Experimento sin visa

Llevo varios días realizando un pequeño experimento; sencillo, gratuito y con resultados inmediatos y sobre todo muy significativos. Usted también puede hacerlo. Comencé con un pequeño grupo de compañeros y compañeras de trabajo, todos al menos con una licenciatura terminada —la mayoría en Geografía u otras ciencias de la Tierra—, algunos incluso con estudios de posgrado. Eran alrededor de una docena, la gran mayoría jóvenes entre los 25 y los 35 años. El experimento consta de dos sencillas preguntas:

— A ver, jóvenes, un par de preguntas: ¿sabe alguien de ustedes qué personaje público fue captado durante un evento sacándose un chicle de la boca y pegándolo en su silla?

— ¡Xóchitl Gálvez! —contestaron al unísono varios, seguramente más de la mitad.

— Bien. Ahora, segunda pregunta: ¿sabe alguno de ustedes en dónde se localiza la planta fotovoltaica más grande del planeta instalada al interior de una ciudad?

Silencio absoluto. Caras de extrañeza. Dejé pasar un bonito silencio escénico y solté la respuesta:

— Resulta, que se encuentra aquí en la Ciudad de México —por supuesto, el asombro pintó los rostros de todas y todos—, para ser más precisos la planta fotovoltaica urbana más grande del mundo está instalada en la Central de Abasto, y la inauguró hace unos días el jefe del gobierno de la CDMX.

Los muchachos no lo sabían, mucho menos tenían idea de los detalles: que la planta consta de 30 mil paneles solares instalados en 21 hectáreas de techos sobre 21 naves comerciales de la Central de Abasto, que esos paneles generarán la energía equivalente a la electricidad que requieren diez mil hogares de la Ciudad de México, que tiene la capacidad para generar 25 gigawatts/horas anuales, alrededor de un tercio de la energía que consume el mercado mayorista más grande de América Latina. 

— ¡Wow! —exclamó L, ingeniero egresado del Poli—. Qué mal que no supiéramos, ¿no?

A lo largo de casi una semana he repetido el experimento más de veinte ocasiones, algunas igual con pequeños grupos y otras cuestionando a una sola persona… El resultado ha sido invariable: nadie sabe. ¿Por qué? La respuesta es obvia: porque los medios masivos de información no están haciendo su trabajo. La prensa y los noticieros de la televisión y el radio están siendo empleados no para informar sino para confundir.  

Usando el mismo esquema, ayer cambié las preguntas. A los primeros a los que les tocó fueron a tres amigos. 

— A ver, dos preguntas: ¿alguno de ustedes sabe qué fueron a gritarle al presidente López Obrador los grupos opositores que se manifestaron hace un par de fines de semana en el Zócalo?

— Narcopresidente —respondieron los tres al mismo tiempo.

— Bien. Ahora, segunda pregunta: ¿sabe alguno de ustedes en dónde se localiza el rompeolas más grande de Latinoamérica?

Como en el caso anterior, nadie supo. 

— Ni idea, tú.

— Pues está aquí en nuestro país, en México. En concreto, en Oaxaca, es decir, en el extremo occidental del corredor interoceánico del Istmo de Tehuantepec, que une con ferrocarriles a los puertos de Salina Cruz, en el Pacífico oaxaqueño, con el de Coatzacoalcos, Veracruz, en el Golfo. Lo acaba de inaugurar el presidente de la República.

— ¡Órale! No sabía.

Y ya encarrerado, les di algunos detalles: el rompeolas tiene una longitud de mil 600 metros y una profundidad de 24 metros. En su construcción se utilizaron 5.6 millones de toneladas de roca. Se estima que al año se moverán a través del corredor transístmico más de 1.4 millones de contenedores de mercancías; además de la carga industrial y de combustibles. Ojo, y mientras tanto, el canal de Panamá sigue perdiendo movilidad por la sequía.

Hoy mismo que escribo le pregunté a un familiar:

— Oye, ¿sabes qué país del mundo le va a pedir visa a los mexicanos que lo visiten?

— Sí, claro, lo escuché en la mañana: Canadá… Qué poca…, ¿no?

Y enseguida le pregunté: — Oye, ¿y sabes qué tasa de desocupación reportó México en 2023? Me refiero al promedio anual.

— No, no manches —en realidad me contestó más feo—, ¿cómo voy a saber eso?

— Fue de 2.8%…

— Ah… —suspiró inmutable— ¿Es baja, ¿no?

— Pues mira, el 2.8 por ciento que promedió la desocupación en México a lo largo de 2023 es la tasa más baja histórica, desde que el INEGI la mide…

— ¡No, no manches! —en realidad exclamó más feo—, ¿neta?

— Neta.

Me contuve y ya no le pregunté a mi pariente si tenía planeado ir a Canadá próximamente, tampoco si alguna vez en su vida lo ha hecho, menos si sabía qué tantos mexicanos viajan para allá. 

Haga usted el experimento, no necesita visa. Y, si lo hace, recuerde lo que bien demostró Paul Watzlawick: la comunicación no es la forma que tenemos de referir la realidad, de describirla y de informar a los otros acerca de ella, sino el proceso mediante el cual, interactuando, construimos la realidad.

Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.

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