En los últimos días ha salido a escena con papel protagónico el ex secretario de seguridad de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, debido a sus aspiraciones por ser el coordinador de los comités de la 4T en la capital del país (después se convertiría en candidato a jefe de gobierno). Aunque tiene posibilidades reales de ganar según las encuestas, aquí pensamos aprovechar las conmemoraciones recientes para hablar de su oscuro pasado y presente que lo ponen como una figura controversial por decir lo menos.
Un pasado familiar
En 1968 en nuestro país, en plena Guerra Fría, se llevó a cabo una de las represiones más cruentas de la historia de la humanidad. Ese 2 de octubre en la plaza de Tlatelolco militares asesinaron a cientos de estudiantes y personas de otros grupos sociales que conformaban el movimiento democrático por libertades y transformaciones populares.
En esa represión participó el General Marcelino García Barragán, titular de la Secretaría de la Defensa en ese entonces, como uno de los que planeó dicha masacre. Además, de mencionar un día después ante medios de comunicación la justificación de la intervención del ejército con todas las mentiras que se puedan imaginar.
Este sujeto del que acabamos de hablar es nada más que el abuelo de Harfuch. Pero también su papá estuvo involucrado de manera más sutil en esta represión y en toda la llamada guerra sucia. Hablamos de Javier García Paniagua, quien participó en el PRI y en la Dirección Federal de Seguridad (DFS) en labores de contrainsurgencia dirigiendo y efectuando toda la represión contra quien osara cuestionar al régimen.
Una actualidad innegable
Es decir, hablamos que Harfuch fue criado con esos referentes represores de las libertades democráticas. No es cosa menor que su abuelo y su papá sean esos monstruos de la historia de México. Esas figuras que nos recuerdan el país que no queremos volver a tener y contra quienes luchamos férreamente.
Pero si esto fuera poco, Harfuch fue formado en la policía federal de García Luna (hoy preso en Estados Unidos por sus vínculos con el narcotráfico) y se habla de su cercanía por varios momentos con el policía narco del gobierno de Felipe Calderón.
Esa carrera policial le llevó, no por casualidad, a estar cercano al caso de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Si bien ya se ha hablado mucho al respecto y se sabe que él justamente no estuvo esa noche, lo que sí sabemos es que estuvo en reuniones posteriores donde se fraguó la verdad histórica y que al menos tiene bastante información y eso lo vuelve cómplice del acto.
La ciudad de la esperanza en juego
A su favor, Harfuch tiene que durante su gestión en el gobierno de Claudia Sheinbaum fue responsable de la reducción de los índices delictivos de la capital del país. No es cosa menor su estrategia de seguridad, aunque hay que decir que ésta ha sido complementada por las políticas sociales del gobierno de la CDMX.
La capital de la esperanza está en juego, la figura de Harfuch como posible candidato y como hipotético jefe de gobierno nos resultaría algo no grato por los antecedentes familiares y por sus recientes hechos ya mencionados. Creemos firmemente que no es casualidad que esté involucrado en dos de los actos de terrorismo de Estado más simbólicos, en política no existen las casualidades. Por eso las figuras de Clara o de Hugo López-Gatell nos generan mayor simpatía en esa contienda interna.
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