En una intervención polémica en el programa de Ciro Gómez Leyva, la ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Margarita Ríos-Farjat, ofreció una respuesta que para muchos revela una desconexión y cinismo ante la urgente demanda de acabar con la corrupción en el Poder Judicial. En vez de respaldar la reforma judicial que busca depurar el sistema de justicia, la ministra sugirió que erradicar la corrupción es una expectativa “irreal” y, de forma insólita, señaló que la corrupción es inevitable, ya que forma parte de la “naturaleza humana.”
Con argumentos tibios y hasta cínicos, Ríos-Farjat intentó justificar su oposición a la reforma anticorrupción promovida por el Ejecutivo y aprobada por el Congreso y diversos congresos locales, señalando que “nada en este planeta está alejado de ser susceptible a contaminación” y que, en lugar de eliminar las estructuras corruptas, se deberían “diseñar sistemas de pesos y contrapesos.” Estas declaraciones fueron vistas como una defensa de un sistema judicial en crisis que se rehúsa a una autodepuración real y profunda.
Sus comentarios ponen en evidencia que el Poder Judicial debe dejar de proteger prácticas corruptas y actuar en consonancia con el cambio que exige el país. El rechazo de Ríos-Farjat y otros miembros del Poder Judicial a la reforma judicial representa la defensa de sus privilegios y de las redes de corrupción que han obstaculizado el acceso a una justicia imparcial y efectiva.
Lejos de ofrecer soluciones, las palabras de la ministra parecen normalizar la corrupción como una condición inevitable, en lugar de respaldar un cambio en el sistema que garantice transparencia. La postura de Ríos-Farjat ante la corrupción en el Poder Judicial confirma para muchos mexicanos que las resistencias al cambio son también un intento de proteger intereses particulares, en lugar de asumir un verdadero compromiso con la ciudadanía.
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