Estudiantes universitarios en Estados Unidos continúan desafiando las órdenes de desalojo de plantones en protesta contra la guerra en Gaza, destacando la solidaridad en campus como Columbia University en Nueva York, donde la movilización ha recibido apoyo masivo de estudiantes, profesores y externos. El rechazo a la política estadounidense en el conflicto israelí-palestino ha catalizado una ola de protestas en universidades de todo el país, tanto privadas como públicas, ampliando el debate sobre la complicidad de Estados Unidos en el conflicto.
En Columbia, la rectora Nemar Minouche Shafik enfrentó la firme resistencia de los estudiantes, que ignoraron la orden de desalojo y fueron respaldados por un círculo creciente de apoyo académico y ciudadano. Los estudiantes declararon que no abandonarán el plantón a menos que sean removidos por la fuerza, subrayando su compromiso con las demandas de desinversión en empresas vinculadas con Israel y el cese al apoyo estadounidense en la guerra.
La situación en Columbia es solo un reflejo de un fenómeno más amplio que se observa en instituciones como la Universidad George Washington y la Universidad de Texas en Austin, donde los estudiantes han reinstalado plantones después de enfrentamientos con la policía. La respuesta de las autoridades ha sido variada, desde la represión hasta la negociación fallida, exacerbando las tensiones y atrayendo atención nacional e internacional.
Los plantones han recibido una variedad de reacciones, desde apoyo hasta represión, con arrestos que suman aproximadamente mil a nivel nacional. Estos encuentros han sido mayormente pacíficos, aunque han enfrentado acciones de fuerza policial que incluyen uso de armas no letales y tácticas intimidatorias. La escalada del movimiento ha generado preocupación tanto en autoridades universitarias como políticas, especialmente porque el movimiento estudiantil está afectando significativamente la opinión pública y potencialmente influenciando futuros procesos electorales.
Este creciente movimiento estudiantil en Estados Unidos no solo subraya una fuerte oposición a políticas específicas, sino que también está redefiniendo el papel de los estudiantes en el activismo político y social, mostrando un tejido de solidaridad que trasciende las aulas y se manifiesta en acciones concretas y persistentes contra injusticias percibidas a nivel global.
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