“… los medios convencionales … creo que van a tener que hacer una autocrítica … porque se demostró que la guerra sucia no funciona cuando un pueblo ha tomado conciencia y quiere ser el arquitecto de su propio destino. …”
Presidente Andrés Manuel López Obrador. Conferencia matutina. Junio 3 del 2024.
A dos días de que ocurrieron las elecciones del domingo 2 de junio del 2024, decenas de opinólogos, “intelectuales orgánicos” de derecha y mexicanos que creyeron en ellos siguen sin entender qué pasó. Sus explicaciones son elementales o resultado de una visión que no corresponde con la realidad.
Los candidatos perdedores y algunos líderes partidistas, aunque “reconocieron” a través de los medios su derrota, luego de que el INE publicara hasta después de las 23 horas del domingo pasado los datos del PREP, insisten en calificar lo ocurrido como una “elección de Estado”, o bien producto del “abierto injerencismo” que tuvo el presidente en el resultado y amenazan con judicializarla y realizar impugnaciones para “defender los votos” emitidos en su favor.
Los “sesudos análisis” de especialistas en las mesas de medios de desinformación, acusan fallas en las estrategias de candidatos del prianrd e incluso lanzan ataques contra la señora X responsabilizándola de lo ocurrido. Sin embargo, sus interpretaciones no alcanzan a explicar por qué la guerra sucia, instrumentada por meses, a través de artículos, libros, millones de mensajes con mentiras y descalificaciones en redes sociales y centenares de notas publicadas en medios nacionales y extranjeros no surtieron el efecto que la derecha necesitaba para “enderezar” las encuestas y atraer la atención de los votantes hacia sus candidatos.
Inclusive hay quienes califican lo ocurrido como la manipulación de la que fue objeto la “población pobre” a través de los programas sociales. La señora X insistió, durante su campaña, en que las personas no debían sentirse obligadas a votar por Morena. Constante fue su llamado a no dejarse presionar “pues no les pueden quitar los programas sociales”, cuando son los conservadores quienes están en contra de esos programas.
La limitada perspectiva de la realidad lleva a los opositores de derecha a buscar explicaciones en fallos de las estrategias de “go negative”, en la inoperancia de los mecanismos de compra de votos, en la incapacidad de los operadores estatales y municipales para “inclinar la balanza” en favor de sus candidatos, en fin, en diversas justificaciones relacionadas con variables que en otros tiempos les eran útiles.
Pero no señores, se equivocan, lo que ocurrió es un poco más complejo. Trataré de bosquejarlo brevemente. La perspectiva que la derecha tiene del sistema liberal democrático ha estado vinculada a la participación de los ciudadanos únicamente en los procesos electorales. La política siempre se dejó en manos de las élites económicas y políticas apropiadas del poder. La democracia sólo como el mecanismo para elegir a las autoridades y/o a los gobernantes, es decir la democracia representativa; desde su raíz griega: kratos sin demos, poder sin pueblo.Por tanto, en este orden de ideas, el poder no reside en el pueblo sino en sus “representantes”.
En un contexto en el que la defensa de la “democracia” se blandió para confrontar el “autoritarismo y la dictadura” Obradorista, Lorenzo Córdova defendió la noción del “pueblo somos todos”. En su discurso de la concentración rosa, del 18 de febrero pasado, afirmó en el Zócalo: “… desde hace algunos años se ha pretendido dividir a la sociedad entre quienes son parte del pueblo y quiénes son sus enemigos, como si el pueblo no fuéramos todas y todos nosotros, como si en México sólo unos tuvieran cabida y los otros salieran sobrando. Esa polarización que divide al mundo entre buenos y malos, entre amigos y enemigos, no sólo es falsa y artificial, sino que es profundamente autoritaria…”.
Pero en el fondo el clasismo y el racismo de los “fifis” y aspirantes a lo mismo, se aplica a la noción de “pueblo”. Todos los epítetos utilizados para denigrar a la población que está fuera de esos dos grupos tienen un sello discriminador cuando se refieren a quienes consideran el “pueblo”. Ejemplos hay muchos hasta en el vocabulario cotidiano de esos grupos sociales. El concepto de pueblo se describe con prejuicios relacionados con: ignorancia, color de piel, formas de hablar, vestimenta y hasta en el lugar que se habita.
El pueblo, dice Enrique Dussel, … antes de su lucha, es ignorado, no existe, es una cosa a disposición de los poderosos… Dussel desarrolló el concepto de pueblo fundamentalmente, como categoría política que engloba a los “diversos sectores, clases y grupos dominados en lucha”. Señala que la ambigüedad del concepto “pueblo” no es producto de una deficiencia explicativa o de un error, sino tiene que ver con la complejidad del fenómeno que engloba. *
El primer punto con respecto a la noción de “pueblo” es ver a la sociedad no como algo homogéneo, sino, como un espacio donde encontramos diferenciación y desigualdad. En donde hay un sector de ella que no ha satisfecho sus demandas y necesidades. Las reivindicaciones pueden llegar a unirse a partir de la integración de demandas de otros movimientos en el propio. Dussel señala que hace falta una categoría que dé cuenta de estos procesos de unificación de movimientos, clases y sectores en su lucha política.
