En México, seguimos educando a nuestras niñas y niños dentro de las mismas paredes que vieron pasar generaciones anteriores. Las escuelas públicas —al menos en su mayoría— conservan la infraestructura, los diseños arquitectónicos y hasta el mobiliario de hace más de 40 años. ¿Cómo aspiramos a una transformación profunda si ni siquiera actualizamos los cimientos donde se forma el futuro del país?
Es tiempo de modernizar nuestros planteles escolares. Y no hablo sólo de pintura o mantenimiento básico. Hablo de escuelas que inspiren, que eleven la dignidad del estudiante desde que cruza la puerta. Que cuenten con aulas equipadas con tecnología de vanguardia, bibliotecas ricas en literatura, espacios deportivos ejemplares, cafeterías higiénicas y seguras, y un sistema de seguridad digno de una institución moderna.
La transformación de México ya comenzó. Desde el gobierno anterior, con el presidente Andrés Manuel López Obrador, vimos un cambio de paradigma: se apostó por el bienestar social, por mejorar las vías de comunicación, por apoyar a los olvidados. Pero aún falta mucho por hacer. Y si de verdad queremos cerrar las brechas, combatir el rezago y potenciar el desarrollo, la clave está —como siempre— en la educación.
Quienes somos padres lo sabemos: muchos desearíamos inscribir a nuestros hijos en colegios particulares. No porque no confiemos en nuestros maestros —quienes, por cierto, son un orgullo nacional—, sino porque el entorno muchas veces no está a la altura de sus capacidades. Pero debemos reflexionar: los niños deben crecer con su comunidad, aprender del otro, convivir entre distintas realidades. Sólo así se forma un México más empático y más justo.
No es que el sistema sea malo, pero puede ser mejor. Nuestro personal docente, administrativo e intendente ya hace milagros todos los días. Ahora, toca al gobierno, a la sociedad y a nosotros como ciudadanos exigir escuelas que compitan en diseño, equipamiento e instalaciones con cualquier institución del mundo. No hay razón para conformarnos con menos.
La educación pública debe dejar de ser vista como una segunda opción. Debe ser la primera, la mejor. Ahí es donde México se va a distinguir.
Y después, claro, vendrá el siguiente gran reto: el sistema de salud. De eso les escribiré en mi próxima colaboración.
- Su amigo,
- Carlos Castillo

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