¿Qué tienen en común los personajes que encabezan esta columna? ¿Sus ideas? Quizá podríamos relacionar a los últimos por sus causas socialistas; sin embargo, el primero de ellos rompe con esta similitud. Mientras que Francisco I. Madero fue un liberal y sus causas no iban más allá de la búsqueda de la democracia para su país, Salvador Allende y el movimiento iniciado por Chávez, ahora encabezado por Nicolás Maduro, tienen como bandera la construcción de un estado socialista.
Lo que realmente tienen en común estos personajes (reduciendo por cuestiones prácticas los movimientos a sus líderes) es que, en su momento, representaron un cambio en los paradigmas y lógicas burocráticas de sus naciones. Mientras Francisco I. Madero inició una revolución que transformó a México y, durante su gobierno, otorgó más libertades al pueblo, Allende llegó al poder por la vía pacífica y comenzó a implementar políticas sociales que ofrecían mayores oportunidades a los chilenos. En el caso más reciente, Chávez —como Allende— llegó al Palacio de Miraflores por la vía electoral y, ya en el poder, comenzó a implementar políticas que beneficiaban a las mayorías, un legado que ha continuado Maduro tras su ascenso al poder.
Como hemos mencionado, los tres movimientos rompieron con el status quo de sus respectivos países y lograron grandes cambios; no obstante, cuando ocurre un giro significativo, aquellos que se beneficiaban del régimen moribundo suelen iniciar una resistencia para preservar sus privilegios (los “conservadores”). Esto también implica que los personajes mencionados no solo comparten la ruptura del orden establecido, sino que, naturalmente, también ostentan en común el haber generado una feroz resistencia conservadora. Sin embargo, esta “resistencia conservadora” no solo está conectada por su naturaleza, sino que, en todos los casos, es impulsada por los mismos actores: el Gran Capital y los Estados Unidos.
Francisco I. Madero derrocó una dictadura que permitía la esclavitud y fomentaba una excesiva desigualdad económica entre los mexicanos. Al hacerlo, se “echó encima” a los grandes hacendados, a los oligarcas de la época y, también, a los Estados Unidos, cuyos intereses en nuestro país se vieron perjudicados tras la caída de la dictadura porfirista. La reacción contra Madero condujo a su fracaso. Pocos años después de iniciado su gobierno, el embajador de los Estados Unidos, Henry Lane Wilson, unió a los distintos grupos conservadores para derrocar al gobierno emanado de la Revolución, con el fin de preservar los intereses de los grandes capitales mexicanos y los intereses de los Estados Unidos en territorio nacional.
Mientras tanto, Salvador Allende, al llegar al poder en Chile, buscó implementar profundas reformas sociales y económicas que redistribuyeran la riqueza y redujeran las desigualdades en su país. Con estas medidas, se ganó la enemistad de la élite económica, los grandes empresarios y los terratenientes, quienes vieron amenazados sus intereses. Además, los Estados Unidos, preocupados por la expansión del socialismo en América Latina y por la nacionalización de industrias clave, consideraron a Allende una amenaza directa a sus intereses en la región. Al igual que con Madero, los conservadores aliados con los Estados Unidos lo derrocaron para poner de nuevo un régimen que beneficiara sus intereses.
En la actualidad, Venezuela sigue siendo un régimen incómodo para nuestro vecino del norte y el capital internacional. Hugo Chávez, al asumir la presidencia, emprendió un ambicioso proyecto de transformación social y económica conocido como la “Revolución Bolivariana,” con el objetivo de reducir la pobreza, redistribuir la riqueza y fortalecer el control estatal sobre los recursos naturales del país. Estas políticas, que incluyeron la nacionalización de industrias clave, alienaron a la élite económica venezolana y a los grandes empresarios, que vieron amenazados sus privilegios. Además, las reformas de Chávez generaron una fuerte oposición de los Estados Unidos, que consideraban sus políticas socialistas y su retórica antiimperialista como una amenaza a sus intereses en la región.
Tras la muerte de Chávez, la Revolución Bolivariana sigue amenazando los intereses del capital en la región, manteniendo la soberanía venezolana sobre su territorio y sus recursos (recordemos que Venezuela es el país con las mayores reservas de petróleo en el mundo). Hoy, Venezuela existe porque resiste. ¿Pero quién resiste? Su pueblo. La resistencia en el país sudamericano está sostenida por la mayoría, que continúa dando legitimidad al régimen chavista. Venezuela, su pueblo y su gobierno, luchan para no desaparecer, para que los intereses del gran capital internacional no se apropien de sus recursos.
Los personajes mencionados lucharon por corregir injusticias; sin embargo, los primeros fueron derrocados. Esto debe servirnos de lección para las luchas actuales. No podemos permitir que la historia se repita, ni que los intereses de particulares y de los Estados Unidos vuelvan a imponerse sobre la soberanía de los pueblos. Tal vez el lector se pregunte: ¿Y yo qué puedo hacer para evitar que a los venezolanos del siglo XXI les suceda lo mismo que ya ocurrió en Chile y México el siglo pasado? La respuesta es sencilla: seguir hablando de Venezuela, mantener el tema vigente, y no caer en las versiones que calumnian a la Revolución Bolivariana, que los medios tradicionales continúan difundiendo (ahora más que nunca después de las elecciones).
Recordemos lo que decía Noam Chomsky en su libro Hegemonía o supervivencia: La estrategia imperialista de Estados Unidos: “Quizá sigan existiendo dos superpotencias en el planeta: Estados Unidos y la opinión pública mundial”
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
Comentarios