Weber, filósofo alemán de finales del siglo XIX y con basta obra intelectual, analiza en uno de sus libros más prominentes “El político y el científico” lo relacionado a la dialéctica que existe entre estas dos profesiones indispensables en el ámbito social.
Algunas ideas que se pueden sustraer de dicho texto y que suenan en el ideario político de la 4T porque son repetidas constantemente por el presidente López Obrador, son que hacer ciencia y política en una sociedad es algo muy importante porque ambas profesiones son ápices para el desarrollo y bienestar de una sociedad, por lo tanto, debe haber una cuestión vocacional natural intrínseca al ser humano para desarrollar ambas, además de una formación profesional. No basta con encontrar la oportunidad, heredar el cargo, aprovechar el favor o utilizar todo el capital social y económico para ello: ser político y ser científico son profesiones muy dignas que se complementan y que requieren alto compromiso ético y servir a la sociedad.
No es lo mismo servir a los demás que servirse de los demás. En la primera idea se trabaja para el bien común; en la segunda, para sí mismo, y se nota la diferencia en la acumulación de la riqueza. Si al finalizar la vida de un político este ha acumulado gran riqueza o ha traficado influencias, quiere decir que se sirvió más de lo que sirvió y su legado será infame; por otro lado, si un científico pone su conocimiento no al servicio de las grandes causas o de los grandes problemas, sino por el contrario, para el corporativismo y la acumulación de riqueza, luego entonces, su legado será infame también.
Desafortunadamente, los mecanismos sociales, las estructuras burocráticas y de poder a través de los cuales se aspira a servir a la sociedad no siempre son los más honestos y transparentes, es decir, no siempre llega al puesto más alto el mejor científico o el mejor político. El caso del presidente López Obrador es una excepción, y por ello tiene asegurado su lugar en la historia como uno de los mejores -y para una gran mayoría, el mejor- presidentes de la historia de México.
En la visión de Weber, el político y el científico son profesiones complementarias y la una apoya a la otra para tomar la mejor decisión para el bien común, sin embargo, hay pocos casos en donde un gran científico haya sido un gran político y viceversa, ello porque normalmente hay que dedicarse por entero a una u otra, pero en México existen dos casos que llaman la atención: Claudia Sheinbaum, posible primera presidenta y de la cual se ha hablado mucho por su trayectoria como académica de la UNAM y como jefa de Gobierno; y Hugo López-Gatell, que es un prominente científico sin carrera política todavía, pero que su liderazgo durante la pandemia de Covid lo ha llevado a ser considerado una de las cartas fuertes para gobernar la ciudad de México, lo que podría ser la inauguración de una gran carrera política por la gran capacidad de comunicación que tiene, y sobre todo, porque ideológicamente se encuentra en el espectro correcto: a favor de las grandes mayorías, de los más desposeídos y del fortalecimiento de las instituciones del Estado.
El Dr. López-Gatell tiene un conocimiento de nombre y opiniones positivas muy por encima de lo que se cree, y no es casual que sea tan vilipendiado en los medios corporativos: las políticas públicas que ha promovido como Subsecretario han impactado en favor de la vida y la salud de los mexicanos, pero en contra del imperio de la comida chatarra, las tabacaleras y las farmacéuticas; todos ellos lobbies muy poderosos que financian sicarios mediáticos que escupen odio en sus mesas de “análisis” donde solo tergiversan y dicen verdades a medias; sin embargo, “Gatell” como se le conoce popularmente, tiene un trato parecido al presidente López Obrador a ras de tierra: recibido con aplausos, abrazos, sonrisas, agradecimiento y con gran cariño del pueblo.
Llama la atención de Gatell la maestría y la precisión con la que se maneja en las entrevistas de medios corporativos que han tenido la consigna de golpearlo desde el inicio de su gestión en el gobierno federal. Tiene un alto nivel de asertividad en sus repuestas y ha logrado evidenciar el poco entendimiento y la mala fe de quienes quieren cuestionarlo.
En los momentos más álgidos, ríspidos e incómodos siempre tiene argumentos incontestables que expresa de una forma clara, precisa y concisa. Ni leyendo un guion preparado, un político promedio podría tener el desempeño público que ha tenido Gatell al frente de una cámara y con los ojos de la opinión pública esperando un resbalón para hacer escándalo de ello. Encarna a la perfección el mantra de las máximas virtudes: paciencia, prudencia, verbal continencia, dominio de ciencia, ausencia o presencia, según conveniencia.
Gatell, puede convertirse en lo que Weber pensaba que era muy difícil de concebir a lo largo de una sola vida: ser un gran científico, y al mismo tiempo, ser un gran político.
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