Si se observa con cuidado la historia de la derecha y su actuación en México, vamos a encontrar hechos vergonzosos. En los años en que inició la ocupación española, los peninsulares eran quienes dominaban los mandos políticos y económicos, generando un modo de producción feudal con las encomiendas y su virrey, la riqueza extraída se exportaba sin beneficio para el territorio ni para los dueños originales de esos recursos. Solamente los peninsulares y los criollos vivían en la opulencia; el esclavismo hacía que el Pueblo fuera despreciado y sus vidas valían menos que nada. Este es el ideal de los conservadores.
Luego vino la traición de Iturbide, quien pretendía ser emperador para controlar el territorio, pero conservó la estructura social igual que en el virreinato; las relaciones de producción no cambiaron y tampoco las condiciones de vida del Pueblo.
La lucha de caudillos siguió hasta que hubo un primer periodo con alguna precaria estabilidad, fueron los años de vaivenes entre conservadores y liberales; la carne de cañón era el Pueblo, siempre con promesas vacías.
Los tiempos de Santana fueron más duros, porque se reforzaron todas las estructuras del poder conservador y el estado era un vil adorno de pasillo que solo se ocupaba de sojuzgar y reprimir cualquier sublevación criminalizándola y combatiéndola hasta el exterminio.
Por fin la esperanza empezó a cristalizar con la República liberal, en la que parecía establecerse una democracia más o menos abierta, que le quitó poder económico al alto clero corrupto, pero que conservó la misma estructura en las relaciones de producción en la que la naciente burguesía rural terrateniente, que detentaba posesiones de la iglesia y de los antiguos encomenderos y generaba una clase conservadora corrupta y al latifundio que esclavizaba a los dueños originales de la tierra y sus riquezas porque los consideraba inferiores y débiles.
La usurpación de la identidad liberal, a cargo de Porfirio Díaz, quien en verdad servía a los intereses de la burguesía, nacional o trasnacional, inició una etapa de aparente estabilidad y avance bajo la premisa del positivismo lógico; “Orden y progreso”, el gran engaño cuasi feudal del porfiriato, siempre racista y clasista. Fue en ese tiempo cuando se inoculó la premisa positivista de “estudia y triunfarás”, pero solo unos cuantos podían estudiar, y eso en las ciudades, en el campo quizás uno que otro hijo de hacendado y no necesariamente implicaba progreso.
La Revolución trajo vientos de esperanza con Villa, Zapata y los agraristas de Puebla y Tlaxcala, que terminarían por ser los más fuertes aliados de los carranclanes del Ejército Constitucionalista de Carranza, que a la postre le dio fuerza a los “moderados” en el Congreso Constituyente y se la restó a los radicales.
En la historia de México, las posturas políticas e ideológicas que están opuestas a la igualdad, la equidad, la justicia y la democracia -entendiendo a ésta última como acatar la voluntad de la mayoría del Pueblo-, han estado sometidas a los intereses de los grupos llamados conservadores y reaccionarios, que con el tiempo se han convertido en asociaciones empresariales, partidos políticos y grupos de poder con símiles ineludibles con la doctrina fascista cuyo único propósito es conservar sus privilegios a costa de lo que sea, incluso del deterioro del medio ambiente y de la muerte de otros, justificando sus acciones con la criminalización de aquellos que se les oponen.
La derecha fascista en todo el mundo ha sido capaz de crear bandas y organizaciones criminales para justificar sus acciones contra el Pueblo, arrasando con todo; el Talibán, Isis y otras, posiblemente sean el ejemplo más concreto de esta estrategia fascista.
Salta a la vista, que justo antes de las elecciones en las que la derecha fascista mexicana se ve acorralada y derrotada, se recrudezca la violencia en regiones delicadas, especialmente en los estados fronterizos del sur y el sureste y que esté signada por dos cárteles que surgen y se fortalecen durante el periodo neoliberal o neoporfirista. Resulta posible y probable que estos grupos estén sirviendo para desgastar el prestigio de la Cuarta Transformación en conjunto con las resoluciones antipopulares de la Suprema Corte de Justicia de la Nación como parte de la estrategia derechista para retrogradar los avances del actual régimen y truncar su continuidad.
Se viene el tiempo de las definiciones y de lograr una victoria más como Pueblo derrotando, por la vía pacífica a quienes quieren detener el proceso. El Pueblo mismo será el autor de su emancipación. El proceso ya empezó y no depende solamente de un caudillo. Es tiempo de luchar. La lucha sigue y sigue.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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