Con el título de esta colaboración me permito invitar a los amables lectores se sirvan evocar varios temas, a decir verdad, por lo menos dos: la didáctica del discurso de AMLO, con frecuencia sostenida en la recuperación de la historia nacional, más allá de la historiografía que construyó el neoliberalismo, y la vigencia de los principios constitucionales en materia de política exterior cuya estatura moral patentiza el presidente con cada visita al exterior.
El apotegma de Benito Juárez García, líder de la Segunda Transformación, nos aporta enseñanzas históricas en una de sus vertientes como lo fue la lucha de México ante la invasión extranjera y también contribuye a explicar los fundamentos de la tradición diplomática mexicana sustentada en los siete principios incorporados en el artículo 89 constitucional, mismos que debe observar el Ejecutivo de la Unión en las relaciones con el mundo.
El vínculo indisoluble entre los principios de autodeterminación, no intervención, solución pacífica de controversias, proscripción del uso de la fuerza, igualdad jurídica de los Estados, cooperación internacional y la lucha por la paz, y la aplicación de la máxima juarista a las naciones en la sentencia del respeto al derecho del otro, subraya la consistencia entre ambos fundamentos que, correspondiendo a etapas diferentes de nuestro acontecer histórico, forman parte indisoluble de las memorables páginas escritas en defensa de la soberanía nacional.
La simple narración de hechos, en el mejor de los casos relatada solo para ser memorizada, en la que se convirtió la enseñanza de la historia nacional, se reelabora en el discurso con el que López Obrador se comunica con la diversidad de sus interlocutores, jefes de Estado y de gobierno, aunque su destinatario final es el mexicano de a pie, el ciudadano sencillo para el que héroes y personajes, hechos y fechas, han ido cobrando sentido dejando atrás lo que significaban aquellas estampas usadas para ilustrar trabajos escolares.
El contenido de la comunicación que el presidente imprime con sus mandantes, en el diálogo que ha ido construyendo con ellos, sin duda se sustenta en la revaloración del conocimiento de nuestra historia, como una condición sine qua non en la llamada “revolución de las conciencias” y posiciona, en el inconsciente colectivo de los ciudadanos mexicanos, la soberanía nacional.
El binomio entre el re-conocimiento de la historia y la defensa de nuestra soberanía se observa, cada vez con mayor nitidez, en los objetivos e intervenciones que durante las visitas de Estado u oficiales López Obrador ha llevado a cabo a lo largo de poco más de tres años de gobierno.
Asistimos a la recuperación de la otrora digna política exterior de nuestro país. Con la Cuarta Transformación se rescata la estatura moral ganada a pulso en el exterior antes de que el neoliberalismo hiciera del gobierno mexicano una simple comparsa del imperialismo. Los objetivos, mensajes, y logros de la gira por Centroamérica y el Caribe fortalece nuestro orgullo nacional, sin chovinismos como lo dijera AMLO.
La pieza del discurso, en ocasión de la visita a Cuba, cobra mayor relevancia por el sustento histórico que subraya la fraternidad de milenios la cual ha mantenido unidos a los dos países. AMLO se remontó a la colonia y al paso obligado que fue Cuba para todos los viajantes europeos. La amistad de ambos países fue desgranada poco a poco y paso a paso desde los mayas en Cuba, las expediciones españolas que partieron de la isla a la zona continental, las raíces cubanas en zonas de nuestro país se advierten en el bello puerto de Veracruz y la referencia a los dos gobernadores de origen cubano en Tabasco y el yerno cubano y principal confidente del presidente Juárez, el reconocimiento mexicano a la independencia cubana y a su presidente Carlos Manuel de Céspedes, levantado en armas y padre de la patria cubana.
