Todo el calderonato fue el periodo más sangriento de la historia reciente en Mexico. Baso esta opinión en mi experiencia cuando viví en el Fraccionamiento Costa Azul, en Acapulco, Guerrero de 2009 a 2010. Durante este fragmento de la guerra declarada por Felipe Calderón para legitimarse mi familia y yo experimentamos la crudeza de esta guerra que los medios tradicionales no contaron.
Escuchar una balacera, a veces corta y otras, interminable, era un evento cotidiano. Era vivir en un estado de alerta constante, y aprender a distinguir entre el sonido de una balacera y el de los también frecuentes fuegos artificiales de los eventos religiosos o sociales de la zona.
Era común ver cuerpos ensangrentados cubiertos por sábanas blancas, enterarse de la muerte de personas que recién había conocido, y que pasaron a formar parte de las cifras de los daños colaterales de la guerra contra el narco. Resultaba increíble ver las marcas de las balas en la pared de la escuela de mis hijas, tras un violento ataque al ministerio público cercano. Era inaudito firmar la circular de autorización para que nuestros hijos participaran en simulacros de balacera para aprender a guarecerse bajo un pupitre, como parte del programa “Escuela Segura”.
Pero aún más terrorífico resultaba ser detenida para que registraran mi vehículo en un retén solitario rumbo a Pie de la Cuesta, acompañada únicamente por mis hijas y otra compañera de su escuela, y que un policía federal encapuchado y armado exigiera su identificación a mi hija de tan solo 12 años. No voy a olvidar la voz de mi hija pidiéndome que no me peleara con los policías porque si lo hacía, nos iban a matar.
Los compañeros más privilegiados de la escuela a la que asistían mis hijas emigraron a McAllen y a otras ciudades en Texas. Otros regresamos a la Ciudad de México o al Estado de México, donde el panorama tampoco era favorecedor, pero quizás lo violento de la guerra se difuminaba en la vastedad.
A nivel nacional, los secuestros, desapariciones, y asesinatos de periodistas, no se detenían, al contrario, este genocidio iba en aumento. Eran los tiempos del H1N1 y de la peor tragedia de la historia de Mexico, la de la Guardería ABC.
Después vino el sexenio de Peña, y la degradación continuó. Sería interminable enumerar cada tragedia acaecida y que enlutó a cientos de miles de familias a lo largo y ancho del país.
Todo lo cuento en este espacio me vino a la memoria al presenciar la actual guerra mediática/golpe blando contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Misteriosamente una gran parte de la población considera que nunca habíamos vivido tiempos peores en materia de inseguridad, y se preguntan angustiados en redes sociales, ¿En qué país estamos viviendo?, y yo me pregunto, en qué país estuvieron viviendo los detractores de las medidas que actualmente está tomando el gobierno federal en el combate a la terrible crisis que estamos atravesando y que comenzó hace más de veinte años. Y no, no son competencias de en cuál periodo se sufrió más, pues sería caer en la misma politiquería de los detractores del actual gobierno.
En mi humilde opinión, lo que estamos padeciendo actualmente como sociedad es el fruto de la putrefacción alcanzada durante los gobiernos neoliberales. Por lo menos con la llegada de un gobierno legítimo tenemos la posibilidad de conocer la verdad sobre los sucesos que están dañando a la sociedad, y sobre todo, tenemos esperanza de que termine este largo y oscuro periodo de impunidad que tanto daño ha hecho a nuestro México.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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