Este jueves, una columna de humo blanco salió de la chimenea de la Capilla Sixtina, mientras las campanas del Vaticano repicaban con fuerza: el mundo tiene un nuevo Papa. Tras menos de 24 horas de votación, los 133 cardenales electores reunidos en cónclave han alcanzado un consenso para elegir al nuevo líder de la Iglesia Católica Romana.
Miles de fieles y visitantes congregados en la Plaza de San Pedro estallaron en aplausos y vítores al ver la señal inequívoca de que el cónclave había concluido con éxito. En breve, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, se dará a conocer al mundo el nombre del nuevo pontífice y el nombre que ha escogido como líder espiritual de más de mil millones de católicos.
La elección ocurre en un contexto de profundo debate interno en la Iglesia. El papado del ahora expresidente del Estado Vaticano, Francisco, se distinguió por una visión de mayor apertura, inclusión y reforma, lo que generó tensiones con los sectores más tradicionalistas. Ahora, el nuevo Papa hereda una Iglesia dividida entre quienes desean continuar el rumbo reformista y quienes buscan un retorno a las formas más conservadoras.
Este cónclave de 2025 ha sido el más numeroso de la historia moderna de la Iglesia, con cardenales provenientes de 70 países, en comparación con los 48 del cónclave de 2013 que eligió a Jorge Mario Bergoglio. Esta ampliación global refleja el esfuerzo de Francisco por descentralizar el poder vaticano y diversificar los liderazgos eclesiásticos.
Previo a la elección, varios cardenales expresaron su deseo de que el próximo pontífice sea una figura de equilibrio, diálogo y estabilidad, capaz de mantener viva la espiritualidad católica sin ignorar los retos sociales, éticos y geopolíticos del siglo XXI.
A la espera de que se anuncie el nombre del nuevo Papa y se escuche su primer mensaje, la atención del mundo se centra en el Vaticano, donde una nueva etapa está por comenzar para el catolicismo.
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