Bastas fueron las referencias a José Martí y su productiva vida literaria en México, entre 1875 y 1877, escribió ensayo, poesía y el guion de su obra de teatro cuyo título nuestro presidente ha hecho famoso y descubrimos que lleva como título precisamente “Amor con amor se paga”. Y también incluyó a la figura del revolucionario mexicano, Catarino Erasmo Garza Rodríguez, quien convoca a tomar las armas contra de Porfirio Díaz, 18 años antes de Francisco I. Madero. Catarino vive sus últimos años en Matina, Costa Rica, pero antes estuvo escondido en La Habana.
Subraya que el embajador cubano trata de salvar la vida de Madero, les ofrece asilo a los detenidos y hasta pasa la noche con ellos. Reconocido es que el suelo cubano sirvió de asilo tanto a porfiristas como a maderistas revolucionarios. El paso de Fidel y su grupo de “barbudos” expedicionarios del Granma, por Veracruz. Sin duda la postura en contra del bloqueo estadounidense a Cuba que el presidente mexicano ha reiterado en diversas oportunidades, calificada como una perversa estrategia, invitando a asumir que estos tiempos deben ser de diálogo, y de unidad del continente manteniendo siempre el respeto a las soberanías.
López Obrador concluye insistiendo en que el presidente Biden no excluya a ningún país de América en la Cumbre del mes próximo a celebrarse en Los Ángeles, California, y que las autoridades de cada país decidan libremente si asisten o no a dicho encuentro, pero “que nadie excluya a nadie”.
Y a propósito de la relación con Estados Unidos, no puedo dejar de referirme en este artículo al discurso que López Obrador dirigió, frente a Donald Trump en la Casa Blanca, el 8 de julio del 2020, en el que refiere algunos aspectos de la historia los vínculos bilaterales y sin rubor señala que existen diferencias entre ambos países, enfatizando en que los mexicanos son trabajadores y se ganan la vida de manera honrada, en clara alusión a la imagen que Trump promovía de nuestros connacionales:
Ciertamente, en la historia de nuestras relaciones, hemos tenido desencuentros y hay agravios que todavía no se olvidan, pero también hemos podido establecer acuerdos tácitos o explícitos de cooperación y de convivencia. (…) la historia, la geopolítica, la vecindad y las circunstancias económicas de ambas naciones han impulsado de manera natural un proceso de migración de mexicanas y mexicanos hacia Estados Unidos y se ha conformado, aquí, una comunidad de cerca de 38 millones de personas, incluyendo a los hijos de padres mexicanos. Se trata de una comunidad de gente buena y trabajadora que vino a ganarse la vida de manera honrada y que mucho ha aportado al desarrollo de esta gran nación.
Finalmente, recordemos lo expuesto el 24 de julio de 2021 cuando el presidente López Obrador encabezó en el Castillo de Chapultepec la ceremonia conmemorativa del 238 aniversario del nacimiento del libertador Simón Bolívar, frente a los asistentes de 32 países a la 31ava. Reunión de Cancilleres de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que ese día se inauguró. En ese contexto insistió en la lucha por la integridad de los pueblos de nuestra América, frente a la rememoración que hizo del surgimiento de la “Doctrina Monroe” bajo la consigna de América para los Americanos que ha servido de marco a constantes ocupaciones, desembarcos, anexiones y la pérdida de la mitad del territorio mexicano en aquel fatídico 1848.
Es por lo que esa ocasión resultó propicia para que AMLO reafirmara que tenemos poderosas razones para hacer valer nuestra soberanía y demostrar con argumentos, sin balandronadas, que no somos un protectorado, una colonia o su patio trasero, en clara referencia a Estados Unidos.
Estos breves argumentos sirvan para demostrar porque nuestro actual mandatario ha recuperado para México el liderazgo y la influencia perdida por el entreguismo neoliberal de los gobiernos que reverenciaban el poder de las transnacionales y sus representantes gubernamentales, postura que por cierto nunca mereció respeto alguno de los representantes extranjeros y contrapartes de los vendepatrias prianistas.
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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