Dos inicios de campaña contrastantes, incompatibles
Uno, el de Claudia, brillante, con el despliegue de cien propuestas de gobierno sobre temas sustanciales: educación, medio ambiente, seguridad, etcétera. Otro, el de Xóchitl, oscuro, cobijado por las sombras como si fuera una reunión de conspiradores embozados, y al estilo de El Yunque: con velas y anatemas contra el gobierno, con la violencia que tanto aprecia la derecha.
Dos candidatas presidenciales opuestas
Claudia, sin pánico escénico al frente de la plataforma que la situó de cara al pueblo y con el suficiente ánimo para hablarle de tú a éste: “¿Ya se cansaron?”, pero sin pasarse de simpática para caerle bien a la gente. Xóchitl, en cambio, actuando como la Xóchitl bizarra: la que no puede hilvanar dos ideas seguidas, la teleprompter-dependiente abrazada al desesperado histrionismo de recurrir a la violencia del pacto de sangre para garantizar el cumplimiento de sus promesas.
Claudia asumió responsablemente su compromiso de continuar el proceso de transformación iniciado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, pero también estableció diferencias, no distancias. El tiempo y las circunstancias influirán en su gestión presidencial, a la que sin duda imprimirá su sello personal: metódico, inclinado más hacia la reflexión que al debate acalorado, menos educadora pero más constructora.
Allá, perdida en las sombras, leyendo en el teleprompter el libreto escrito por los desplazados del presupuesto (oligarcas, intelectuales, periodistas, medios de manipulación masiva, pasquines inmundos) y por aquellos cuya demencial quincena pende de un hilito tan delgado como una mayoría legislativa absoluta (organismos autónomos, Poder Judicial), Xóchitl pretende instalar el miedo en el debate público para atraerse el voto de quienes fueron humillados, soslayados, despreciados, explotados, enjuiciados, sometidos, castigados, violentados y reprimidos por quienes hoy la impulsan. Falsa desde su presunta candidatura “ciudadana” promovida por entes fantasma de la “sociedad civil” pero impuesta por los que mueven los hilos, Xóchitl carece de la capacidad y la autoridad para señalar la agenda en el debate, aunque los medios masivos a su disposición le sirvan de cámara de resonancia: lo que Natura no da, ni Reforma ni El Universal ni Radio Fórmula prestan.
Claudia se prepara con seriedad para llevar a cabo su propuesta de gobierno, en la que se condensan las marchas, las “pintas”, las “pegas”, los “boteos”, los mítines relámpago, las proclamas, los “volanteos”, las “corretizas”, las represiones, los discursos, las asambleas populares, los comités de base, las células, las organizaciones de inquilinos de vecindades, los movimientos urbanos populares, las luchas de sindicalistas y campesinos, que nunca se hicieron para pedirle caridad al gobierno sino para exigirle justicia. La justicia que comenzó en 2018 con la 4T y que continuará con Claudia.
En la impostura, precipitada a la derrota que consiguió antes de que comenzara la contienda electoral, a la representante de la derecha sólo le queda el recurso del miedo. Pero ese es muy poco argumento frente a un pueblo que vive una etapa de transformación política, económica, social y cultural como nunca lo experimentó.
Y al final, si la derecha no enloquece de frustración y se decide por la violencia que es su distintivo, las urnas tendrán la palabra.
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