Zara y George
Ella era historiadora, experta en el siglo XX europeo; él, quizá la máxima autoridad mundial en el vasto campo de la literatura comparada. Jóvenes, se conocieron en Londres, gracias a una ensoñación compartida…, y, raro, no por ellos dos.
En 1952, Zara, neoyorkina, y George, parisino, concluían sus respectivos doctorados en Oxford. Aunque ambos habían estudiado la licenciatura en Harvard, no se conocían… Algunos profesores que tenían en común compartían un ensueño: nacieron el uno para el otro, y el día que los presentemos se van a enamorar y van a casarse… Algunos apostaron, luego los presentaron… La boda de George Steiner (1929-2020) y Zara Shakow (1928-2020) habría de celebrarse menos de tres años después: el sueño en vigilia de aquel grupo de académicos se concretó.
No sólo los sueños propios influyen en la vida de las personas, también, y quizá más, los ajenos. Zara murió un 13 de febrero, diez días después que su esposo.
Sueño y lenguaje
En uno de sus libros, Pasión intacta, Steiner incluye un texto en el que encara la siguiente pregunta: “¿Los sueños forman parte de la historia?” Especula que los humanos debimos de haber soñado desde los albores de la especie, antes incluso de haber desarrollado el lenguaje. Soporta su suposición en un hecho incuestionable, sobre todo para quienes hemos convivido con mascotas: los animales sueñan. Cree que el lenguaje apareció como una herramienta para contar e interpretar nuestros sueños. Si fue así, el sueño es el manantial de los mitos primigenios y del lenguaje mismo, ya que su evolución “se cumplió a través de una interacción dialéctica…” Por lo demás, los sueños nunca escapan del lenguaje: todos los informes de los sueños nos llegan al consciente a través de palabras.
Sueño e historia
La historicidad de los sueños es doble: por un lado, se convierten en materia de la historia, y por el otro existe una especie de historia de los sueños.
Los sueños del rey o del profeta, por ejemplo, han sido temas consignados como parte de la historia de los pueblos. Históricos son también los horrores que la gente puede sufrir en sueños ante la inminencia del cambio de un siglo, o frente a determinadas amenazas, reales o imaginarias. Más incluso, apunta Steiner: “las revoluciones, antes de realizarse, son soñadas, primero por individuos, y luego por un grupo social. Y quizá el carisma de un líder se define precisamente como esa facultad de concebir un sueño anticipador, una fuerza capaz de suscitar sueños semejantes en los demás”.
Los sueños, para usar la expresión de Bloch, “imprimen a la historia un movimiento hacia la esperanza”.
En cuanto a la otra cara de la historicidad de los sueños, Steiner explica que en la cultura occidental la función que le reconocemos a los sueños ha mutado. Desde la Antigüedad vinculábamos los sueños a la prefiguración, es decir, se asumían como una visita al futuro, y se recuperaban al despertar por medio del lenguaje. Soñar se entendía como una forma de atisbar el porvenir e interpretar los sueños era un acto de adivinación. Pero a partir del Siglo de las Luces y decididamente después de Freud, los sueños dejaron de ser surtidores de predicciones, para entenderse ahora como pozos de recuerdos. Claro, algunas personas siguen queriendo hallar en los sueños pistas para prever lo que pasará, pero es innegable que desplazamos los sueños de la categoría de profecías a la de reminiscencias.
Sueños y pesadillas
Con todo, como desde hace miles de años, hoy una colectividad, para serlo, necesita compartir sueños.
En octubre de 2014, semanas después del artero ataque a los normalistas de Ayotzinapa, escribía yo:
Hoy el futuro nos queda cada vez más lejos, y casi nadie se anima a soñarlo. La situación de atrocidad que develó lo ocurrido hace unos días en Iguala, Guerrero, ha hecho que muchos prefieran no ver, no enterarse y hacer como si no pasara nada, o bien asumir el futuro como una pesadilla. Por eso urge que cada vez sean más quienes critiquen y manifiesten inconformidad. Porque George Steiner tiene razón, “toda crítica del apocalipsis es una utopía”.
Hace poco más de diez años decía yo que nos urgía soñar para despertar de la pesadilla en la que estábamos.
El sueño mexicano
Durante la mañanera del 5 de mayo, el presidente López Obrador habló sobre la complicada cuestión migratoria. Resaltó que por primera vez en mucho tiempo el gobierno de Estados Unidos ha abierto la posibilidad para que, quien quiera ir a trabajar allá, pueda optar por hacerlo legalmente, en vez de arriesgar su patrimonio y la vida para llegar como indocumentado y aspirar al llamado ‘sueño americano’. Entonces relató:
Hace unos días me contaron que en San Francisco un paisano que tiene su taquería estaba platicando con otro paisano y le dice: ‘Oye, vámonos ya de regreso a México. Qué sueño americano ni que nada, ahora es el sueño mexicano, ahora es el sueño mexicano…
¡Qué diferencia! No sólo despertamos de la pesadilla, además recuperamos la capacidad de soñar e instalamos el sueño mexicano como una referencia válida de la actualidad de nuestro país.
Víctor Hugo, en su extraordinaria novela Los miserables, escribe: … nada mejor que el sueño para engendrar el porvenir.
Larga vida al sueño mexicano.
- @gcastroibarra
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