Continuando con la labor titánica de documentar las estoicas fobias aspiracionistas, con las que la oposición pretende salvar a los mexicanos de la voluntad de los mexicanos, a la que tan sesudamente se dedicó el equipo de Integralia para intentar impedir la continuación del gobierno de cuatreros cuatroteros, Juan Carlos Ugalde y compañía presentan dos riesgos contrapuestos pero que en su universo paralelo coexisten. Por un lado, apuntan a la posibilidad, en realidad su deseo disfrazado de riesgo de que los grupos criminales aprovechen el contexto electoral para expandir su poder, presencia y diversificar su negocio. Por el otro, hablan de la peligrosa profundización del proceso de militarización del país, el cual también es un deseo, que en este caso representa un riesgo por el uso que se ha dado al ejército. Al final del día, tanto lo uno como lo otro, representan la posibilidad de retomar el control estatal no por grupos del crimen organizado (con minúscula), ni por parte del poder castrense en demerito del poder civil, no, representan la posibilidad de retomar el control por el heroico Crimen Organizado (con mayúscula) representado por el PRIAN y su democrático espíritu de aniquilar la democracia.
Que los grupos criminales consoliden su poder, como ya lo dije, es más un deseo de la actual oposición que un riesgo (para mayores referencias habrá que leer el trabajo de Oswaldo Zavala). La relevancia de que este riesgo/deseo se materialice radica justo en la ocupación del gobierno por los amos y señores de la democracia antidemocrática los mismos que fueron dueños del gobierno ―salvo por contadas y honrosas excepciones― hasta que a Andrés Manuel se le ocurrió capitalizar el malestar social y empujar su idea de transformación ahí donde nadie (nadie que importe cuando menos) quería una transformación. Que los cárteles, al servicio del PRIANato dispongan de recursos clave “como datos personales, dinero público, policías y otros funcionarios a su servicio” permitirá, más que “operar con impunidad, consolidar o diversificar sus áreas de negocios, y neutralizar a organizaciones rivales”, a los patrones de los cárteles, que son a quienes todos nosotros nos debemos, tener el control de la población y justificar un refrito de la “Guerra contra el narco”, que tanto aplaude quienes sólo saben aplaudir frente aquello que les dicen que deben aplaudir, que genere desplazamientos siempre benéficos para la explotación minera, gasera y de recursos en general, y distraer la atención ―la guerra contra el narco si será televisada― para poder derogar esas infames reformas que tanto han afectado a la clase privilegiada al poner por delante los egoístas intereses de las mayorías.
Por otro lado, los muchachos de Ugalde señalan otro riesgoso riesgo; que se acentúe “el proceso de militarización”. Es importante señalar que cuando la oposición y sus aliados ciudadanos apartidistas hablan de militarización se refieren a que “los cuerpos castrenses no sólo realizan labores de seguridad, sino también toda una serie de responsabilidades que le corresponden al gobierno civil, como la construcción de proyectos de infraestructura, la administración de aeropuertos y aduanas, la operación de una aerolínea pública y el Tren Maya”, ese es el riesgo de la militarización, la ocupación por parte del ejercito de un espacio con el que antes lucraban los intereses privados. Si el ejercito sigue realizando tareas que tradicionalmente realizaba el orden civil a través de licitaciones tan transparentes como arregladas, el potencial de negocio que se dejará sobre la mesa será muy alto, tan alto que se corre el riesgo de que los empresarios más ricos de nuestro país no puedan conservar su estilo de vida, lo dijimos la semana pasada y lo gritamos esta: ¡Quiere alguien pensar en los ricos! Si no hay negocios con sobrecosto, que chiste tiene hacer negocios, lo único que vamos a lograr a que esas inversiones dedicadas a la extracción del erario se vayan a otras latitudes, donde encuentren gobiernos bananeros que mantengan a la iniciativa privada ¡Qué horror! El ejército está para disparar en contra de quien sea, primero disparar y después preguntar, el ejército está para ayudar al gobierno en la “guerra contra el narco” y aterrorizar a la población para que la población abandone sus hogares y facilitar el acceso de empresas trasnacionales para que puedan explotar nuestro territorio libremente, sin restricciones legales o ajustando las restricciones legales para poder operar a sus anchas, y ―sobre todo― sin molestos pobladores que los molesten.
Entrados en gastos
Los cárteles y el ejército son un riesgo para el país si no cumplen con la única función de contribuir al control de la población. Los cárteles fuera del PRIANato son siervos sin amo que sólo dan palos de ciego. El ejército desempeñando labores distintas a la seguridad no solo coopta el espacio de la obra pública al servicio de los intereses privados, también se distrae de la importante labor de jugar a los vaqueros con los narcotraficantes, propagar el terror y contribuir a la libre expansión del libre mercado. La próxima semana, en la tercera entrega de este grupo de cinco, insistiremos en la necesidad de aniquilar la democracia para defender la democracia, ahondando en dos riesgos distintos que Integralia Consultores pone sobre la mesa: el probablemente posible triunfo electoral de Donald Trump, y la aprobación de reformas y leyes en el Congreso Mexicano como las modificaciones al marco laboral, al aparato administrativo del Estado o al otorgamiento de concesiones, reformas y leyes que antepongan el totalitario bienestar común por encima de los intereses del capital.
- Carlos Bortoni es escritor. Su última novela es Historia mínima del desempleo.
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