y dirigentes políticos que no hacen más que llevar agua para su molino. Por eso, la transparencia y el acceso a la información hoy son temas clave que debe poner en la mesa de la exigencia el presidente. Si se atendieran ambos temas, no se tendrían elementos para denostar, ni las acciones de gobierno ni la conducción política. En tanto no sea así, son los propios funcionarios y políticos los que alimentan la infocracia.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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