Recuerdo mi niñez, la adolescencia y la juventud unida a la palabra crisis económica. Se la escuché decir a mis familiares una y otra vez asociada a la situación que vivíamos en casa, y en el país. Recuerdo a los presidentes en turno: Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, Miguel de la Madrid, Salinas de Gortari, Zedillo; así como los conceptos y frases sueltas dichas por los adultos más experimentados al referirse a estos personajes. Hipócritas, vende patrias, acaparadores, corruptos, asesinos.
Cada etapa de sus gobiernos una afrenta para el pueblo. En la que todo se encarece y es más difícil acceder a una vida digna. Y de manera gradual se pierden oportunidades que son derechos plasmados en nuestra constitución: el derecho a la educación: hacen falta siempre más escuelas, desde educación elemental, hasta universidades. Por supuesto también el derecho a la salud, desde una perspectiva integral en la que el estado garantice, no solo el acceso a una revisión oportuna sino a los medicamentos. Al igual que en el tema de la educación, hacen falta escuelas, también hacen falta siempre más hospitales.
En este sentido también recuerdo claramente la palabra estado obeso; palabra para analizar con detenimiento. Ya que no se refiere al gasto asignado si no a la forma arbitraria de usarlo, mediante acuerdos no dichos, mediante los cuales los mandos altos o directivos podían hacer un uso discrecional de recursos que no les pertenecen (pues el estado bien entendido somos todos) pues todos en menor o mayor grado pagamos impuestos. Y ese uso discrecional permite que el funcionario en turno, tenga chófer, gastos para ropa, o representación. Y así de manera gradual y cínica seguir usando un recurso estatal, ya sea local o federal con total impunidad o como la lámpara de Aladino. Recurso que a nuestros días es usado de manera todavía desproporcionada por el poder judicial. O Sea el Estado Obeso, lo entiendo que se produce cuando existe una desproporción en la utilización de los recursos en manos de unos pocos funcionarios que se reparten los recursos para su propio beneficio.
Recuerdo con precisión mi peregrinar ya como adulta joven profesionista en oficinas gubernamentales y el fétido olor a podrido de la burocracia y su amiga la corrupción. Por qué cuál es el nombre adecuado que se le debe dar a directivos que se roban insumos para utilizarlos de manera personal; cuando los inmuebles estatales están prácticamente desmantelados.
Otro tema que se cuece aparte y que tiene el mismo olor fétido es el de los sindicatos usan el poder para defender lo indefendible (plazas dobles) para vender las mismas o heredarlas sin importar las habilidades o capacidades. Tema este de los sindicatos que ha abonado de manera paradójica a la corrupción ya fueron concebidos para proteger al trabajador y que actualmente están casi por completo desvirtuados.
Contado así pareciera un galimatías de corrupción que respira en todo el aparato de poder. Y que hacia afuera con las obras de infraestructura siguiera su crecimiento con Licitaciones que dan preferencia a los mismos empresarios de siempre. Es decir heredados por los antiguos gobiernos, y que tienen las concesiones por años de carreteras, aeropuertos, cárceles y hasta los baños del metro.
Lo brevemente expuesto no hace más que advertir que es indispensable la continuidad de un gobierno que requiere dejar un precedente en el cambio de prácticas que vayan hacia dejar de normalizar la corrupción. No como un tema secundario, si no como un tema vital de supervivencia. Seguir con el mismo modelo es dispararse una y otra vez en el pie.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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