En la ciudad más alta de los Alpes, Davos, Suiza, se volvieron a reunir los dueños, testaferros, agentes, fautores, portavoces y empleados encumbrados —privados y gubernamentales— de la oligarquía capitalista ecuménica. Propietarios, managers, políticos y jilguerillos, la crema de los señorones —muy pocas damas— que jalan a su antojo los hilos del Antropoceno, los atizadores del modelo económico que está devastando a tambor batiente la Tierra. La élite de las élites, los archiacaudalados entre los billonarios, los caciques del planeta Tierra. Puntuales y petulantes, llegaron muy orondos a bordo de sus aviones privados —Greenpeace estima que los angelitos generaron el CO2 equivalente al que habrían emitido 350 mil coches en una semana— a decirse muy preocupados, entre otros muchos problemones, por el cambio climático. By the way, el mismo día, la revista Nature publicó un estudio que da a conocer que la actividad humana está provocando un sobrecalentamiento de Groenlandia mucho más pronto y acelerado del que se proyectaba. Hoy, en buena parte de la isla se alcanza una temperatura mayor en 1.5 grados Celsius respecto a los niveles preindustriales. El reporte señala que, de seguir así, a finales de este siglo el derretimiento de la capa de hielo groenlandesa causará un aumento de 20 pulgadas en el nivel del mar, lo cual resultará catastrófico para un montón de localidades y ciudades costeras en todo el orbe.
Según ellos muy consternados, los machucones del Foro Económico Mundial —WEF, por sus siglas en inglés— dieron a conocer hace unos días el documento The Global Risks Report 2023 18th Edition. Traduzco y resumo:
Los primeros años de esta década anuncian un período particularmente disruptivo en la historia de la humanidad. El regreso a una “nueva normalidad” después de la pandemia de COVID-19 se vio interrumpido por la guerra en Ucrania, lo que dio paso a una nueva serie de crisis de alimentos y energía, que han desencadenado problemas que décadas de progreso habían tratado de resolver. El mundo enfrenta una serie de riesgos que se perciben como nuevos, pero al mismo tiempo familiares. Vemos el retorno de riesgos ‘viejos’ (inflación, crisis del costo de vida, guerras comerciales, salidas de capital de los mercados emergentes, malestar social generalizado, confrontación geopolítica y el espectro de la guerra nuclear) que pocos de los líderes empresariales y hacedores de políticas públicas de esta generación habían experimentado. Son riesgos amplificados por fenómenos relativamente nuevos…: niveles insostenibles de deuda, una nueva era de bajo crecimiento, baja inversión global y desglobalización, disminución de los recursos humanos…
Los foristas aceptan que “después de décadas de progreso, desarrollo rápido y sin restricciones tecnológicas”, estamos entrando a una década “única, incierta y turbulenta”. Enseguida, enlistan lo que consideran los riesgos globales, según su gravedad —a corto (2 años) y largo plazo (10 años)—, clasificados en cinco bolsas —económicos, ambientales, geopolíticos, sociales y tecnológicos—: crisis del costo de la vida, desastres naturales y eventos climáticos, confrontaciones geopolíticas, fracaso en la mitigación del cambio climático, erosión de la cohesión social y polarización, daños ambientales a gran escala, desadaptación ante el cambio climático, ciberdelincuencia, escasez de recursos naturales, migración involuntaria a gran escala. Evidentemente la manera de enunciar la situación planetaria y los riesgos que enfrentamos no es más que una expresión ideológica del neoliberalismo que se resiste a aceptar su responsabilidad en el desastre y que pretende seguir manteniendo sin cambios sustanciales el modelo económico. Prueba de ello es que entre las alarmas que encienden no consideran la desigualdad, a pesar del informe que Oxfam acababa de divulgar… Peor, la palabra pobreza no aparece…, y debería. En este sentido, Oxfam es contundente:
Estamos viviendo un momento sin precedentes de múltiples crisis. Decenas de millones de personas más se enfrentan al hambre. Cientos de millones más enfrentan aumentos en los precios que les impiden enfrentar el costo de los bienes básicos o la calefacción de sus hogares. La pobreza ha aumentado por primera vez en 25 años.
De ese tamaño es la crisis que estamos enfrentando: la pobreza mundial ha aumentado por primera vez en el último cuarto de centuria. Y el origen de esta catástrofe humana no es la carencia de riqueza, sino su distribución.
- Desde 2020, el 1% más rico se ha quedado con casi dos terceras partes de toda la nueva riqueza, es decir, casi el doble de dinero que el 99% inferior de la población mundial.
- Las fortunas de los multimillonarios están aumentando en $2,700 millones por día, cuando la inflación rebasa los salarios de al menos 1,700 millones de trabajadores.
- En 2022, las empresas de alimentos y energía más que duplicaron sus ganancias, y pagaron $257 mil millones de dólares a accionistas adinerados, mientras que más de 800 millones de personas se fueron a la cama con hambre.
El slogan del WEF de este año es “Cooperación en un mundo fragmentado”. No, el mundo no está fragmentado, está integrado por un modelo económico injusto. La polarización, en efecto, es un problema, pero no la polarización social, ni siquiera la polarización política, sino la polarización económica. El origen de la crisis global es el modelo económico.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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