Es aquí, donde “pueblo” aparece para funcionar como la categoría política que engloba estos procesos de unificación de las víctimas. Esta visión de “pueblo” Dussel la retoma del célebre discurso de Fidel Castro “La historia me absolverá”, citado en la obra consultada para esta columna: Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, a la gran masa irredenta […], la que ansía grandes y sabias transformaciones de todos los órdenes y está dispuesta a lograrlo, cuando crea en algo y en alguien sobre todo cuando crea suficientemente en sí misma. Nosotros llamamos pueblo, sí de lucha se trata, a los desempleados, los obreros del campo, los agricultores, los obreros de la industria, los pequeños comerciantes, entre otros… Es decir, los de abajo, los dominados o las víctimas de un sistema de dominación.
Lo anterior, cobra sentido en nuestro país a partir de lo ocurrido en los últimos años durante el gobierno de la 4T. Esto es, esencialmente, cuando un movimiento basado en la participación popular adquiere fuerza y logra el triunfo en las urnas, en julio del 2018. Asimismo, cuando una figura política discordante con el “político tradicional mexicano” asume la presidencia a partir de la voluntad de la ciudadanía.
Es decir, la suma de un pueblo movilizado ante el hartazgo provocado por el desgobierno corrupto de décadas y de un político de vocación, con un claro compromiso social. Contando con su actuación a partir de ideales, valores y normas. Su responsabilidad frente al ciudadano más sencillo, la convicción de acabar con la corrupción, la defensa de las causas populares, etc., han tenido un doble efecto: la confrontación con la oligarquía mexicana y sus aliados extranjeros y la identificación creciente de millones de mexicanos, expresada en altos niveles de popularidad hasta hoy en día.
La articulación del pueblo con el presidente al grito de ¡Es un honor estar con Obrador! es el resultado de la cercanía de AMLO con la población, de su convivencia con indígenas, campesinos, trabajadores, hombres y mujeres de todo México y de la realización de cambios sociales que hoy benefician a millones de connacionales. El diálogo con la gente lo nutre y a la vez comunica, no solo informa, entiende y comprende con paciencia y atención a lo que le dicen y que por largo tiempo a nadie pudieron decirle, los escucha y lo escuchan en una relación nunca establecida en otros momentos y con otros interlocutores.
Solamente con la comunicación se da la identificación, la comprensión y el conocimiento del “otro”, de “los demás”. Entre ambos, se establece una relación en la que se participa, se aprende. Se rompe el modelo vertical, impositivo de quienes se acercan a la comunidad solo para imponerles su discurso, su visión. El pueblo cobra vida, existe, participa, se moviliza. Comienza a ver satisfechas algunas de sus necesidades más inmediatas. Está consciente de que solo con seis años no basta.
Entonces la elección del domingo se convierte en la oportunidad para refrendar su apoyo a los primeros años de la 4T. Ocurre que la población sale a votar como si fuese un referéndum, una consulta acerca de su satisfacción por lo hecho en el actual gobierno federal, teniendo la certeza de que se necesita más tiempo para consolidar y fortalecer los cambios. Para lograr el bienestar de la mayoría de la población. Es, por tanto, necesario el segundo piso de la 4T.
El pueblo está convencido de votar masivamente por Morena, y sus aliados políticos, para alcanzar el Plan C, o sea, la mayoría de dos tercios en el Congreso de la Unión. Las reformas constitucionales solo serán posibles si esto se logra. De las reformas a nuestra Carta Magna se desprenderá la consolidación de las transformaciones necesarias para profundizar los cambios que aún hacen falta en el país.
El pueblo asume su responsabilidad con conciencia de lo que debe hacer y lo logra. El proceso electoral del domingo 2 de junio trasciende el “mero trámite de elegir autoridades o gobernantes”, para convertirse en una decisión de la cual el pueblo sale fortalecido y mayormente empoderado. La ciudadanía sabe de lo que fue capaz y de los alcances de la decisión mayoritaria. Logra emitir más de 33 millones de votos para Claudia Sheinbaum, superando los poco más de 30 millones de López Obrador en el 2018.
La continuidad con cambio a cargo de Sheinbaum, virtual presidenta electa, tiene a su vez una doble dimensión. Primero, lograr la presidencia de la República como mujer, honesta, altamente calificada, con sensibilidad político-social y experiencia en el servicio público; y Segundo, formar parte del mismo movimiento del que fuese fundadora junto a AMLO y estar identificada con el proyecto de Nación sintetizado en el principio de Por el bien de todos, primero los pobres.
Por todo ello. Le debemos al pueblo el que después de las elecciones y con los resultados obtenidos, efectivamente ¡Seguiremos Haciendo Historia!
- Hernández Solís, Aldo Fabián. El concepto “pueblo” en la obra de Enrique Dussel. UNAM, México. Analéctica. vol. 1, núm. 8, 2015. http://portal.amelica.org
Hacemos comunicación al servicio de la Nación y si así no lo hiciéramos, que el chat nos lo demande.
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