La guerra sucia de Veracruz tuvo como sede la Ciudad de México. Era el epicentro de las mentiras y la caja de resonancia de las fantasías opositoras. La judicialización de la política que en las últimas semanas de la campaña trató de descarrilar la campaña de Rocío Nahle, buscó no sólo las ventanillas del Poder Judicial para lograrlo sino a los medios de alquiler que siempre han sido enemigos de Morena y sus candidatos.
La dualidad de mercenarios que entrevistan por consigna y sus medios que presionan por interés, en ambos casos con trasfondo económico, sirvieron como el conducto adecuado para dar a conocer una guerra que no debió traspasar los límites de esa entidad, se quedó en el intento.
En la Ciudad de México puede denunciarse sin importar que se ratifique o no la denuncia penal en la Fiscalía, se convoca a medios para el momento inicial de dicho trámite, el conflicto se hace nacional y en este caso, se buscó el repudio de todo el país contra Rocío Nahle. Más futuristas n podían ser sus críticos. Intentan desde ahora tener a la opinión pública contra ella, por si en 2030 quisiera ascender en su carrera política y entonces sí, sus contrincantes que ya para entonces serán enemigos a muerte estarían muy cerca de la cárcel, luego de un juicio justo y un proceso que sí cuente con la presunción de inocencia.
Las consignas de ser zacatecana por nacimiento, mujer por naturaleza y de izquierda por convicción parecieran ser conceptos imperdonables para algunos en Veracruz. La guerra sucia inició antes que las campañas y no hicieron daño, aunque dejaron su pequeña mancha.
La oposición escogió como candidato lo que tenía, ya no hay opositores inteligentes en Veracruz y esto lo demuestra sus antecedentes y la mediocre actuación en campaña de Pepe Yunes.
Rocío Nahle fue blanco de la más intensa fuera sucia de estas elecciones, porque no sólo él era candidato contrincante, sino el que le manejaba sus hilos, el gobernador, el secretario de gobierno, la prensa alquilada a precios bajos, la misoginia, etc.
Probablemente con un poco más de fuerza y antecedentes limpios pudo hacer realmente reñida la elección. No fue así, menos aún cabalgando en una guerra sucia que le colocó su padrino político, el delincuente Miguel Ángel Yunes Linares, para que tuviera algo que balbucear en su limitada campaña, donde no visitó ni la tercera parte del territorio veracruzano.
Sin guerra sucia Yunes no hubiera tenido contenidos en el debate ni argumentos en la campaña, eso le queda claro a cualquiera. El guion se lo daba el ex director general del ISSSTE, donde dejó una huella imborrable de corrupción.
Nahle encontró una barrera que parecía natural que era la misoginia de muchos veracruzanos, hombres y mujeres que no aceptan fácilmente la igualdad de género todavía. Ese muro lo derribó con mucho trabajo pero con resultados irreversibles.
La desgracia mental del contrincante que sólo repetía obsesivamente un par de frases más cercana a la oligofrenia que a la consigna, contribuyeron para fortalecer a Nahle, a quien nadie niega su inteligencia, frente a un poco agraciado y torpe competidor.
La guerra sucia sirvió para darle auge a la figura de Nahle en todo el país, su imagen estaba registrada como una ingeniera capaz de crear, de la nada, una refinería, sus dotes políticas fueron mostradas al librar una guerra sucia dentro y fuera de los campos de batalla del enemigo. Los medios convencionales que no contribuyen a la democracia y mucho menos a la igualdad, también le sirvieron de aparador para traspasar los límites de su estado y que el país entero la viera con otros significados.
Los guionistas de Pepe Yunes, su verborrea repetitiva, las terceras personas surgidas de la nada como investigadores improvisados, seguirán impidiendo el avance de Nahle, no la dejarán gobernar y no desperdiciarán trastabillar o lapsus que pudieran retomar o sacar de contexto para intentar sacrificarla.
Así como los veracruzanos advirtieron la peor de las guerras sucias de esas elecciones a la que no hicieron caso por burda y poco lógica, así también advertirán todos los mexicanos la eficacia de alguien que en el trabajo dignifica su personalidad y en la convicción su imagen.
El enemigo sigue en guerra, atrincherado aunque con cada día menos credibilidad y fuerza, pero vivo al fin y al cabo y disparando a matar.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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